1. La angustia me está matando

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Mientras esperaba nerviosa en la sala de espera, no dejaba de hacer un recuento de su vida en el último año.
Cuando murió Michael en aquel accidente, pensó que su vida había terminado, la había dejado sola con un bebé de un año de edad. ¿Quién iba a imaginar que unos años más tarde se enamoraría de nuevo?

Jamie había ido minando poco a poco sus defensas contra el amor, la había conquistado a ella e incluso a su hijo que ya tenía nueve años. Irremediablemente había caído bajo su hechizo. ¿Cómo iba a pensar que el tipo que se había presentado a sí mismo en aquel bar la llevaría al altar un año más tarde?

Poco le importaba que fuera soldado, el único inconveniente era que estarían separados durante bastante tiempo.

Cuando llegó con un permiso de quince días, consiguió llevarla ante un sacerdote y que le dijera el "sí, quiero" delante de un reducido grupo de familiares y amigos. Dos meses más tarde, se encontraba cruzando el océano en un vuelo nocturno acompañada por Danny, el hermano de Jamie.

Hacía poco tiempo pensaba que no volvería a enamorarse y ahora pensaba que no era posible que la vida le hiciera una nueva jugarreta. Cuando se pusieron en contacto con ella y le dijeron que Jamie estaba herido de gravedad, creyó que el suelo desaparecía bajo sus pies. Tardó un poco en organizarlo todo, dejar al niño a buen recaudo con los abuelos y tomar un vuelo hacia Europa. Danny consiguió plaza en el mismo avión y ambos emprendieron el viaje hacia lo desconocido.

No podía llorar, era más la angustia que ceñía su pecho, que la necesidad de dejar aflorar un turbión de lágrimas. Trató de respirar profundamente pero no pudo, se volvió hacia Danny que llegaba con dos vasos de café.

- Toma, te sentará bien - No era café, solo una infusión para calmar sus nervios, para calmar sus inquietudes y amortiguar la pena.

- He preguntado a la enfermera otra vez, ya debe de estar harta de mí. Dice que el doctor nos atenderá en unos minutos.

- Oh, dios, eso espero. La angustia me está matando.

Les dio tiempo a tomarse tranquilamente el café/infusión, el doctor, un tipo largo y extremadamente huesudo, les dio la mano y se presentó como Florian Fritz, más un trabalenguas que un nombre.

- El sargento Clancy llegó con graves heridas de bala en muslo y rodilla izquierda, fractura de la clavícula derecha y quemaduras de primer y segundo grado en rostro y pecho. La metralla le ha dañado el ojo izquierdo.

Estaban reunidos en la sala de espera, estaban solos los tres y con cada palabra que decía el doctor ella sentía que su corazón se debilitaba aún más. Tenía que ser fuerte, por Jamie y por el pequeño Ethan, solo había oído una parte de la historia, los hechos, el diagnostico, y ahora quedaba por saber el pronóstico.

- El paciente lleva inconsciente desde que le atendieron en el hospital de campaña. Creemos que en cualquier momento puede despertar. Suponemos que le hará bien oír una voz familiar. - Siguió hablando sobre el pronóstico del paciente pero vio la ansiedad reflejada en aquellos rostros. Decidió que más tarde hablaría con ellos. - Pueden pasar a visitarlo cuando quieran.

Esas eran las palabras que estaban esperando. Agradeció la presencia de Danny que hizo las preguntas y observaciones oportunas mientras ella se quedaba muda, incapaz de emitir sonido alguno.

Entró en la habitación con más miedo que esperanza, el doctor había dicho que le quedaba una larga recuperación en lo referente a las heridas de la pierna, pero su ojo izquierdo había sufrido un daño irreparable en apariencia, si bien no lo había perdido tal vez jamás recuperara la visión. Sería un mal trago para él cuando fuera consciente de todo.

Danny la llevaba sujeta del codo, y era increíble como con ese simple gesto conseguía que ella se mantuviera completa, sin desmoronarse, al menos al ver a su esposo en la cama de hospital, apenas reconocible con todas esas vendas y demás parafernalia hospitalaria.

Pero era él, el hoyuelo de su barbilla, el tacto de su mano, era él, seguro. Se colocó a un lado de la cama y rozó el dorso de esa enorme mano morena que la había acariciado con tanta ansia, que había limpiado sus lágrimas cuando llegó la hora de la despedida.

- Jamie - susurró. Recorrió con los dedos el brazo que tenía el suero, se aupó un poco y besó sus labios, eran cálidos, su barba pinchaba un poco en el labio superior y el ojo que quedaba a la vista estaba cerrado, besó el párpado ligeramente hinchado.

Ahora se encontraba más calmada, más serena, podía pensar con claridad y veía el futuro como una carrera de fondo. Conseguirían llegar a la meta aunque tuviera que llevarlo sobre sus hombros, aunque hubiera de arrastrarlo miles de kilómetros.

- Estaré fuera un rato - dijo Danny que hasta entonces había permanecido en silencio y en un segundo plano. Le agradecía su concesión, eran hermanos pero permitía que el vínculo matrimonial prevaleciera sobre el fraternal.

- Gracias, Danny. Te debo mucho y ni se me ocurre como comenzar a compensarte.

Danny le tomó la mano y se la llevó a los labios, besó el dorso y sonrió.

- Ya lo estás haciendo. Cuida de mi hermano.

Se marchó y ella volvió su atención a Jamie, lo examinó de arriba abajo. Llevaba cubierto el ojo izquierdo con un vendaje que dejaba poco rostro a la vista, el brazo derecho lo llevaba en cabestrillo, rotura de clavícula había dicho el doctor, también quemaduras en el pecho y el cuello, de segundo grado. La pierna izquierda estaba vendada desde la ingle y reposaba sobre unas almohadas.

No podía ni imaginar lo doloroso que iba a ser todo aquello en cuanto Jamie recobrara el conocimiento. Se detuvo en su ojo cerrado. Pensaba que le fallarían las fuerzas, no sabía qué se iba a encontrar y su imaginación había ido más allá. Había visto muchas imágenes en prensa y televisión sobre los efectos de un ataque, las heridas sangrientas y los miembros destrozados. A Jamie lo habían recompuesto muy bien y ahora el impacto era mucho menor. Estaba asustada, mucho y no sabía cómo enfrentarse a esto, pero intentaría salir airosa.

- Hola - comenzó a hablarle, se sentó en su lado izquierdo, para poder coger su mano, de alguna manera tenía que hacerle saber que ella estaba allí. - Ya tenía ganas de verte, pero no quería que fuera en estas circunstancias. - Se detuvo, no podía hablar de ello, ya tenía suficiente, necesitaba un tema de conversación neutral: Ethan. - Ethan está ansioso por verte. Nunca le había visto tan entusiasmado por otra persona, tu nombre sale en todas las conversaciones. Creo que te adora - Se mordió el labio y limpió unas lágrimas que amenazaban con resbalar por sus mejillas - en realidad toda mi familia te adora, hasta yo lo hago... pero bueno, tú ya sabes que te amo.

Un leve temblor en su párpado que no le pasó desapercibido la incitó a continuar con su alegato.

Te Entregué Mi AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora