°Capitulo 4°

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Perdida.

Era la única sensación que consumía a Jannike aquella noche que logró escapar de los lobos.
Y no porque no supiera a dónde ir, sino por el nivel de desesperación que la golpeaba al conducir de vuelta a Willow. Donde ni sus luminosas calles lograron brindarle seguridad.

La imagen de su camioneta no se desvanecía de sus pupilas, la encontró en el misma zanja donde esa bestia las empujó.
Se detuvo en cuanto la vio, lo hizo. Bajó a mitad de la oscuridad con la destrozada esperanza de encontrarla dentro del auto.

Nada.

No pudo hacer nada.

Estuvieron cerca, pero consiguieron que los medios no se enteraran del espectáculo de aquel domingo en la noche. Y de como una joven entró corriendo a la comisaría con el rostro empapado en lágrimas y la garganta desgastada de tanto gritar por ayuda.

El escándalo y cierta voz reconocida hicieron que la sheriff saliera apresurada de su oficina junto con el mal presentimiento. No supo explicar con palabras la mezcla de angustia y asombro que fue encontrar a la hija de su amiga en tal estado frenético mientras todos trataban de acercarse para ayudarla.

Jannike se derrumbó en sus brazos cuando la tuvo a su alcance, como si fuese la campanada final para derribar su espíritu, igual que una niña que estuvo extraviada por horas. Las palabras sin sentido se convirtieron en sollozos crueles y devastadores, pues tuvo que armarse de valor para armar su pensamiento, sin mermar el dolor en su llanto.

"Se la llevaron. La secuestraron"

Amelie no tuvo cabida en su cabeza para nada más. Fue un taladro en su cabeza, el impacto pasó a ser parte de ambas. Las ordenes empezaron a volar por todas partes.

La historia que Jannike relató le causó una sensación gélida bajo la piel. Al menos los pocos escenarios que logró describir entre su estado de shock.

Y aun así... cuando la tuvo frente a frente en la sala de interrogaciones. Al verla en esa silla en ese estado desolado, con la mirada en blanco y el cuerpo inundado de escalofríos, el presentimiento de que algo ocultaba permaneció expectante.

Pero Amelie se sintió incapaz de presionarla.
Tampoco tuvo la insolencia de enviarla a casa sola cuando el reloj avisó la madrugada. El simple hecho de considerarlo era insultante.

Fue así como optó por llevársela consigo para que pudiera descansar.

Sería mentira decir que Jannike recordó a la perfección lo que pasó después de declarar.
Las escenarios junto con su cuerpo permanecieron inertes en las lagunas de su mente por cada parpadeo.
Conservando la agradable sensación que el mullido sofá de la sheriff le trajo al recibirla cuando ambas llegaron a su apartamento.
No creyó posible conciliar el sueño esa noche. Sentía que no lo merecía. No merecía descansar mientras su madre estaba secuestrada. Probablemente atravesando un infierno.

Pero el cansancio fue inevitable con el pasar de las manecillas y el inusual arrullo que eso asemejó. Los párpados de Jannike no hicieron más que combatir furiosas batallas, ya sea para mantenerla despierta o tentandola a rendirse. Ni hablar de los moratones, las terribles contusiones. ¿Cómo es que para ese punto seguía en pie?

Luego estaban esas criaturas. Esas... bestias de la noche en carne propia.

Todo lo que enfrentó en un solo día fue demasiado. Demasiado.

Se sentía deshecha.

Bastó un roce entre su mejilla y la superficie del sofá.
El resto fue historia.
Cuando Amelie apareció dispuesta a decirle que la cama estaba lista, sus labios sellaron a tiempo tras ver a la chica noqueada profundamente en el sofá.

El enigma de la bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora