Capítulo 5

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Logré que se orillara. El enojo y el miedo acumulados dentro de mí no me dejaban pensar con claridad. No sabía si me había engañado y ya sabía quién era, buscando la oportunidad para acercarse a mí, o si de verdad le gustaba y todo había sido una coincidencia del destino. Sentí la bilis subir por mi garganta. Agité las manos lentamente, intentando calmar mis nervios y evitar vomitar.

—No es lo que piensas —dijo, tratando de calmarme con suaves círculos en mi espalda. ¿Por qué movía las manos de esa manera? ¿Quién demonios le había dicho que yo era un animal que tenía que calmar así?

—Entonces, ¿qué es? Dime, ¿qué debo pensar? ¡De pronto me reconociste en la cafetería y te pareció perfecto invitarme a salir, a mí, "el desastre andante", como diría tu valioso padre! —grité, sin preocuparme si alguien nos veía.

Sonrió, apretando el contorno de sus labios. Al parecer, no le había hecho gracia lo que le estaba gritando, o quizás no le gustaba que le gritaran. Pero ahora no me interesaba lo que le gustara. Segundos después, su sonrisa genuina hizo que mi enojo se transformara en una dulce agonía. ¿Qué rayos me estaba pasando?

—¡¿POR QUÉ DEMONIOS SONRÍES?! —grité con todas mis fuerzas. Me acerqué y comencé a golpearlo débilmente en el rostro.

Tomó mis manos con una sola de las suyas y, con la otra, rodeó mi cintura. Me levantó y me puso sobre sus hombros, llevándome de nuevo al auto. Sin decir nada, seguí golpeándolo en la espalda hasta que me dejó en el asiento.

—Eres increíblemente sexy hasta cuando te enfadas —dijo al subir.

Sus palabras me dejaron perpleja. ¿A qué rayos estaba jugando? ¿Le parecía gracioso verme retorcerme de enojo o simplemente disfrutaba verme sufrir?

—Escucha, todo lo que dijo mi padre fueron sus palabras, no las mías. Te admiro muchísimo. Por eso le pedí que fuera contigo, pero no sabía que actuaría de esa manera. Mandé miles de correos de disculpa. Nunca devolviste mis llamadas —dijo, mientras seguía conduciendo.

Recordé que Sebastián manejaba mis llamadas; seguramente no quiso añadir más inseguridad a mi autoestima. Dejé de mirarlo y comencé a ignorarlo. Durante todo el camino, sus palabras se desvanecieron mientras recordaba las de su padre: "Son imbéciles si piensan que una niña puede llevar una campaña, solo mírenla, no puede ni mantenerse sobria". ¿Por qué siempre me metía en situaciones tan cuestionables?

Hay una frase que siempre decía mi padre: "Dios no te complica la vida, tú te la complicas solo". Y tenía razón. Hay momentos en la vida en los que nos volvemos tontos, confundimos las buenas decisiones y nos frustramos al elegir las malas. Nos lamentamos de por qué solo nos suceden cosas malas, pero si nos diéramos cuenta de que en realidad nosotros las elegimos, veríamos que está en nuestro poder empezar a tomar decisiones que nos lleven a mejores resultados.

Pensamos que la sociedad está en nuestra contra y que la moralidad no nos importa, pero si no cruzáramos esa línea de la sociedad y la moralidad, no nos haríamos daño a nosotros mismos. Sin embargo, queremos demostrar que podemos ir más allá de lo que somos capaces de soportar, y solo terminamos autodestruyéndonos, tal como yo lo estaba haciendo.

Llegamos a una pequeña cabaña. Me pregunté si me gustaría morir allí, en medio del polvo, la humedad y rodeado de árboles por todas partes; ni siquiera los pájaros escucharían mis gritos. Había llegado bastante lejos, pensando que la depresión acabaría conmigo, pero qué sorpresa: mi némesis, como él mismo se había autodenominado, sería quien acabaría con mi vida.

