Capítulo 1: CAMBIO DE RUMBO.

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—¡Rápido! Tenemos que llegar a Nueva Orleans antes de que anochezca. —Dijo April.

—Te recuerdo que ahora podríamos estar sentadas tranquilamente en nuestro coche. Pero, ¡Cómo no! ¡Tú vas y lo estrellas!— Respondió Mia, su hermana, algo frustrada.

—Pues haber conducido tú hermanita. Además, ese coche era robado, y no podemos permitirnos un montón de policías dando el coñazo.

—Entonces, ¿Quieres decir que estrellar coches es algo bueno?

—No. Lo que digo es que nos ha venido bien. Piénsalo. Si el coche robado no está con nosotras...

—No nos pillan.—Mia puso los ojos en blanco diciendo lo que su querida hermana quería escuchar.

—¡Exacto!

—¡Genial! Pues ya que vamos andando. ¡Deja de decirme que corra!

—Soy tu hermana mayor, no se le chillan a tus mayores Mia.

—Solo por un par de años. —Volvió a poner los ojos en blanco.

—Bueno, algo es algo.

Caminaron dos kilómetros hasta encontrarse con un chico de buen ver. April y Mia se pararon en seco y examinaron al chico de lejos. Él estaba de espaldas sentado en un banco. Cuando Mia vio que su hermana iba hacia el chico le preguntó con el fin de detenerla:

—¿Dónde vas ahora?

—Sssh...Calla, intento concentrarme...

—Es decir, primero que corra y ahora que me calle y que me quede aquí como un pasmarote.

Mia a veces se ponía un poco pesada, según pensaba April. Cuando al fin dejó a su hermana mayor "concentrarse", por decirlo de alguna manera, April se acercó paso a paso al chico y Mia la siguió cuchicheando. Una vez a su lado April empezó a mirarlo fijamente. No llevaba bien eso de fiarse de la gente...El chico la miró y casi le da un patatús. Guapo, guapo como él solo. Después de quedarse con cara de boba, el chico les preguntó con tal de que lo dejaran en paz, porque se estaba incomodando con las miradas de dos desconocidas.

—¿Qué queréis?—Con cara de extrañado.

—Queremos que pongas en movimiento esa boca y me digas donde estamos ahora mismo.—Respondió April.

—No lo sé, no soy de por aquí. Pero por lo que dice ese cartel de allí, —Señaló el cartel— creo que estáis a un kilómentro de Nueva Orleans.

April, un poco avergonzada, miró donde había señalado. Efectivamente, lo ponía escrito, en grande y con letras bien marcadas. Tonta, así se sintió... Volvió a mirar al tío bueno sin nombre que tan mal la acababa de dejar. Y detrás de ella su querida hermanita Mia esperando a decirle su "te dije que era pésima idea" de siempre.

—¡Fantástico! Pues...—Miró a Mía sin saber qué decir—Vámonos de aquí, me estoy empezando a sentir incómoda.

Siguieron caminando y por fin llegaron a su destino. A April no le habían dolido tanto los pies desde que le tocó salir corriendo con esos tacones rojos tan altos de una fiesta en la que se había colado. Sí, patético. Pero ahora allí estaban, en su nuevo hogar. Las dos hermanas alquilaron una casa de campo a un viejo cascarrabias. No se podía hacer más, querían estar apartadas del mundo después de todo lo que habían pasado. Era la casa más horrible que habían visto en 21 años. Apestaba. Mia miró y a su hermana y puso la típica cara de "Es lo que hay". April no tuvo más remedio que entrar, tapándose la nariz, y acostumbrararse a la pocilga que llamaría casa.

A la mañana siguiente April seguía durmiendo plácidamente. Mia ya se había despertado y de repente, alterada se coló en los sueños de su hermana y muy asustada la despertó sacudiéndola.

MENTES RETORCIDASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora