Capítulo 20

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Capítulo 20


Antonella

Tres días más...

Estoy con la ansiedad por las nubes, y como nunca, he contado los días que he tenido de encierro, pero falta poco para volver a trabajar, ver a mis niños, a mi amiga, y por supuesto a Diego. Necesito escuchar cosas lindas, que me acaricie, me bese y recibir sus esperadas visitas en el salón.

Después de un día agotador en el hospital, llego a casa cojeando, y aunque me han dicho que estoy bien, no puedo, por miedo al dolor, pisar con tranquilidad, pues creo que me puedo esguinzar nuevamente, aunque sería absurdo, y de muy mala suerte.

Verifico que Bruno no esté en casa, dejo mi bolso sobre una mesita, y me siento con tranquilidad en el sofá, lamentando mi mala suerte. Intenté ver a Diego mientras estuve en el hospital, pero él no había llegado y no pude esperarlo como hubiera deseado, aunque mi visita al hospital fue gratificante, o por lo menos así lo sentí...

—Buenas tardes —saludo a la enfermera que está detrás del mesón, que, por cierto, me mira con fastidio, como si yo fuera la culpable de todos sus males─. Vine a un control por un esguince.

—¿Nombre? —pregunta sin ánimo.

—Antonella Piuzzi —respondo mientras teclea en el computador.

—Consulta dos —dice de pronto, y se voltea dándome la espalda.

—Gracias...

Sigo el camino señalado... Ah, no me ha señalado nada, más bien me ignoró, en fin, busco la consulta dos, y aprovecho de mirar hacia todas direcciones, pues en una de esas me encuentro con Diego.

Llego a la puerta dos, y golpeo suavemente para que sepan que estoy afuera, de pronto, una sonrisa amable se asoma por la puerta, haciéndome pasar hacia el interior de la sala.

—Buenas tardes —saludo.

—Buenas tardes ─responde el enfermero que me ha sonreído.

—He venido a que me den de alta —comento mostrando el pie.

—Tome asiento y veremos si está lista.

—¡Es que tengo que estar lista! —exclamo, creyendo que me dejará una semana más de reposo.

Salgo de la sala de kinesiología caminando lo más normal que me es posible, y me voy al sector de salud mental para reencontrarme con el doctor Brunetti. No sé si estará disgustado, pues dejé de venir cuando empecé mi aventura con Diego, creyendo que ya no me hacía falta conversar con él, sin embargo, creo que no debí dejarlo del todo, pues necesito contarle lo feliz que me hace tener a Diego en mi vida, que me escuche, y, sobre todo, que no me juzgue.

Al mirar la hora, me doy cuenta de que son las una y media de la tarde, y lo más probable, es que Diego este buscando a Marcus en el colegio, para luego llevarlo a casa, lo que me hace creer que, estará aquí a las tres de la tarde, dándome tiempo de sobra para ver al psicólogo.
Doy mi nombre a la asistente del doctor Brunetti, pero no alcanzo a sentarme y escucho que él me llama a su consulta. Al estar frente a él, me quedo esperando un regaño que nunca llega, luego recuerdo que no todos los hombres son como Bruno, por lo que entro directo a sentarme en ese acogedor sofá que tiene en la consulta.

—¿Cómo has estado Antonella? ─escucho, haciéndome abrir los ojos que había cerrado.

—Bien..., por cierto, quiero que me disculpe doctor —digo.

—¿Por qué debo disculparte? —pregunta intrigado.

—Es que no he venido —respondo—, pero tengo una muy buena excusa —digo pensando en Diego.

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