Más tarde esa noche, Reese se deslizó en su lado de la cama, procurando ocupar el menor espacio posible con tal de no hacerse notar. Estaba vuelta de espaldas, incapaz de mirarlo a la cara por muchas ganas que tuviera, deseosa de rendirse aunque supiera que era un error. Con tres veces había sido más que suficiente, finalmente había comprendido que no tenía sitio en la vida de Jamie Clancy.
Danny le había hecho comprender, su esposo pasaba por malos momentos, el shock de saberse vivo pero maltrecho, sentirse inútil y pensar que ya no podría llevar la vida de antes, la vida de un soldado, ¿acaso sería incapaz de adaptarse a una nueva vida?
Ella había logrado sobreponerse a la muerte de Michael, había salido adelante y… milagro de los milagros, había encontrado de nuevo el amor. ¿Se podía ser bendecido tantas veces en la vida: primero con Michael, después con el nacimiento de Ethan y en última instancia, con Jamie? Y quien estaba en camino, no debía olvidarlo.
Reese notó que Jamie se removía inquieto en la cama, se dio la vuelta y lo miró, sin duda andaba envuelto en un mal sueño, como un papel atrapamoscas del que no pudiera deshacerse.
Acarició su mejilla, no lo pudo evitar, sus dedos tenían memoria de su piel, aunque habían disfrutado de demasiado poco tiempo. Delineó su ceja y luego el contorno del ojo, la nariz, los labios y la barbilla.
La respiración de Jamie comenzó a relajarse y dejó de removerse, sin duda había conseguido hacer frente al mal sueño y había vencido. Reese se detuvo y se quedó tumbada velando el sueño de su esposo, pensando si merecía la pena arriesgarse una última vez.
Sí, lo merecía.
* * * *
Por la mañana, muy temprano, cuando Jamie abrió los ojos, se encontró a Reese acurrucada junto a él, hecha una bola y aferrada a su brazo. Instintivamente, él colocó el brazo de manera que ella pudiera acomodarse en él, cosa que hizo de inmediato. Unos minutos después, ella despertó y abrió los ojos, esos preciosos ojos avellana que le volvían loco.
—Soy el hombre más afortunado del mundo. Me he comportado como el cabrón más grande sobre la faz de la tierra y despierto junto a mi preciosa esposa.
Ella lo abrazó y él sintió que las lágrimas humedecían su camiseta allí donde ella estaba acomodada.
—He sido un imbécil, mi niña. Y no sé si alguna vez llegarás a perdonarme, pero no te quiero perder. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida y voy a dedicar el resto de mi existencia a lograr que me perdones y olvides el daño que te he hecho.
Reese se retiró de su lado y corrió al cuarto de baño cuando sintió que las lágrimas desbordaban sus ojos. Se sentó sobre la tapadera del inodoro y dio rienda suelta al llanto, ahora sabía que él seguía amándola y que todo podía salir bien.
Qué poca resistencia había tenido, había bastado una disculpa y lo había perdonado al instante. Sonrió llorosa ante la idea, estaba tan desesperada por tenerle de nuevo en todos los sentidos que no le importaba nada.
Le costó un esfuerzo titánico ponerse en pie, luego fue renqueando hasta el baño. Reese había saltado de la cama y desparecido tras esa puerta, no iba a ser tan fácil ser perdonado.
—Reese… —La puerta no estaba cerrada con pestillo, traspuso el umbral y se apoyó contra el lavabo, la pierna le estaba matando, dolía a horrores pero ahora era secundario—. Reese —la llamó de nuevo, ella levantó la mirada, sus ojos estaban brillantes y rebosantes de lágrimas no vertidas aun. Deseó saborearlas hasta hacerlas desaparecer. La tomó de la mano y la hizo levantarse, después la abrazó sintiendo que estaba donde quería estar, ese era su hogar, con su preciosa esposa.
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Te Entregué Mi Alma
RomanceLa vida a veces golpea en la cara. Cuando parece que todo va a ir bien, ocurre algo que hace que nos tambaleemos. Despues de haber perdido a su marido en un trágico accidente, Reese no quiere saber nada de los hombres. Jamie lucha por conquistarla...