No importaba la hora ni el lugar, cada vez que veía esos ojos, Sirio parecía perderse en el éter. ¿Cómo era posible que una niña le hiciera sentir así? Sólo tenía 11 años, mientras los demás niños se peleaban por los dulces, él estaba resolviendo cálculos de triple variable, y sufría al ver esos ojos celestes cristalinos, y esa sonrisa cálida. A pesar de la procedencia fría y tosca de esa niña, que lo trataba con desdén, no podía detener ese sentimiento de idiotez que le inundaba cada vez que la veía. Lo peor de todo era cuando le hablaba, porque le resultaba imposible responderle con coherencia, lo que avivaba que le tratase con desprecio. Pero él estaba seguro de que la naturaleza divina del universo llegaba a ese inhóspito lugar donde le tocó nacer, y la ley del karma es la misma en lo pequeño o en lo grande, todo regresaría de alguna u otra manera, un día esa niña sentiría esa idiotez por alguien y se daría cuenta de cuanto le hacía sufrir. Sirio despertó sudando. Había recordado en un flash, todo lo malo que había pasado en su corazón, algo que guardaba en lo más recóndito, y que le subía a la mente para hacerle sentir idiota cada vez que podía. En ese instante se dijo a sí mismo que le pagaría con la misma moneda, haría de tripa corazón, y cumpliría su promesa con Xenia, para luego dejar las cosas como si nada hubiera pasado. Por más doloroso que fuera para él, tendría que hacerlo. Era imposible que esa relación prosperara, debido a la condición principesca de Xenia, aunque ella sintiera lo mismo, era algo imposible.
Era viernes, ya acababa esa tormentosa semana en la Academia, Sean suspiraba, a pesar de ser insoportable, Amatista era una chica hermosa, y le causaba sensaciones extrañas cuando se acercaba demasiado a él. Suponía que estaba enamorándose, pero como eso era algo desconocido para él, rápidamente retiraba esos pensamientos. El tonto de Hubble haría otra fiesta ese sábado, y Amatista le dijo que iría, aunque se moría de ganas, sabía que no podía asistir, ya que estaba castigado desde hacia semanas, y le quedaban unos días más. Ni hablar de Sirio, le había dicho que no le gustan los tumultos de gente, Sean estaba convencido de que su hermano era un ente avejentado encerrado en un cuerpo joven. Así que se le ocurrió una gran idea, ya que parecía ser una persona razonable, y veía todo de una forma más "adulta", aprovecharía para preguntarle su parecer respecto a Amatista. Ella se había pasado toda la semana preguntándole sobre Sirio, y Sean se cansó de decirle que acababa de conocerlo esa semana, que no tenía idea de nada. En parte era cierto, y en parte, sentía mucha rabia de que estuviera tan obsesionada con su hermano. Pero era obvio, era el número uno, todas estaban obsesionadas con él. Al menos, eso pensaba Sean.
Esmeralda buscaba en su cartera la fotografía que había traído para poner en su escritorio. Su compañera Jenna, recién había regresado de sus minivacaciones, estaba hablando por teléfono, como siempre, con un amante de turno. Cuando colgó el teléfono, justo Esmeralda tenía la fotografía en sus manos.
-¡Ya mismo me cuentas que sucedió el viernes! Leí en los periódicos que se incendió esta oficina, y que fuiste rescatada por un agente de la Academia.
-... bueno si, es cierto.
-pero como es que esta todo tal cual como cuando me fui?
-es que el incendio, fue causado por una llama especial, la llamada flama azul de Calisto... y quien me rescató fué... el padre de Sean.
-¿qué? ¡no es cierto!
-¡si es cierto!
-¿el hijo de Gordon?
-si, él mismo... mira- se levantó y se acercó para mostrarle una foto donde estaban Ralph y Sirio- Él es Ralph y él es Sirio.
-¡que guapo es Ralph! ¿y ese muchacho?
-es mi otro hijo...
-¡no es cierto!
-¡que sí es cierto Jenna!
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Código Delta
Science FictionRalph Yashima había pasado 14 años encarcelado por un "Crimen" que cometió contra la Academia Ikosuka Laucania. En aquellos tiempos, solía ser el mejor alumno de la clase, y además tenía como novia a la chica más codiciada de la academia...