"Al mal paso darle prisa," me dije para mis adentros. Bajé del auto y caminé hacia la cabaña. Él abrió la puerta, revelando un interior completamente a oscuras. Entré sin preguntar, sin titubear, directa hacia lo que fuera que hubiera dentro.

—¡SORPRESA! —gritaron al unísono. Ahí estaban mis malditos amigos. Mi rostro se transformó en una mueca de incredulidad.

—Sabíamos que no te resistirías a una aventura así de peligrosa —dijo Julieta, mientras CJ hacía una reverencia. CJ, la persona con más brillo que había conocido me encantaba su piel bronceada, que parecía reflejar la luz en cada rincón. En contraste, mi piel era pálida y sin vida. Sus ojos marrones, llenos de energía y diversión, siempre me invitaban a lanzarme a nuevas aventuras. CJ era ese chico con el que nunca tendrías una mala noche, siempre dispuesto a bailar, divertirse y reír. Amaba tanto a CJ; era el hermano que siempre había deseado tener.

—Es lo más idiota que han hecho, juraba que iba directo a mi muerte —dije, esbozando una sonrisa a medias. Mis manos empezaron a sudar mientras miraba a mi alrededor. Había mucha gente, demasiada para mi gusto.

—Espera, ¿pensabas que ibas a morir y aceptaste tan fácilmente? —dijo Julieta, con esos ojos llenos de preocupación.

—Antes de que esto se convierta en un funeral, ven, vamos a refrescar esa garganta —me tomó del hombro CJ y me llevó a la cocina. Observé por encima de mi hombro a Alex; él solo me hizo un gesto de aprobación con la mano.

—¿Qué rayos hace él aquí? —pregunté a CJ, sin apartar la vista de Alex.

—Lo sé —dijo con un pequeño chillido, dando saltitos — Cuando estaba organizando mi plan, necesitábamos un plus, algo que le diera esa chispa de inmoralidad a este grandioso evento —dijo, contoneando sus hombros de lado a lado —Julieta me dio la idea de que Alex era perfecto para este papel. Al parecer se conocieron en una expo de calzado y él le preguntó cómo estaba y blah blah blah... —dijo con tono aburrido.

—¿Julieta lo conoce? —dije escéptica, mientras veía cómo Alex y Julieta sonreían mientras hablaban. Un nudo comenzó a formarse en mi garganta y bajó hasta mi estómago, convirtiéndose en una bola intensa de emociones que apretaba la boca de mi estómago. CJ tomó mi mano y me brindó un vaso lleno de cerveza, el cual me tomé como si fuera agua, sin dejar de mirarlos.

Espera un momento, estaba celosa. De mi amiga. No solo de mi amiga, de mi mejor amiga. Esto no podía estar pasando, no debía, y menos por un hombre. Pero cuando eres Valeria Navarro, las ganas de perder no son tu fuerte.

Los vasos de cerveza pronto dejaron de ser suficientes y siguieron los shots de tequila. Sentía que la garganta me quemaba en cada sorbo, pero prefería perderme más pronto antes que seguir viendo cómo Julieta y Alex bailaban, reían e intercambiaban pequeñas palabras al oído. Maldición, por un momento deseaba que mi mejor amiga regresara con Mark, con el jodido de Mark.

"Eres una maldita bruja, Valeria, tienes que calmarte", gruñí para mis adentros. Odiaba la idea de quitarle algo a Julieta y me odiaba más por querer quitarle algo que la hacía reír. Tenía que salir de esa jaula, no podía estar ni un minuto más en la cabaña. Prefería perderme en el maldito bosque antes de hacer una imprudencia.

Salí de la cabaña, sosteniéndome el pecho agitado por la respiración. Sentía que mi cabeza iba a estallar, no sabía si era por el licor o por la desesperación.

Azúcar Y SalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora