Siempre natural.

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– ¡Tobio! ¡Espérame! – La estación del metro estaba repleta de gente. Tobio caminaba rápido, moviéndose con una zancada larga entre todas esas personas. Y, muy detrás de él, estaba Shouyou, trotando para poder alcanzarlo.

–Estamos aquí porque vamos a comprar los tenis que quieres y si no te apuras subiremos al metro rebosando de gente. –Dijo Tobio irritado en cuanto Shouyou lo alcanzó.

– Tranquilo. Podemos esperar a que pase la hora pico. – Dijo Shouyou y sonrió. Tobio evitó su sonrisa y siguió caminando. Detestaba los lugares concurridos, pero lo que más lo hacía enojar era esa sonrisa amplia y brillante de Shouyou. Lo hacía enojar no porque Shouyou no se tomara nada en serio, sino por todo lo que causaba esa sonrisa dentro de Tobio.

Esperaron unos minutos a que llegara un metro no tan lleno, y se subieron a un vagón donde todos estaban apretujados. Shouyou iba recargado en la puerta y Tobio estaba frente de él. Odiaba esa posición, pero su padre siempre le había dicho que cuando se subieran con Yuu o Shouyou se acomodaran de esa manera, para que no les pasara nada entre tanta gente. Pero esta vez no era su hermano Yuu el que iba con él, viéndose obligado a desviar la mirada porque su corazón se agitaba y su mente se perdía. Estaba harto de estar en esa situación, en l que no sabía que significaba ese cosquilleo en su piel o esas ganas de no dejar de verlo. Estaba harto de no poder decirle nada a nadie, que nadie le explicara qué le pasaba, de ser un estúpido adolescente, de haberse perdido en esos enormes y expresivos ojos que Shouyou poseía, y de estar en ese maldito vagón lleno de gente.

Después de lo que pareció una eternidad, bajaron del vagón y fueron a varias tiendas deportivas. Ese día no había habido entrenamiento, y Tobio hubiera preferido quedarse limpiando el gimnasio que tener que estar con Shouyou. Porque, ¡demonios!, siempre estaba con él. Ni siquiera en su casa podría librarse de su presencia; Shouyou estaba en todas pares, era como una sombra que lo acechaba sin dejarlo respirar. Tobio se sentía asfixiado y la cercanía le hacía darse cuenta cada vez más de lo que sentía. Y aunque Tobio fuera fuerte, habían sido casi diez años reprimiendo sus pensamientos, sentimientos y acciones, llevándolo prácticamente a la locura y amargura con la que vivía todos los días.

– ¿Cómo se ven, Tobio? – Shouyou lo miraba expectante, a travesándolo con la mirada, dejando a Tobio, como siempre, al descubierto. Y temeroso a que sus sentimientos reprimidos se salieran de control en cualquier momento.

– Bien. Solo compra algo y vámonos de aquí. – Tobio era serio y distante con todos, así había crecido a pesar de todo el amor con que lo había criado su padre. Las pocas personas que lo conocían no se ofendían ante la actitud poco amable de Tobio; pero no importaba lo que grosero que Tobio fuera con Shouyou, este no dejaba de sonreír o molestarlo. Y muy en el fondo a Tobio le gustaba que Shouyou hiciera eso, lo hacía sentir libre y natural, sin tener que preocuparse por otra cosa más que ser un completo amargado.


Adolescencia en su punto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora