Reese se despertó bastante descansada después de una larga noche de sueño reparador. Cuando salió del hospital el día anterior, estuvo deambulando por la ciudad, sin quererlo se encontró a las puertas de un centro comercial y vagó por él dejándose llevar.
Comprar la relajaba, aunque solo fuese al supermercado a por comida, pero había en ello un componente que la hacía desconectar.
Paseó y entró en casi todas las tiendas que encontró a su paso, y también en los hipermercados. Se probó ropa, zapatos y no dejó ni un solo rincón sin ver. Compró pan y embutido, y se fue al hotel a comerse un delicioso bocadillo.
Cuando se duchó se metió en la cama, llamó a Ethan y consiguió hablar con él unos minutos, a pesar de la enorme diferencia horaria. Preguntaba por Jamie todo el tiempo, quería llamarle “papá” pero no se atrevía a hacerlo por miedo a hacerle daño a ella.
Era un diablillo muy sensible e intuitivo, dejaría que él mismo decidiera lo que quería hacer, le diría que tenía carta blanca en este asunto.
Caminó con paso decidido por el pasillo. Que hubiera dormido bien y estuviera descansada no quería decir que hubiera olvidado el episodio del día anterior. Jamie la había despachado de mala manera y se había sentido herida.
Teniendo en cuenta su antiguo carácter, se extrañaba de no haber saltado ante esas palabras, suponía que se debía a que él no estaba en su mejor momento y no se merecía o soportaría ser vapuleado.
Tal vez, su anterior costumbre de saltar a la mínima se había ido apaciguando a medida que pasaba más tiempo con Jamie, un tipo amable y bueno que, a pesar de dedicarse a lo que se dedicaba, era un pacificador en casa.
Rara vez le había visto furioso, quizás un poco contrariado por cualquier asunto, entonces salía a correr quince o veinte kilómetros y volvía más suave que un guante.
Suspiró y se detuvo con la mano sobre el picaporte de la puerta entornada. Echó una ojeada a través de la rendija, la cama de Jamie quedaba justo enfrente, parecía dormido.
Entró con decisión y se sorprendió gratamente al encontrar a los otros dos compañeros de habitación que estaban despiertos, cada uno acompañado de un par de familiares.
— Buenos días —habló a media voz y fue correspondida en el saludo.
Sin importarle resultar molesta, tal y como solía hacer con los padres de sus alumnos, se acercó un momento a cada una de las camas para conocerlos e interesarse por su bienestar.
Mantuvo una breve conversación con los dos soldados y sus respectivas familias y con una sonrisa en los labios se volvió hacia Jamie, que ya había despertado.
Con el vendaje que le cubría parte del rostro, era difícil establecer su estado de ánimo. La miraba con atención mientras ella se ponía a su lado, le daba un ligero beso en los labios y tomaba su mano izquierda entre las suyas.
— Hola —le saludó en un suave ronroneo, la habitación era amplia pero quería asegurarse de que nadie le escuchara su conversación—. ¿Cómo te encuentras hoy?
— Podría estar mejor —respondió de no muy buen humor.
De todos modos, Reese se alegró de que por fin pudiera comunicarse mejor, se había dado cuenta de su dificultad en el habla y estuvo a punto de comentarlo con el doctor. Sin embargo se veía que había sido algo pasajero, se alegraba muchísimo de su progreso, por muy pequeño que fuera.
Hacer un recorrido se componía de multitud de pequeños pasos, que tenían un gran valor considerados como algo aislado y también vistos en conjunto. Tenía claro que él iba a conseguirlo, no imaginaba cómo debía sentirse en cuanto a los dolores, molestias y el esfuerzo enorme que le supondría. Pero si había una verdad universal es que estaría allí con él para lo bueno y para lo malo.
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Te Entregué Mi Alma
Storie d'amoreLa vida a veces golpea en la cara. Cuando parece que todo va a ir bien, ocurre algo que hace que nos tambaleemos. Despues de haber perdido a su marido en un trágico accidente, Reese no quiere saber nada de los hombres. Jamie lucha por conquistarla...