Bitácora: Días 35 y 36 - La tormenta de nieve

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Frente a la tormenta siempre adelante

Bitácora del Navegante

Lo lamento mi pequeño libro de viaje, apenas he podido escribirte una entrada para dos días, pues el día Treinta y Cinco ha sido pesado y frío, y no he querido dañarte con la estela húmeda del glaciar.

Llegué en la madrugada a los pies de mi siguiente destino. A tan temprana hora del día no observaba la cima de la montaña, por los cúmulos de nubes que, lentamente, fueron retrocediendo hasta mostrarme por lo menos lo que yo aún creo que es la cima.

Aún viéndola, sabía que estaba a varios días de llegar. Decidí que debía ser diligente, y empecé lentamente a caminar la ladera. Para cuando atardeció, yo ya había caminado todo un bosque.

En cuanto la vegetación cambió y todo se tornó en coníferas, sentí una fuerte ráfaga de viento que me empujó. Es normal, me dije, pues se supone que una montaña genera este tipo de vientos, caminé un poco mas hasta que el viento empeoró y me impedía caminar tranquilo.

Nada en todo mi entrenamiento de Explorador, Navegante y Capitán enlazador de mundos, me preparó para el momento que pasé (Y que aún paso). Tan pronto como la ráfaga de viento se disipó, el cúmulo de nubes se oscureció y comenzó a granizar. Enormes esferas de hielo labradas por el viento y la gravedad, caían contra mi rostro y lo enfriaban. Corrí escampándome entre los árboles, y me escabullí en un matorral. De entre las pocas pertenencias que recogí en mi viaje a través de Ledo, tomé mi pequeña capa, y me acurruqué cual semilla, a esperar la luz de nuevo. Este fué mi día Treinta y Cinco.

Cuando desperté, mi capa, el matorral, y todo a mi alrededor estaba cubierto por un manto bastante grueso de blanca y espesa nieve. La tormenta no cesó, no veía la luz del sol, ni rastro alguno encontré de las dos lunas. Decidí seguir caminando, en este, mi día número Treinta y Seis.

Conforme seguía a través de la ladera, el aire se tornaba mas denso, y todo mi cuerpo se congelaba. La tormenta evolucionó aún mas, y me destruía internamente. Me dije que perseveraría. Me dije que seguiría adelante. Me prometí llegar a mi destino, ese faro es mi luz, y será mi luz siempre. No moriré congelado.

"El peligro de la nieve no es que caiga, o que enfríe, sino cuánto tiempo lo hace"

Abses Tani: Amante EspacialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora