Jamie llevaba aletargado durante mucho tiempo, a veces pensaba que estaba muerto y otras, cuando el dolor laceraba su cuerpo, le hacía convencerse de que estaba vivo. Pero si eso era así, ¿por qué no podía despertar? Oía voces y hablaban en un idioma extraño, pero cuando hablaban en el suyo no lograba concentrarse en encontrar el significado de las palabras.
Ahora estaba otra vez sintiendo esas dolorosas e infernales punzadas por todo el cuerpo, la cabeza le latía con fuerza, pero ese timbre de voz que le era familiar le mitigaba en parte la molestia. Era un tono sedante. No comprendía las palabras pero el matiz hacía que se le acelerara el pulso, una palabra luchaba por hacerse un hueco en su memoria... Reese.
* * *
- Reese.
Reese levantó la cabeza y lo miró. Se lo había imaginado, seguro, su respiración era la misma, no había movido ningún músculo, lo cierto es que no encontraba señal de que estuviera despierto. Miró alrededor con la esperanza de que alguien más hubiera oído algo, pero los dos pacientes silenciosos que acompañaban a Jamie en la habitación, no estaban para mucha charla.
Ya llevaba un par de días acudiendo a diario al hospital para pasar con él el mayor tiempo posible. En ese intervalo habían llegado los dos soldados, ambos heridos en combate, pero al igual que Jamie, estaban sumidos en la inconsciencia. Aún no habían recibido la visita de ningún familiar y por eso ella se detenía en varias ocasiones a hablarles y a tomarles de la mano para que supieran que no estaban solos.
No tenía ni idea de dónde le salía esa vena compasiva hacia los extraños, cuando nunca había sido especialmente caritativa o bondadosa. Solía ir a lo suyo. Después de fallecer Michael, se había encerrado un poco en sí misma y solo se mostraba tal cual con sus allegados, para el resto del mundo se transformaba en una persona un tanto fría y reservada, poco dada a las muestras de afecto.
Volvió a prestar atención a Jamie, acarició el dorso de su mano mientras posaba un ligero beso en sus labios carnosos.
- La verdad es que no sé por qué me gusta tanto tu labio inferior. Es mirarlo y entrarme unas ganas locas de mordisquearlo - confesó a media voz, los otros hombres estaban dormidos pero aun asi le daba vergüenza que alguien la sorprendiera con unas palabras tan íntimas.
Nuevamente esa voz. Era Reese, de eso estaba seguro, intentó alcanzarla, saber qué le estaba diciendo, pero cuanto más despierto estaba más dolor sentía. A veces, era preciso arriesgarse, como hizo cuando se plantó ante ella, para darse a conocer, aunque le habían dicho que era la mujer de hielo: "me gustan los helados" había respondido y acudió a su encuentro. Era extraño que todo eso pasara por su mente precisamente cuando no sabía ni qué estaba ocurriendo. Haciendo un esfuerzo hercúleo... logró entreabrir los ojos apenas una rendija. Se corrigió, el ojo, no comprendía por qué el otro no obedecía sus órdenes.
- Reese.
Reese ahogó un gemido y se mordió el labio inferior, de lo contrario habría despertado a los otros pacientes. Le había visto parpadear y se preparó para verle despertar, pero cuando volvió a decir su nombre sintió que el corazón se le saldría del cuerpo de lo rápido que latía. Que grandeza que el hombre al que amaba, volviera de un amargo y doloroso viaje por la inconsciencia con su nombre en los labios.
- Jamie - susurró poniéndose al otro lado de la cama, donde él pudiera verla sin tener que volver la cabeza y tomó la mano que tenía en cabestrillo. La piel bajo el ojo estaba ojerosa pero ella se centró en la porción de iris que podía ver. Un iris azul grisáceo donde destacaba una pupila negra y grande.
- Dios mío, Jamie. Te he echado de menos.
Él dirigió la mirada buscando su rostro, sus labios, sus ojos, luego esbozó una sonrisa. Reese sintió que se derretía.
- Reese - susurró con voz ronca, mientras intentaba alcanzarle el rostro con la mano izquierda.
Reese se acercó más y volvió a besarle, un leve aleteo de unos labios contra otros pero cuando se dio cuenta, una mano grande la retenía sujetándola por la nuca en una posición que ella ya conocía de sobra.
- Jamie, te amo - habló sobre sus labios. Notó el sabor de las lágrimas al que estaba acostumbrada pero descubrió que no eran solo sus lágrimas sino que Jamie estaba llorando también. Se separó un instante y le acarició la mejilla.
- Voy a llamar a la enfermera.
Él la sujetó con fuerza con su mano libre mientras Reese alcanzaba el timbre y llamaba al puesto de enfermeras.
* * * *
Abrir los ojos y ver el rostro de Reese había sido lo que necesitaba para terminar de despertar. No es que su vista fuera muy clara, pero distinguiría esos rasgos en cualquier lugar y bajo cualquier circunstancia.
Sin embargo, al despertar del todo empezó a recordar lo que había ocurrido. No es que sus recuerdos fueran detallados pero sí estaba seguro de que estaba en Irak y ahora estaba en un hospital. Apenas podía moverse y sentía toda clase de dolor.
Lloraba porque no era así como quería regresar a casa, quería estar completo, no como esos soldados que había conocido en ocasiones, a los que les faltaba un brazo o una pierna, o mucho más que eso.
Su corazón se aceleró, quería saber más, pero su cerebro estaba ralentizado y apenas podía coordinar las palabras que aún asi se negaban a salir de sus labios. Solo "Reese" era la única palabra que podía y sabía decir: Reese, Reese, Reese...
- Por favor, Jamie. Tranquilízate y hablamos.
Pero Reese vio que estaba agitado, su ojo estaba fijo en ella y le apretaba la mano con demasiada fuerza, mientras no dejaba de repetir su nombre: Reese, Reese...
Un instante después llegó la enfermera y se acercó al paciente, comprobando su estado. Jamie estaba inquieto y Reese muy asustada.
- Ha despertado - gimió al decir lo evidente, incapaz de alejarse de él, de soltarse de su férreo agarre, asustada del miedo que reflejaba su mirada.
La enfermera inyectó un sedante en la vía del suero y no tardó en hacer efecto, la fuerza con la que la sujetaba se suavizó enseguida pero él siguió mirándola.
- Está un poco alterado pero es normal que ocurra. ¿Por qué no se va a descansar y vuelve mañana?
- No... - comenzó Reese pero la enfermera la interrumpió.
- No va a despertar en lo que queda de día
Prácticamente la echó de la habitación, le rodeó los hombros con un brazo y la acompañó hasta los ascensores. Una vez en el mismo llamó a Danny para que le hiciera el relevo y le contó todas las novedades, no pensaba dejar solo a Jamie.
Llegó a la habitación del modesto hotel y se dejó caer en la cama. Estaba destrozada, aun cuando no se había dado cuenta de ello. Cerró los ojos, hasta ahora no se había permitido pensar en nada más que el pasado, no quería imaginar el futuro que tenía por delante porque se deprimiría. Había vislumbrado que le quedaba un buen trecho por recorrer pero no quiso entrar en detalles. No quería pensar cómo sería todo cuando hubiera pasado lo peor.
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Te Entregué Mi Alma
RomanceLa vida a veces golpea en la cara. Cuando parece que todo va a ir bien, ocurre algo que hace que nos tambaleemos. Despues de haber perdido a su marido en un trágico accidente, Reese no quiere saber nada de los hombres. Jamie lucha por conquistarla...