CAP 10

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El patrón en mi vecindario ha cambiado esta tarde; algo anda mal. La gente espera en la parada del Tren Aéreo con rostros reservados, sin hablar  entre sí. Suben sin los saludos acostumbrados a los que estamos bajando. Un pequeño aero-coche blanco, un vehículo Oficial, se halla acercándose a una casa con contraventanas azules en nuestra calle. Mi casa. Bajando apresuradamente las escaleras de metal de la parada del Tren Aéreo, busco más cambios en el patrón mientras camino. Las aceras no me dicen nada. Están limpias y blancas como siempre. Las casas cerca de la mía, bien cerradas, me dicen un poco más: si esta es una tormenta, será esperada detrás de puertas cerradas. El Tren de aterrizaje del aero-coche está delicadamente extendido, asentado sobre el césped. Detrás de las sencillas cortinas blancas en la ventana, veo figuras moviéndose. Subo de prisa los escalones y vacilo en la puerta. ¿Debo tocar? Mantén la calma, mantente lúcida, me digo a mí misma. Por alguna razón me imagino el azul de los ojos de Ky y puedo pensar mejor, dándome cuenta de que interpretar la situación correctamente es parte de lograr pasar por ella a salvo. Esto podría ser cualquier cosa. Podrían estar verificando el sistema de distribución de alimentos, casa por casa. Eso sucedió una vez, en una Delegación cerca de aquí. Me enteré de ello. Esto podría no tener nada que ver conmigo. ¿Están diciéndoles a mis padres sobre la cara de Ky en la microtarjeta? ¿Saben lo que mi abuelo me dio? No he tenido la oportunidad de destruir los poemas todavía. El papel se encuentra todavía en mi bolsillo. ¿Alguien además de Ky me vio leyéndolo en el bosque? ¿Era el zapato del Oficial el que rompió la rama? Esto podría tener que ver conmigo.No sé qué pasa cuando la gente rompe las reglas, porque aquí en la Delegación no las rompen. Hay citaciones menores emitidas de vez en cuando, como cuando Bram está retrasado. Pero esas son cosas pequeñas, pequeños errores. No son grandes errores, o errores cometidos con un propósito. Infracciones. No voy a tocar. Esta es mi casa. Respirando hondo, giro el pomo de la puerta y la abro. Alguien me espera en el interior. —Estás de vuelta —dice Bram, con alivio en su tono. Mis dedos se aprietan alrededor del trozo de papel en mi bolsillo, y miro en dirección a la cocina. Tal vez pueda ponerlo en el tubo de incineración y meter los poemas en el fuego de abajo. El tubo registrará una sustancia extraña; el papel grueso es completamente diferente de los artículos de papel —servilletas, impresiones, sobres de entrega— que se nos permite desechar en nuestras residencias. Pero a pesar de eso podría ser más seguro que mantenerlo. No se pueden reconstruir las palabras después de haberlas quemado. Capturo un vistazo de un Oficial Biomédico con una bata de laboratorio larga y blanca pasando a través del pasillo a la cocina. Suelto los poemas, saco mi mano de mi bolsillo. Vacía. —¿Qué pasa? —le pregunto a Bram—. ¿Dónde están Papá y Mamá? —Ellos están aquí —dice Bram con voz temblorosa—. En su habitación. Los Oficiales vinieron a cachear a Papá. —¿Por qué? —Mi padre no tiene los poemas. Ni siquiera sabía acerca de ellos. Pero, ¿acaso importa? La clasificación de Ky es causa de la Infracción de su padre. ¿Mi error cambiará a toda mi familia? Tal vez al fin y al cabo el compacto es el lugar más seguro para los poemas. Mis abuelos los mantuvieron escondidos allí durante años.—Ya vuelvo —le digo a Bram, y entro a hurtadillas en mi habitación y saco calladamente el compacto de mi closet. Lo giro. Abro la base, meto el papel. —¿Alguien entró? —un Oficial en el pasillo le pregunta a Bram. —Mi hermana —dice Bram, sonando aterrorizado. —¿Adónde fue? Lo giro, otra vez. El compacto no cierra bien. Una esquina del papel sobresale. —Ella está en su habitación, cambiándose de ropa. Se puso toda sucia por el senderismo. —La voz de Bram suena más estable ahora. Está encubriéndome, sin siquiera saber por qué. Y está haciendo un buen trabajo, también. Oigo pasos en el pasillo y abro la parte trasera del compacto, meto la esquina. Lo giro, se produce un chasquido sordo. Por fin. Con una mano, bajo el cierre de mi ropa de civil; con la otra, pongo el compacto de vuelta en el estante. Vuelvo la cabeza cuando la puerta se abre, con sorpresa e indignación en mi cara. —¡Me estoy cambiando! —exclamo. El Oficial inclina la cabeza hacia mí, al ver las manchas de suciedad en mi ropa. —Por favor, venga al vestíbulo cuando haya terminado —dice—. Rápido. Mis manos sudan un poco mientras me quito la ropa que huele a bosque y la pongo en el receptáculo de ropa sucia. Luego, me pongo ropa de civil, quitándome todo lo que pueda lucir u oler a poesía, salgo de mi habitación. —Papá nunca entregó la muestra de tejido del abuelo —dice Bram en un susurro una vez que vuelvo al vestíbulo—. Lo perdió. Es por eso que están aquí. —Por un momento, la curiosidad reemplaza su pánico—. ¿Por qué tuviste que cambiarte la ropa tan rápido? No estabas tan sucia.—Estaba sucia —le susurro de vuelta—. Shh. Escucha. —Oigo murmullos de voces en la habitación de mis padres, y luego la voz de mi madre, alzada. Y no puedo creer lo que Bram me dijo. ¿Mi padre perdió la muestra del abuelo? El dolor atraviesa el miedo dentro de mí. Esto es malo, muy malo, que mi padre haya cometido un error tan enorme. Pero no sólo porque podría significar un problema para él y para nosotros. Porque significa que el abuelo se ha ido realmente. No lo pueden traer de vuelta sin la muestra. De pronto, espero que los Oficiales encuentran algo en nuestra casa después de todo. —Espera aquí —le digo a Bram, y voy a la cocina. Un Oficial Biomédico se encuentra cerca del receptáculo de los desechos agitando un dispositivo arriba y abajo, adelante y atrás, una y otra vez. Da un paso y comienza los movimientos otra vez en un nuevo lugar en la cocina. Veo las palabras impresas a lo largo del lado del objeto que sostiene. Instrumento de Detección Biológica. Me relajo un poco. Por supuesto. Tienen algo para detectar el código de barras grabado en el tubo usado en el abuelo. No tendrán que destrozar la casa. Tal vez no encuentren el papel después de todo. Y tal vez encuentren la muestra. ¿Cómo pudo Papá perder algo tan importante? ¿Cómo pudo perder a su propio padre? A pesar de mis instrucciones, Bram me sigue a la cocina. Él toca mi brazo y volvemos al vestíbulo. —Mamá sigue discutiendo allí —dice, señalando la habitación de nuestros padres. Agarro la mano de Bram y la mantengo apretada. Los Oficiales no necesitan cachear a mi padre, tienen los Instrumentos de Detección para decirles dónde buscar. Pero supongo que tienen que plantear su punto: Mi padre debió haber tenido más cuidado con algo tan importante. —¿Están cacheando a Mamá, también? —le pregunto a Bram. ¿Todos vamos a compartir la humillación de nuestro padre? —No lo creo —dice Bram—. Sólo quería estar ahí con Papá. La puerta del dormitorio se abre y Bram y yo saltamos fuera del camino de los Oficiales. Sus batas blancas de laboratorio los hacen parecer altos y muy limpios. Uno de ellos se da cuenta que estamos asustados, y nos da una pequeña sonrisa destinada a tranquilizar. No funciona. No puede devolver la muestra perdida o la dignidad de mi padre. El daño está hecho. Mi padre camina detrás de los Oficiales, pálido y triste. En cambio, mi madre se ve enrojecida y enojada. Ella sigue a mi padre y a los Oficiales a la sala de estar, y Bram y yo nos quedamos en la entrada para ver qué pasa. No encontraron la muestra. Mi corazón se hunde. Mi padre está parado en el centro de la sala mientras el Equipo Biomédico lo regaña. —¿Cómo pudo hacer esto? Él niega con la cabeza. —No lo sé. Es imperdonable. —Sus palabras suenan planas, como si las hubiera repetido tantas veces que ha renunciado a cualquier esperanza de que los Oficiales le crean. Se para derecho, como siempre hace, pero su rostro se ve cansado y viejo. —Acepta que no hay manera de traerlo de vuelta ahora —le dicen. Mi padre asiente con la cabeza, su rostro lleno de miseria. A pesar de que estoy enojada con él por perder la muestra, puedo decir que se siente muy mal. Por supuesto que sí. Se trata del abuelo. A pesar de mi enojo, me gustaría poder tomar la mano de Papá, pero hay demasiados Oficiales a su alrededor. Y yo estoy llena de hipocresía. Hoy hice algo en contra de las reglas, también, y lo que hice fue intencional. —Esto puede acarrearle algunas sanciones en el trabajo —le dice una de los Oficiales a mi padre, en un tono tan malicioso que me pregunto si ella misma recibirá una citación. Se supone que nadie habla de esta manera. Incluso cuando se produce un error, no se supone que las cosas se tornen personales—. ¿Cómo se puede esperar que se encargue de la restauración y disposición de artefactos si ni siquiera puede seguirle la pista a una muestra de tejido? ¿Sobre todo sabiendo cuán importante era? Uno de los otros Oficiales dice en voz baja: —Perdió la muestra que pertenecía a su propio padre. Y luego no reportó la pérdida. Mi padre se pasa la mano sobre los ojos. —Tenía miedo —dice. Él sabe la gravedad de la situación, no necesita que se la digan. La cremación ocurre pocas horas después de la muerte. No hay manera de obtener otra muestra. Se ha ido. Él se ha ido. El abuelo se ha ido realmente. Mi madre presiona sus labios muy juntos y sus ojos brillan, pero su enojo no es para mi padre. Ella está enojada con los Oficiales por hacer que él se sienta peor de lo que ya lo hace. A pesar de que no hay nada que decir, los Oficiales no se van. Pasan algunos minutos de frío silencio durante los cuales no se dice nada y todos pensamos sobre cómo ya nada puede salvar a mi abuelo. Un timbre suena en la cocina; nuestra cena ha llegado. Mi madre sale de la sala. Oigo los sonidos que hace tomando la entrega de alimentos y poniéndola sobre la mesa. Cuando regresa a la sala, sus zapatos hacen sonidos serios y punzantes en el piso de madera. Ella actúa en serio. —Es hora de comer —dice ella, mirando a los Oficiales—. Me temo que no han enviado ninguna porción extra.Los Oficiales se encrespan un poco. ¿Está ella tratando de despedirlos? Es difícil de decir. Su rostro parece franco, su tono compungido pero firme. Y ella es muy hermosa, con su cabello rubio que cae enrollado por su espalda y sus mejillas enrojecidas. Se supone que nada de eso importa. Pero de alguna manera, lo hace. Y además. Incluso los Oficiales no se atreven a interrumpir mucho la hora de comer. —Vamos a reportar esto —dice el más alto—. Estoy seguro de que una citación de primer orden se emitirá, con el siguiente error trayendo como consecuencia una Infracción completa.  Mi padre asiente con la cabeza; y mi madre vuelve a mirar a la cocina, para recordarles que la comida está aquí y se está enfriando, probablemente perdiendo los nutrientes. Los Oficiales inclinan la cabeza bruscamente hacia nosotros y, uno a uno, se van, caminando por el vestíbulo, más allá del puerto, y salen por la única puerta de la casa. Después de que salen toda nuestra familia suspira con alivio. Mi padre se vuelve hacia nosotros. —Lo siento —dice—. Lo siento. —Mira a mi madre y espera que ella hable. —No te preocupes por eso —dice ella con valentía. Sabe que mi padre tiene ahora un error registrado en su contra en la base de datos permanente. Sabe que eso significa que el abuelo se ha ido. Pero ama a mi padre. A veces pienso que lo ama demasiado. Creo que en este momento. Porque si ella no está enojada con él, ¿cómo puedo estarlo yo? Cuando nos sentamos a cenar mi madre lo abraza y apoya la cabeza en su hombro por un momento antes de entregarle sus utensilios de aluminio. Él extiende la mano para tocarle el pelo y la mejilla. Al verlos, me digo a mí misma que algún día algo como esto podría sucedernos a Xander y a mí. Nuestras vidas estarán tan entrelazadas que lo que uno de nosotros haga afectará al otro hasta los extremos, como el árbol que mi madre trasplantó en el Arboretum. Ella me lo mostró cuando fui a visitarla. Era pequeño, un árbol bebé, pero a pesar de eso enredado con las cosas a su alrededor y requería cuidado al moverlo. Y cuando por fin lo sacó, sus raíces se aferraban a la tierra de su antiguo hogar. ¿Ky hizo eso, cuando vino aquí? ¿Trajo algo con él? Eso habría sido difícil; tuvieron que cachearlo muy cuidadosamente, él tuvo que adaptarse muy rápidamente. Sin embargo, no veo cómo no pudo traer algo. Secreto, tal vez, interno, intangible. Algo que lo sustenta. Algo de casa. 

Juntos(Ally Condie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora