Capítulo 8. Los siete pecados.

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Estamos castigados, era evidente que esto ocurriría algún día, en cuanto mis padres llegaron, le pidieron un reporte de todo a Shahid y a Shakir, los dos por el contrato no les podían mentir, por lo que les terminaron contando todo, mi padre los reprendió, sobre todo a Shakir por dejar a mi hermana sola, pero aunque ambos están castigados me alegra saber que no fueron mandados con el verdugo Inglés, yo estoy confinada a mi habitación por tres meses, solo escucho las clases de magia de Tamir, quien me empezara a enseñar más ataques con el metal, luego Sasha me cuenta que ha hecho mi hermana, quien igual está castigada, el único motivo por el que Sasha me visita es porque debe darme clases, se supone que Sasha era maestra de historia especializada en mitología, una maestra muy joven y liberal hace cincuenta años, aunque la verdad tiene más pinta de adolescente rebelde que otra cosa.

-Señorita Strauss -me reprendía Tamir- debe prestar más atención a las clases, deje de divagar.

-Si señor –le contesté con voz firme y me concentre de nuevo en la lectura sobre la historia del metal- aun no entiendo de que me servirá todo esto, a fin de cuentas lo que importa es decir las palabras correctas ¿no?

-Lo que usted está diciendo es una barbaridad, para trabajar con cualquier material o elemento es necesario saber su historia, su procedencia, para que así pueda comprenderlo, saber sus cualidades y la forma de tratarlo, solo así podrá controlarlo completamente.

-Vale, he entendido.

-Ahora le haré una pregunta, ya ha leído tres libros sobre el metal, por lo que debe conocerlo bien; ¿Qué piensa usted del metal?

-¿Hmm... que pienso del metal?

-Sí, si el metal fuese una persona; ¿Cómo sería?

-Bueno... yo creo que... sería un hombre alto y frio, fuerte pero a la vez cambiante y dócil, ya que lo domina el fuego y lo moldea a su gusto, también cuadrado, ya que el hielo lo puede debilitar o mejor dicho endurecer, no permite que cambie ni que tome otra forma fácilmente en el frio, en pocas palabras, un hombre que debe mantenerse en el centro de todas las cosas, ya que demasiado calor, lo cual representa el amor, puede hacer que cambie y se convierta en lo que uno desea, así pierde su voluntad pero es más peligroso, y en el frio, lo cual representa el resentimiento o la soledad, disminuye sus cambios no puede moldearse o se romperá y jamás volverá a ser el mismo, aunque será más resistente si conserva su forma original ya que el frio lo hizo ser así.

-No está nada mal su descripción.

-Entonces... ¿Puedo aprender ya algunos hechizos?

-Sí.

El hechicero comenzó a caminar por mi habitación y presiono un botón detrás del libro de pociones, acto siguiente mi taburete se movió dejando a la visa un pasillo.

-No le diga a su padre que le mostré la entra secreta a mi salón de entrenamientos, o me reprenderá, ya que así podría escapar.

-¿Cómo escaparía si solo lleva a un aburrido salón?

El mago Tamir me observó con severidad, sus negros ojos que carecían de voluntad pero estaban llenos de sabiduría, después de mirarme un rato él se aproximó a mí con un paso lento, mientras tomaba su túnica café y cuando estuvimos de frente me dijo.

-No es solo un viejo estudio señorita, y ese no es único pasadizo de esta habitación, así como tampoco es aburrido el salón, este lugar tiene más misterios de los que usted imagina.

-¿Cómo cuáles? –lo miré retadoramente.

-Solo tu profesora, la que conoce la historia de esta casa y de todos nosotros puede decirte. ¡Ahora vamos, no por vivas eternamente debas dedicarte a desperdiciar el tiempo, mi tiempo!

El último latido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora