No crezcas.

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Tadashi observaba emocionado. Su agitación era tal que no podía evitar dar pequeños brincos de emoción. Le era imposible creer lo asombroso que podía ser alguien, y mucho menos que esa persona estuviera viviendo con él y durmiendo en la misma habitación.

El evento deportivo se había dado por terminado siendo la carrera de relevos la última actividad. Sugawara Kei se acercaba a Tadashi cansado y sudado; su actividad favorita no era correr y se notaba a simple vista. Aun así, Tadashi pensaba que Sugawara Kei lucía fascinante cuando hacía cualquier cosa. Era asombroso.

– ¡Muy bien hecho, Sugawara Kei! – Ambos eran niños e inocente. Kei veía los ojos brillantes llenos de admiración y se sentía bien, le gustaba verlos y quería que Tadashi no dejara de verlo.


Tadashi entró al club de voleibol porque se vio obligado a hacerlo. No obligado en un mal sentido, pero su hermano Ryuu se había vuelto titular del equipo al igual que sus otros nuevos hermanos. Shouyou era el único que no jugaba, pero él era buen en cualquier deporte, a diferencia de Tadashi. Además, Sugawara Kei también había entrado al club y Tadashi deseaba poder jugar con él, aunque fuera solo en los entrenamientos. Ambos eran niños e inocentes, y a Kei le gustaba saber que Tadashi quería entrar al mismo club en el que estaba él; lo hacía feliz. Ninguno de los dos se percataba de lo que estaba pasando. Ni Tadashi ni Kei podían nombrar ese sentimiento extraño que los asaltaba cada vez que Tadashi se maravillaba de Kei y este observaba su mirada iluminada y llena de emoción. Ellos creían que era algo común entre amigos y hermanos, y antes los ojos de demás también lo era. De niños todo había sido como una película llena de colores pastel y brillos por todos lados. Tadashi había sido feliz, sin preocupaciones, disfrutando inocentemente cada momento que pasaba junto a Sugawara Kei. Hasta que creció.





– ¡Tadashi-kun! – Yachi-chan se acercaba agitada hacia Tadashi. Lucia como si hubiera corrido por toda la escuela para encontrarlo. Era la hora del receso y Tadashi se dirigía al salón de Kei. Se detuvo y saludó a Yachi con una sonrisa.  – ¿Ya te enteraste? ¿Kei-kun ya te dijo?

– ¿A qué te refieres?

– ¡Kei-kun y Masaki-chan son novios! Pero eso fue lo que Masaki-chan dijo, aunque no sé si sea cierto. ¿Es verdad, Tadashi-kun? – Las chicas siempre se acercaban a Tadashi para preguntarle sobre Kei. Y Tadashi siempre se sentía incómodo cada vez que eso pasaba, como si no quisiera que nadie le preguntara sobre Kei, que nadie le viera como él lo veía. Sin embargo, en esa ocasión no sintió nada. Observó a Yachi sin comprender y se despidió de ella con un movimiento de la mano.

Tadashi caminó por los pasillos sin prestar atención a donde iba. Su mente estaba en blanco, procurando no pensar en nada para no sentir esa sensación extraña en su pecho; ajena a él cuando era pequeño, pero muy familiar ahora que ya no era un niño. Si crecer implicaba tener esas punzadas en su corazón, hubiera preferido jamás haberlo hecho.

Adolescencia en su punto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora