2 - Cuarto Blanco

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—¿Qué rayos fue eso? —La voz de Isaac sonaba alarmada, pero no estaba gritando.

Ambos estaban de pie, uno al lado del otro. En sus ojos podía apreciarse la sorpresa y el miedo al mismo tiempo, sin embargo, Wendale trataba de mantenerla calma.

—No lo sé, pero no veo con claridad. La luz me encandiló.

Isaac asintió a pesar de que su amigo no podía verlo.

—Bueno, ahora sí estamos seguros de que no era una bomba... No, espera... ¿Qué tal si aquello fue una bomba, explotó y ahora estamos muertos? —Abrió sus ojos lo más que pudo.

Una vez que su visión se aclaró, Wendale tomó el brazo de Isaac y le dio un ligero pellizco.

—¡Eh! ¡Me dolió!—se quejó Jones luego de dar un respingo.

—Seguro no lo habrías sentido si estuvieras muerto —dijo.

Mientras Isaac susurraba un «¡qué gracioso!» lleno de sarcasmo, Wendale miró a su alrededor, asombrado.

—Me va a salir un morete enorme... —Isaac levantó la vista—. ¿Dónde... dónde estamos?

—No lo sé, pero esto no es en mi casa.

Era una habitación blanca, desde la loza hasta el techo. Era tan amplia como una sala de estar, pero sin ningún mueble a la vista. Lo único visible era una puerta blanca. Ambos intercambiaron una mirada y Wendale hizo amago de tomar la perilla.

—Tito, espera—dijo Isaac. Tito arqueó las cejas. Luego de unos segundos, añadió—: No es nada, ábrela.

No pudo evitar pensar que a veces Isaac tenía comportamientos raros como ese, pero nunca lo cuestionaba. «Seguro cree que habrá una verdadera bomba ahí que explotará si abro la puerta», pensó.

Tras dudar unos segundos, giró la perilla y se encontraron con otra habitación más pequeña, donde justo cabían ambos... y un extraño artefacto.

—Esto se parece a esos videojuegos de escape que tenemos, ¿no? —dijo Isaac, al parecer un poco más tranquilo.

—Sí, solo espero que no sea así.

Era una máquina del tamaño de una lavadora. En realidad parecería una, si no hubiera sido por todas las pequeñas luces que tenía en el tablero. Ambos se acercaron a ella.

—Por si las dudas,no toquemos nada —dijo Miller, pero no era necesario: era obvio que Isaac iba a tomar sus precauciones en todo caso.

Observaron la máquina desde todos los ángulos, tratando de no perderse nada. Isaac estaba ansioso por poner sus manos encima de los botones, pero sabía que podía resultar peligroso.

Estuvieron un largo rato así, solo observando la máquina, diciendo «¡mira esto!» o«¿para qué crees que sirva?» cuando algo llamaba su atención.

Unos minutos más tarde, Isaac preguntó:

—Y... ¿cómo era que se llamaba?

—¿Eh?

—La chica con la que estás saliendo. —Isaac carcajeó.

—¿En serio? Isaac, no ahora, por favor. Tal vez estamos en medio de la nada, no hay tiempo para esto.

—Ajá. Por cierto, ¿cuánto tiempo habrá pasado? —dijo Isaac.

—No tengo aquí mi móvil, creo que lo dejé en la cocina. —Rascó la parte trasera de su cuello. Estaba poniéndose nervioso. ¿Y si sus papás ya estaban en casa? Estarían muy preocupados si no volvían.

—Olvidemos la máquina, Isaac. Mejor regresemos.

—Wen, no quiero alarmarte más, pero... aquí no había otra puerta más que esta. —Isaac hizo una mueca de desagrado mientras señalaba la puerta por la que entraron al cuarto pequeño.

Wendale abrió la boca, sorprendido, y salió de la habitación de la máquina. Isaac tenía razón, estaban atrapados ahí dentro.

—Creo que de alguna forma nos «teletransportamos» —Isaac hizo comillas con sus dedos— hasta aquí. Tal vez el sonido de tu casa venía de una máquina, pero sigue siendo todo muy extraño; es decir, no tocamos nada más que la pared. —Se encogió de hombros—. Tal vez podamos regresar si...

—¡Esta máquina! Tal vez nos ayude a volver a casa. Tú, que sabes tanto de estas cosas raras, podrías intentar ver cómo funciona, ¿no? —La voz de Wendale se llenó de esperanza, al igual que sus ojos, al pensar en que su amigo podría sacarlos de ahí.

Isaac se sorprendió.Ambos eran mejores amigos, pero un sentimiento lo invadió. ¿Estaba confiándole su vida? Tal vez estaba exagerando con pensar eso, pero si lo intentaba y no volvían, sería muy decepcionante. A pesar deque era un aficionado de las teorías conspirativas y misterios sin aparente explicación, podía hacer un esfuerzo por él y su amigo. A Wendale lo esperaba su familia, ya podía imaginarse lo preocupados que estaban.

—Si nos sacas de aquí, ya no me deberás las papas de uva... y te contaré lo de Helen.

—Ah, Helen se llama, ¿eh? —Sonrió.

Wendale suspiró.

—Vamos, solo miremos qué podemos hacer —dijo mientras empujaba a Isaac hacia la máquina.

Isaac trataba de no ponerse nervioso. Para muchos, él era el chico raro y paranoico, pero se sentía afortunado de tener un amigo como Wendale.

—De acuerdo, pero con detalles y todo. —Guiñó un ojo. Wendale sacudió la cabeza y sonrió un poco.

Ya frente a la máquina, Isaac observó los botones de nuevo, esta vez con más detenimiento.

—Vamos, haz algo, ahora. —Miller se estaba impacientando.

—Ya voy, deja de...

Pero un sonido proveniente de la máquina interrumpió al joven.

—¿Qué hiciste?—preguntó Wendale.

—Nada, ni siquiera toqué algún botón.

Antes de que pudieran decir algo más, ambos se sintieron un poco mareados. Su vista se volvió borrosa y se sintieron desvanecer. Esta vez, una luz verde los encandiló y absorbió.



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