Peter llegó al orfanato hace ya algunos años. Recordemos aquel momento.
Helena, una de las mujeres que se encargaban de la limpieza del orfanato, era una joven de treinta años que usaba su cabello negro y largo atado con una coleta. Solía cantar canciones en italiano mientras realizaba el aseo del lugar. Una amplia sonrisa siempre habitaba en su rostro, y esta era una de las cosas que hacían que todos los niños le tuvieran un cariño especial.
Una noche, a las 22:30 hs. exactamente, Helena estaba repasando los candelabros de bronce de la recepción del orfanato. Sí, ella solía comenzar la limpieza cuando todos los niños ya se habían acostado a descansar en sus lechos, porque en cualquier otro horario siempre había algún chiquillo corriendo por los pasillos. Lo gracioso es que el problema de Helena no era que los niños la molestaban mientras limpiaba, sino que ella se moría por las ganas de jugar con ellos cuando oía sus risitas traviesas inundando los pasillos, y no podía por sus tareas de limpieza. Entonces prefería repartir su tiempo de esa manera. En fin, ¿dónde estábamos? Oh, cierto. Aquella noche, a la muchacha le pareció oír un sonido extraño que parecía provenir desde el lado de afuera de la enorme puerta del orfanato. Bajó de la pequeña escalerilla en donde estaba parada para alcanzar su objetivo a limpiar y caminó hacia la entrada. Rozó levemente la madera con la palma de su mano y dio un respingo cuando unos pequeños golpecitos la azotaron desde el otro lado.
Helena no dudó en hundir las manos en el gran bolsillo de su delantal y hurgar en él para luego sacar un juego de llaves. La más grande, pesada, de hierro y con color plateado viejo era la indicada para abrir aquella gran puerta. La insertó en la cerradura y giró aunque con algo de temor. No era normal que alguien deambulara por las afueras del orfanato a esas horas. Cuando logró abrir la puerta en una rendija lo suficientemente grande como para pasar su cuerpo, finalmente vio lo que había allí (o más bien quién). Llevó ambas manos a su pecho y abrió sus ojos en demasía mientras su boca formaba una pequeña o.
En medio del gran pórtico se encontraba un niñito. No aparentaba tener más de cuatro años de edad. Estaba bien parado allí, mirando hacia arriba, aunque gran parte de sus ojitos eran cubiertos por un gorro de lana verde que tenía puesto, le quedaba bastante grande y caía sobre ellos. Estaba vestido solamente con una camiseta blanca, un chaleco marrón encima de ella, un pantaloncito de color verde oscuro que apenas pasaba sus rodillas, y sus pies estaban descalzos, pisando aquel piso de piedra. A Helena le impresionó la poca cantidad de ropa que tenía puesta el chiquillo, ya que era una noche muy fría de invierno en Londres y el viento daba fuertes soplidos que más bien parecían rugidos.
Helena miró hacia los lados, izquierda y derecha. Nadie se encontraba allí. Solamente aquel jovencito parado enfrente de ella. Se arrodilló para estar a su altura y con su mano derecha, con toda la delicadeza del mundo levantó apenas unos dos centímetros el gorrito del niño, para permitirse ver un par de ojitos verdes que tenían un brillo que jamás había visto en su vida.
— ¿Quién eres, niño? — Habló la muchacha sonriendo con dulzura.
— Peter. — Respondió el jovencito con una vocecita aguda y melodiosa.
— ¿Cuántos años tienes?
— No lo sé.
— ¿Y de dónde vienes?— Helena pensó que el chiquillo se había perdido y tocó la puerta porque vio luz.
— No lo sé.
— ¿Dónde está tu mami?
— Hm... No tengo mami. — Contestó. Helena no pudo evitar una horrible expresión de tristeza, pero él continuaba con aquel brillo expectante en ambos ojos.
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Peter Pan [Gay/Yaoi]
Fanfiction[TERMINADA] Todos los niños crecen, excepto uno. Peter Pan es un niño común y corriente que vive en un orfanato junto a otros niños en sus mismas condiciones. Se llaman a sí mismos Los niños perdidos. Entre ellos hay uno en particular que mantiene u...