Enciende tus velas.Comparte tu pastel.Sirve el vino.
Has renacido.
Al igual que una mariposa al salir de su crisálida, volarás... vuela tan alto como desees, y ni las avispas ni las libélulas ni las cadenas de la humanidad obstaculizarán tu misión o búsqueda de las verdaderas riquezas de la vida.
Siente mi mano sobre tu cabeza.
Atiende a mi sabiduría.
Déjame compartir contigo, otra vez, el secreto que escuchaste a la hora de tu nacimiento y que has olvidado.
Tu eres el milagro más grande.
Eres milagro más grande del mundo.
Ésas fueron las primeras palabras que escuchaste.
Después lloraste.Todos lloran.
Entonces no me creíste... y nada que corrija tu incredulidad ha pasado en los años intermedios.¿Como podrías ser un milagro cuando te consideras un fracaso hacía las tareas más sencillas?¿Como puedes ser un milagro cuando tienes poca confianza para manejar la más trivial de las responsabilidades?¿Como es posible que seas un milagro cuando llega a estremecer la duda y permaneces alerta sobre cómo obtener el alimento de mañana?
Es suficiente.La leche que se derrama es amarga.
Sin embargo, ¿Cuantos profetas, cuantos sabios, cuantos poetas, cuantos artistas, cuantos compositores, cuantos científicos, cuantos filósofos y mensajes he enviado para que te hablaran de tu divinidad, de tu potencialidad para asemejarte a mí, y los secretos para lograrlo?¿Como les trataste?
Sin embargo, te sigo amando y estoy contigo ahora a través de estas palabras, para cumplir con el profeta que anuncia que el Señor posará nuevamente su mano, por segunda ocasión, para recuperar los indicios de su pueblo.
He posado mi mano nuevamente.
Esta es la segunda vez.
Eres mi indicio.
Es inútil preguntar ¿No sabías, no escuchaste, no se te dijo desde el principio?¿ No entendiste la creación de la tierra?
No has sabido; no has escuchado; no has entendido.
Se te ha dicho que eres una divinidad en desgracia, un dios que juega a hacer el tonto.
Se te ga dicho que eres una pieza especial del trabajo, noble de razón, infinito de dificultades, expreso y en acción, como un dios encarcelado.
Se te ha dicho que eres la sal de la tierra.
Se te dio hasta el secreto para mover montañas, para realizar lo imposible.
No le creíste a nadie.Quemaste tu mapa de la felicidad; abandonaste tu derecho de tener paz mental; apagaste las velas que habían sido colocadas a lo largo de tu ruta hacía la gloria, y después vacilaste, perdido y aterrado, en la oscuridad de la futilidad y la autocompasión, hasta que caíste en el infierno que era tu propia creación.
Entonces lloraste y golpeaste tu pecho y maldijiste la suerte que se había adueñado de ti.Rehusaste aceptar las consecuencias de tus propios pensamientos mezquinos e insignificantes acciones, y buscaste un chivo expiatorio a quien culpar de tu fracaso.