Capítulo 5: No quiero crecer

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Era cierto que muchas veces surgían escenas de celos entre Peter y James. Generalmente de parte del pelinegro de ojos azules. Pero enseguida volvían a hacer las paces y continuaban siendo los niños más felices del mundo. Fuera de eso, no existía ningún otro conflicto en aquella relación tan perfecta.

Pero un día, exactamente un diecinueve de julio, sucedió que Peter se dio cuenta de algo que comenzó a inquietarlo.  

— ¡Feliz cumpleaños, James! — Helena depositó un cálido beso en la mejilla del pelinegro de ojos azules.

— Feliz cumpleaños, amiguito. — Felicitó George, el jardinero del orfanato.

— ¡Feliz cumpleaños, Garfio! — Gritó Peter mientras venía corriendo hasta donde estaba su mejor amigo. Se lanzó hacia él y le dio un enorme y fuerte abrazo, seguido de un beso en la mejilla que consiguió sonrojar al cumpleañero. Él quería ser el primero de los niños en felicitarlo. Detrás estaban Curly, Slightly, Tootles y los demás.

— ¡Yo también quiero darle un fuerte abrazo a mi niño! — Exclamó Raquel mientras se acercaba a él para tomar las mejillas de James. — Feliz cumpleaños, pequeño.

— Ya no soy tan pequeño. — Respondió James sonrojado. —  Acabo de cumplir catorce años. — Recalcó. 

— Es cierto. — Comentó Helena. — James pronto será un hombre. Ya se están notando cambios. — Dijo graciosa.

— ¿Cambios? — Preguntó Peter con expresión confusa. — ¿Cómo que será un hombre? 

— James será como George. — Habló Raquel con gracia.

Peter llevó su vista hacia donde estaba George. El pobre jardinero no hacía más que trabajar en el jardín siempre. A veces paraba porque se cansaba. Una vez estuvo en el hospital y no pudo estar en el jardín por un largo tiempo, pero luego volvió. Y aunque se lo veía feliz allí, Peter siempre pensaba que su vida parecía muy aburrida. 

En realidad, creía que todos los adultos tenían vidas aburridas y complicadas. Peter siempre jugaba con James y con los demás niños. Era completamente feliz. Y cada vez que veía a los mayores con sus problemas de salud, responsabilidades, hablando sobre dinero, quejándose por el clima, teniendo que trabajar, etc. se preguntaba cómo harían ellos para ser felices. Y siempre llegaba a la conclusión de que un adulto nunca, jamás podría vivir con la misma felicidad con la que hacen los niños. Entonces no le gustaba pensar que algún día iba a crecer. Ni siquiera se cruzaba por su cabeza. Él solo vivía.

— Pero seguirá siendo Garfio. — Afirmó Peter con seriedad.

— Por supuesto que seguiré siendo Garfio, Pan. — Dijo James a su amigo con una sonrisa.

El pequeño castaño sonrió con alegría y comenzó a correr hacia el patio, sabiendo que su amigo lo seguiría.

La noche había llegado y todos los niños del orfanato estaban durmiendo en sus camas. Incluso Peter y James, aunque éstos hayan sido los últimos en dormirse. Estuvieron ambos sobre la cama de arriba, o sea la Peter, hablando hasta tarde. O más bien susurrando para que los demás no despierten. Les encantaba quedarse charlando en una sola cama. Lo malo era que las señoras del orfanato solían retarlos cada vez que hacían eso. Antes lo permitían sin problemas, pero ya hacía algunos años que se demostraban molestas cada vez que los veían durmiendo juntos. Entonces ellos trataban de no dormirse y cuando les daba sueño se cambiaban de cama para evitar cualquier percance.

Esa noche ocurrió que los dos se quedaron dormidos antes de que James pueda volver a su respectiva cama. Pero por suerte, Peter despertó cuando aún estaba oscuro.

El castaño abrió sus ojos y vio a su amigo de cabellos largos y negros completamente dormido a su lado.

  — Garfio. — Susurró Peter. Pero James no respondía. — Garfio. — Volvió a pronunciar, ésta vez dando golpecitos en su brazo.

— ¿Qué pasa, Pan? — Habló éste por fin, aunque estando más dormido que despierto.

— Debes volver a tu cama, antes de que nos vea Helena o alguien.

— Sí, ya voy. — Respondió, pero seguía sin moverse.

— Garfio, te van a retar. — Insistió Peter. 

— Ya voy. — Repitió James.

— Yo voy a beber un vaso de agua a la cocina. Tengo sed. — Anunció el castaño bajando de la cama.

Peter iba caminado tranquilamente hacia la cocina. Le daba algo de miedo, porque todo el orfanato estaba oscuro, y el pasillo que debía recorrer era bastante largo. Pero de pronto, aquel miedo se fue, porque vio una luz en la cocina. Luego aquella luz le extrañó. Debería estar apagada. 

A cada paso que daba, le parecía oír algunas voces. Entonces comenzó a caminar con más lentitud. Hasta que cuando estuvo muy cerca de la cocina, pudo oír perfectamente. Eran las voces de Raquel y Helena. Peter sonrió al saber que eran ellas y volvió a acelerar el paso para por fin conseguir su vaso de agua. Pero de pronto, algo volvió a detenerlo. Oyó que las dos estaban hablando de James.

— Pero, Raquel. Tienes que aceptarlo. — Habló Helena. — Todos los años pasa. Ya estamos acostumbrados a esto. 

— Pero James es un niño muy especial para mí. — Dijo Raquel. — Quiero a todos los chicos del orfanato y sufro cada vez que uno cumple su mayoría de edad y se va. Pero no sé por qué me pongo tan mal cada vez que él cumple años, pensando en que cada vez falta menos para sus dieciocho..

Las cejas de Peter se alzaron en lo alto y su pequeña boquita formó una "o". Prefería seguir escuchando desde el pasillo. Sabía que si entraba a la cocina, iba a interrumpir. Quería enterarse qué estaban hablando sobre su amigo.

— Todos vamos a sufrir. Los niños también. Es especial Peter. Son inseparables. — Comentó la voz de Helena, haciendo sonreír al castañito. — Además, James apenas tiene catorce.

— Pero en cuatro años se irá. — Dijo Raquel a la vez que se oyó un sollozo.

— Es así, Raquel... — Volvió a hablar la muchacha. — Todos los niños crecen.

"Ay, ¡no, no, no!" susurró Peter para sí mismo mientras que colocaba ambas manos en sus oídos. "Yo no quiero que crecer". El pequeño no quiso seguir oyendo aquella conversación tan horrible. "No quiero que Garfio crezca" dijo ahora formando un puchero con su boca.

 

Peter Pan [Gay/Yaoi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora