Unos estruendos provenientes de mi puerta retumbaron en mi cabeza. Salí de la bañera, tomé una pequeña toalla y caminé tambaleándome para abrirla. Respiré hondo antes de girar la perilla, y ahí estaba él. Su cabello oscuro y rizado caía en suaves ondas alrededor de su rostro. Sus ojos verdes y expresivos irradiaban una serenidad calmada, perfectamente complementados por sus cejas bien definidas y ligeramente arqueadas. Su nariz recta y proporcionada, junto con esos labios finos que siempre formaban una expresión amigable, lo hacían irresistible. Y ese cuello largo y elegante, visible debido a la camisa blanca que llevaba puesta, le daba un aspecto pulcro y ordenado. ¡Santo cielo, cómo me gustaba!
—¡Oh, por Dios! —exclamó mientras intentaba cargarme—. ¿Estás bien? —dijo Ev mientras me ponía en la cama.
—Sí —susurré, sintiendo la peor resaca de mi vida.
—No, eso no es estar bien. Te llevaré al hospital —dijo mientras se rascaba las mejillas con esas uñas que siempre usaba cuando estaba nervioso. Sabía que, si no lo tranquilizaba, se haría unos rasguños considerables.
—No, escucha. Estoy bien, solo necesito hidratarme y vomitar el veneno —me dirigí al sanitario para sacar todo el licor que había en mi organismo.
—Sabes, no me gusta cuando dices veneno. No sé si realmente tomaste veneno o si te refieres al alcohol —comentó mientras trataba de arreglar un poco mi cuarto. Su rostro ovalado y esa piel clara y suave sin imperfecciones solo reflejaban confusión. Estaba luchando con todas sus fuerzas por no llevarme a rastras al hospital.
Tomé un cóctel de medicamentos para la resaca y un suero que tenía preparado en el baño, cepillé mis dientes y observé mi rostro. Estaba hecha un desastre, sin rastro de maquillaje y con los ojos hinchados por el llanto que mis recuerdos habían desencadenado en la bañera. Después de unos minutos, comencé a recobrar mi aliento y, prácticamente, mi alma.
—Te quiero demasiado para dejar que te sigas haciendo esto —estaba preocupado, sentado a la orilla de la cama.
—Ese es el problema de muchas personas que me quieren e intentan ayudarme. Yo me odio, Ev, y no quiero vivir en esta realidad. No te merezco. No puedes cargar con una responsabilidad como yo —le brinde una palmadita en el hombro. Esta era la principal razón por la que, a pesar de todo el amor y deseo que sintiera por Ev, no podía tener una relación con él. No se merecía esto.
Observé su rostro. Parecía no aceptar que se lo recordara. Bueno, nadie aceptaba tener a una alcohólica en su familia o círculo de amigos; por esa razón, solo contaba con pocas personas a mi lado.
—Ven, yo invito el café — comencé a vestirme. No me importaba ir desnuda y que me viera Kevin, el chico de la cafetería, quien era la persona que más había visto mi cuerpo y con quien más me había liado.
—Debo ser la persona más estúpida del mundo —dijo mientras me sostenía de la cintura. —Mírate, tienes resaca, acabas de vomitar y aun así te ves hermosa —intento besarme. Me aparté de inmediato.
—No quiero hacerte más daño —musité casi sin aliento.
—Pero ya me lo has hecho, y cada día que te esfuerzas por lastimarte es como si me enterraras una daga en el pecho —parecía que pequeños cristales de agua se formaban en sus ojos. Esos hermosos ojos que odia decepcionar.
—Debes dejar de ser tan dramático o te tiraré todas esas novelas que estás leyendo —respondí fría, sosteniéndole la barbilla, que complementaba la forma ovalada de su rostro. Debía ahogar esos sentimientos en cuanto aparecían.
Nos dirigimos a la cafetería más cercana a mi departamento. Comencé a sentirme incómoda a su lado. Él me contaba sobre sus nuevas hazañas en el trabajo y se quejaba de cómo lo explotaban, pero amaba lo que hacía, así que era una guerra entre amor y odio.
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Azúcar Y Sal
RomanceEn un mundo saturado de ruido, donde las expectativas y juicios ajenos invaden cada rincón de nuestra mente, una joven lucha por encontrar su voz en medio del caos. Ella se enfrenta a un torbellino de emociones y conflictos internos que amenazan con...