Capitulo IV: Un nuevo Mundo

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            "Buenos días" fue la primera frase que Adrel pudo oír aquella mañana, y con un ánimo increíble se dispuso a comer el desayuno que el joven le había traído a su cama. Para él era muy emocionante el poder desayunar con huevos, pan, mantequilla, jamón, tres rebanadas de queso y una manzana, acompañado con un buen vaso de leche: era mucho más de lo que se podía pedir viviendo en el orfanato.

―Muchas gracias por la comida...―Adrel se quedó viendo el rostro de su cuidador por unos segundos― Lo siento, pero no recuerdo tu nombre.

―Soy Robbie ―Contestó luego de una corta risa amable―. Descuida, apenas nos conociste ayer, luego te acostumbrarás a nosotros. Una vez que te sientas bien te llevaré a que tomes un baño y luego iremos a que conozcas el pueblo, claro, si te parece.

―Está bien para empezar.

Un baño de agua tibia, la ropa vieja de Robbie y ya estaban listos para partir. Luego de unas horas y de haber salido de las favelas en las que madre e hijo vivían, ambos estaban ya recorriendo el hermoso pueblo de Hulla, llamado así por el mineral que anteriormente podía encontrarse en abundancia antes de su explotación. Hulla estaba ubicado en el hemisferio sur de una gran ciudad llamada Beryl, por lo que el comercio era bastante fluido. El clima era cálido, como consecuencia de estar ubicado cerca de un extenso desierto lo que hacía que sus calles se llenasen de arena constantemente. Todo lo que no podía producirse en Hulla era traído de la ciudad, y tenían con qué importar, después de todo la explotación del mineral había dotado de una gran riqueza el lugar. Había autos por todos lados, Adrel tan sólo había visto uno con anterioridad.

Aquel pueblo era muy diferente a lo que Adrel recordaba de San Ángelo, para él todo aquello era como un nuevo mundo. La mayoría de las calles de Hulla estaban tapizadas con algo extraño de color negro llamado asfalto. Había autos por todos lados, Adrel tan sólo había visto uno con anterioridad. Las tiendas tenían artículos que parecían sacados de una utopía y dichas tiendas tenían puertas trasparentes que permitían ver su interior aunque estuviesen cerradas, una de las tiendas le llamó mucho la atención, en su interior habían unos cajones que desprendían luz y al acercarse pudo notar que había gente dentro, personas sin color que conversaban entre sí.

Los habitantes de Hulla también se veían diferente, sus atuendos eran sumamente raros, la mayoría usaban unos pantalones muy corrientes de color azul, incluso las mujeres los usaban cuando en San Ángelo sólo los varones usaban pantalones. Aquellas ropas que veía parecían cubrir menos pero también parecían ser más cómodas que los excesivos atuendos de su pueblo natal.

Robbie lo llevó a través del pueblo, pasando por lugares muy interesantes: mercados de víveres, jugueterías, panaderías, auto-lavados, una gran plaza, tiendas de "música" , una novedad con la que el niño había quedado encantado, aunque no tanto como con aquel lugar donde vendían un delicioso dulce llamado "helado", también había montones de restaurantes enormes, y tiendas de ropa.

―Mamá me dijo que te comprara vestimenta, no me dio mucho dinero pero creo que te podremos comprar algo decente, tampoco es que mi ropa vieja te quede muy bien.

―No quiero causar molestia, creo que ya han hecho mucho por mí.

―Descuida, mamá siempre ha sido así, a ella no le incomodan estas cosas, desde niña siempre le ha gustado ayudar a los demás, muchos en el pueblo han surgido y prosperado luego de que mi madre les diera una pequeña ayuda cuando la necesitaban. Una pequeña acción en el momento preciso puede cambiar tu futuro y el de los demás de una manera drástica, sólo se necesita voluntad y estar dispuesto a servir a los demás, después de todo para eso hemos sido creados. Ésas son las enseñanzas que me ha dado mi madre.

AdrelWhere stories live. Discover now