Es una noche fría y húmeda. La ausencia de la Luna se hace notar y la oscura penumbra nos cubre a madre y a mí mientras buscamos un lugar donde reposar. Desesperados, con hambre, sueño, mi madre llevando a mi hermano en su vientre y ningún alma caritativa de buen corazón que nos ampare.
Por fin, luego de horas caminando sin un rumbo, logramos llegar a un pequeño pueblo con algunos postes de luz en sus aceras, con casas humildes con paredes llenas de fisuras, calles y aceras de piedra. Llamamos a las puertas con la esperanza de encontrar asilo pero las puertas se cierran a medida que nos acercamos a ellas, las personas nos rechazan, nos desprecian; incluso en una pequeña capilla un anciano nos mira con desagrado antes de dejarnos fuera. Sólo queremos una noche, o tan siquiera un momento para poder recibir a mi hermanito que no tarda en llegar, pero nadie nos recibe.
Mi madre ya no lo soporta, no puede esperar, parece estar cada vez más intranquila, mi hermano ya viene y aún no logramos encontrar a alguien que nos ayude. La veo echarse entre la basura sobre el suelo pedregoso cerca de una fuente de luz tenue, agitada y gimiendo, tomando mi mano con fuerza. Percibo el fétido olor a podredumbre y descomposición que nos rodea, el hedor a mortecina y heces me provocan náuseas. Siento que mi madre está a punto de arrancar mi mano cuando sus gemidos se convierten en gritos estruendosos, no pensé que la llegada de mi hermanito le causara tanto dolor a madre, se nota el sufrimiento en su rostro sudoroso. Intento ayudarla pero con torpeza, cuando de repente los gritos son acompañados con el llanto de un tercero. Ya puedo verlo, a mi hermano, lo tomo en mis brazos mientras mi madre calla y corto la extensión que hay en el vientre del bebé.
Nunca antes mis ojos habían visto algo igual, mi hermano, una pequeña e indefensa criatura del tamaño de una pieza de pan, una piel suave y venosa, un pequeño ser que grita y llora mientras lucha por aferrarse a la vida, con hambre al igual que madre y yo.
¡Madre! había desviado mi atención por completo al bebé en mis brazos que había olvidado por completo a mi mamá. Parece estar dormida, no se mueve, posiblemente cansada por el parto. Intento despertarla sacudiendo suavemente su hombro izquierdo, pero no reacciona; la llamo pero no responde. ¿Qué le sucede a mi mamá? Me inclino hacia ella para poner mi oreja en su pecho y me doy cuenta de algo terrible: ¡Su corazón, no suena! no logro escuchar sus latidos, entro en desesperación, coloco al niño en el suelo y trato de llamar aún más fuerte a mi madre, sacudiéndola ahora con más intensidad. La necesito, la quiero, no puedo quedarme solo, no puedo estar sin ella.
Es inútil, mi madre, mi única fuente de amor, la luz de mi vida, se ha ido. La soledad empieza a apoderarse de mí, haciéndose sentir punzante como una filosa daga en mi pecho, fría y cortante. Lloro a mi madre y siento un gran pesar por ella. Por primera vez experimento el sufrimiento y la tristeza en tal magnitud. Me siento indefenso, lleno de dolor. ¿Qué puedo hacer? nadie querrá ayudarme, estoy solo en este mundo, intento buscar en mis pensamientos alguna de las enseñanzas de madre, tal vez algo de lo que me ha enseñado me sirva en este momento, cuando de repente me percato de que otro llanto se une al mío: mi hermano, debo hacer algo con él, no puedo tenerlo yo, soy tan sólo un niño, si quiero que viva debo buscar a alguien más que lo cuide.
Un momento. Mi hermano está abriendo sus ojos. ¡Increíble! nunca había visto unos ojos tan hermosos, un iris color azul celeste brillaba en ellos y un blanco rodeando sus pupilas que fijamente apuntaban hacia mí. Es la primera vez que veo unos ojos como aquellos, incluso más bellos que los de mi madre, pero algo les sucede, están perdiendo su color, el azul y blanco se convierten poco a poco en café oscuro, repentinamente el resplandor que salía de esos ojos se esfumó y los cerró nuevamente. Ahora mi mente está un poco más sobria y puedo concentrarme en el momento: Necesito buscar ayuda.
Seco mis lágrimas con mi mano izquierda y me pongo en pie con mi hermano en brazos y lo envuelvo en una de las mantas que tenía mi madre y con otra me envuelvo el cuello; la veo por última vez: una hermosa mujer de cabello negro como el carbón, piel blanca, labios rojos como la sangre, suaves mejillas, nariz perfilada y unos vacíos ojos negros que yacía muerta en aquel lugar. No pude contener mi última lágrima y en mi mente le dije: Adiós.
Corro por las calles del pueblo en busca de alguien, algún lugar donde pueda saber que mi hermano estará bien, hasta que llego a un edificio relativamente más grande que los que lo rodean y noto un gran letrero sobre el umbral de la puerta que logro leer con dificultad: Orfanato San Ángelo. Sin dudarlo un segundo coloco a mi hermano cerca de la puerta e intento calmarlo al oír que iba a llorar. Tomo una piedra y rápidamente intento pensar en un nombre para mi hermano, cuando un susurro en el viento llega a mis oídos. Ya está; tomo una piedra y tallo el nombre de mi hermano en el suelo junto a él. Una vez calmado el bebé me dispongo a tocar la puerta, cuando siento que la misma está a punto de abrirse. Mi reacción es correr, me alejo del lugar lo suficiente para que quien quiera que sea no logre verme una vez haya salido, pero igualmente me quedo lo bastante cerca para ver lo que acontece.
Veo una mujer mayor con arrugas en su cara, un cabello largo y canoso que sale de una capucha verde, sale del lugar maldiciendo mientras echa a un raquítico gato hacia la calle y sin querer golpea a mi hermano con la puerta. No imaginé que la puerta abriera hacia afuera, debí tener más cuidado cuando lo dejé allí. Mi hermano nuevamente empieza a llorar y la mujer se percata de su presencia, lo toma en sus brazos mientras ve a los lados y pregunta: ¿Quién anda ahí? Al no recibir ninguna respuesta la mujer decide entrar con mi hermano, no sin antes leer el nombre grabado en el suelo y pronunciarlo.
Con una última mirada puesta en él, con esperanza en mi corazón, viendo cómo la mujer lleva a mi hermanito dentro, me atrevo a abrir mis labios y susurro: Sé que nos volveremos a ver. Hasta pronto, hermano.
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Adrel
ParanormalNunca conoció a sus padres, su única amiga es secuestrada y es acusado de asesinato. Adrel, un niño huérfano con una vida llena de tragedias deberá ir en busca de su mejor amiga a través de muchos lugares desconocidos. Todo se complica cuando el...