9. Vaya, comida. Estoy hambriento

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Colocó las tostadas sobre el plato y llevó la bandeja con la cena a la habitación, estaba en penumbra y Jamie dormía plácidamente. Es normal que estuviera agotado después del viaje en coche, forzando la pierna en una misma postura durante demasiado tiempo.

La prueba de fuego sería por la noche, cuando tuvieran que compartir la cama, estaba aterrada de solo pensarlo. Por un lado creía que sería mejor dormir con Ethan, no se sentía cómoda con él después de lo sucedido. Por otro lado, se moría de ganas de cobijarse entre sus brazos fuertes, sentir su calor y el latido de su corazón.

Encendió la luz de la lámpara más alejada y lo observó un instante mientras dormía. ¡A la porra con la incomodidad!, dormiría a su lado aunque no quisiera tocarla. Tal vez, si él intentara un acercamiento... ¿pero a quién quería engañar?, si Jamie tuviera esa intención ella no tardaría en caer en sus redes. Pero él le había dejado bien claro que no quería nada de ella, y si estaba en esa casa y durmiendo en esa cama era porque aún estaban legalmente casados. En cuanto le pidiera el divorcio, se lo concedería sin armar escándalo, no podría estar torturándose eternamente por lo que pudo ser y no fue.

Reprimió el impulso de acariciarle la mejilla sombreada por un asomo de barba, él abrió los ojos soñolientos y la miró fijamente.

—Reese... —dijo a modo de ronroneo.

—La misma —respondió con aparente desgana, adoptando una pose que no sentía pero que le servía como defensa.

—Reese  repitió.

—Qué. —Era una respuesta brusca pero le había salido sin querer, Jamie pareció replegarse y no supo si esa imagen le agradaba o no.

—¿Mamá? —Reese se giró esperando ver aparecer a Ethan, éste había pasado el día con Danny y no tenía ni idea de que Jamie había vuelto.

—Cariño, estoy en mi habitación.

Ethan entró en la estancia al trote y contando todo lo que había hecho esa tarde, de pronto se detuvo cuando vio a Jamie en la cama. Y lo que dijo entonces, dejó a Reese perpleja.

—¡Papá! —gritó mientras corría hacia la cama y se lanzaba a los brazos de Jamie.

Él no podía creer lo que estaba viendo y escuchando: el chico había corrido hacia él, sin importarle el aspecto que tuviera y... le había llamado "papá", algo que nunca antes había hecho. Lo estrechó entre sus brazos sintiendo una extraña calidez interior que creía desaparecida.

—Estoy muy contento de que estés en casa, papi.

—Y yo feliz de verte.

Era reacio a dejar ir al niño, y éste parecía pensar que esos brazos eran el mejor sitio donde estar.

—Vaya, comida. Estoy hambriento.

Reese salió de la habitación antes de que las lágrimas que asomaban a sus ojos se deslizaran mejillas abajo. Había sido testigo de cómo padre e hijo estrechaban lazos mientras compartían la deliciosa cena... y sus hormonas andaban tan revolucionadas que acabó llorando como un bebé, escondida en el lavadero.

* * * *

≪Cuando le comunicó que pronto estaría de vuelta, Reese creyó que el corazón se le saldría del pecho. Había supuesto que al cabo de doce meses regresaría, puntual como un reloj, pero no contaba con que el trabajo de soldado en un territorio hostil no era como el que fichaba al final de su jornada.

Te Entregué Mi AlmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora