Los días pasan, la paciencia de Adrel se agota mientras atraviesa las extensas tierras áridas. El Astro Rey se muestra poco amable con el joven caminante que, hambriento y cansado, pierde poco a poco las esperanzas de llegar a cualquier lugar. Nada se muestra en el horizonte, sólo rocas y unos pocos arbustos secos adornan el paisaje desértico por el que deambula. El viento está ausente y sólo pudo sentir el vapor caliente que emergía de entre las piedras y lo abrazaba con intensidad.
Ya sus pies andaban descalzos, la arena se mezclaba con la sangre que salía de las llagas en sus talones y el dolor le hacía ralentizar el paso. Las rodillas le temblaban, no tenía fuerza para sostener el su cuerpo, por lo que cada varios minutos tocaba el ardiente suelo. Su vista se nublaba cada vez más mientras se adentraba en la nada.
Además de la pérdida de su querida amiga, sólo pensaba en la sed y el hambre que se apoderaba de él, sometiéndolo a una tortura mental y física. Pero a pesar de la deplorable condición en la que se encontraba, siguió caminando hacia adelante, sin mirar a atrás. Casi desconectado de sus sentidos, logra escuchar unas palabras que no pudo distinguir en la lejanía, ¿Se estaba volviendo loco? ¿Acaso su condición le hacía oír aquella voz? No lo supo. Su vista se desvaneció por completo, aquella voz dejó de hablar y, desconectándose por completo de su entorno, cayó al suelo nuevamente, y con rostro en tierra durmió.
Al abrir los ojos ya no estaba en el lugar en donde se había desmayado, aunque parecía seguir estando en un desierto, ¿O no? ¿Qué clase de lugar era en el que se encontraba? Se encontró boca arriba y rápidamente se levantó para darse cuenta de que estaba recostado en una extraña pero cómoda cama perfectamente rectangular con sábanas blancas, pero al ver a su alrededor se sorprendió aún más. Todo era blanco. Colocó sus pies rehabilitados en el piso frio para levantarse y se fijó en que el lugar no tenía paredes, parecía estar rodeado por un infinito horizonte blanco, incluso el piso en aquel lugar era del mismo color. Tampoco había techo ni cielo, sólo blanco. Volteó para mirar la cama en la que estaba postrado hace un momento, pero ya no estaba, mas pudo notar una mesa y una silla a lo lejos, así que se acercó a ellos.
Tomó asiento en la silla con precaución, no supo por qué lo hizo, simplemente lo hizo.
―Adrel―. Lo llamó una voz.
El chico no pudo reaccionar de otra forma más que levantarse despavorido, viendo hacia los lados sin poder ver a aquel que había pronunciado su nombre. El lugar estaba rodeado de un interminable vacío, pensó en que aquello no fuese más que una alucinación.
―Adrel―. Se oyó nuevamente un poco más cerca.
Era una voz masculina con un tono grave pero a la vez suave, pero al chico no la agradaba nada el no poder ver de dónde provenía esa voz.
―Adrel.
El tercer llamado parecía venir de atrás de él, por lo que se volteó con un rápido giro para ver a quien le llamaba.
Ahora podía verlo, una alta figura se encontraba frente a él a tan sólo dos metros de distancia. Una corpulenta figura encapuchada con un manto que parecía de lino cobalto, una elegante coraza de cobre en el torso que hacía conjunto con unos brazales hechos del mismo material. Los pantalones de aquella persona eran de cuero pulido al igual que las lustrosas botas que llevaba puestas. La vestimenta de aquel hombre se le hacía muy extraña, nunca había visto a nadie vestir así. También pudo distinguir algo similar a dos sombras detrás de aquel individuo que se movían lentamente hacia adelante y hacia atrás.
El niño intentó ver el rostro de aquella persona que se encontraba con él, ya no sentía miedo, en cambio sintió una curiosidad por saber quién era aquel hombre majestuoso que lo llamaba.
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Adrel
ÜbernatürlichesNunca conoció a sus padres, su única amiga es secuestrada y es acusado de asesinato. Adrel, un niño huérfano con una vida llena de tragedias deberá ir en busca de su mejor amiga a través de muchos lugares desconocidos. Todo se complica cuando el...