Capítulo IV »Preguntas sin Respuestas«

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El camino hasta la casa fue de lo más incómodo y molesto. Jennifer iba en el asiento del copiloto platicando animadamente con Jeffrey que venía manejando, ambos reían y seguían charlando, todo estaba de maravilla por ese lado, por el otro... no. Jayson y yo estábamos sentados uno junto al otro, únicamente separados por unas bolsas de super y maletas. Él se encontraba viendo por la ventana y yo intentando con todas mis fuerzas ignorarle. Después de horribles 20 minutos finalmente llegamos a nuestra casa.

Espera espera espera. ¿¡"NUESTRA"!? ¿Que se supone que  quería decir con eso?! ¡Mi casa, mía!

Era verdad, esa era mi casa. Pero ahora, tendría que vivir con Jennifer y su mal agradecido hijo. Jeffrey me ayudó a bajar del coche y nos dirigimos hasta el umbral de la entrada. Mi sorpresa fue que la puerta estaba abierta; Jennifer y "eso" aun estaban en el auto, no se habían movido de allí, y dudaba que Jeffrey tuviera poderes telequinésicos[¹]. Mi canela pasión pareció igual de sorprendido que yo, pero de repente la sorpresa en sus facciones se transformó en una amenazadora, lista para trabajar.

—Aguarde en el auto. —La voz grave de Jeffrey y su seriedad me advertían lo que yo ya había deducido.

—¿Jeffrey? ¿Alex? ¿Que ocurre? —Oh nada, solamente entraron a la casa mientras no estábamos.

—Llévelo de vuelta con usted y Jayson. Y no salgan... hasta que yo les diga. —Jeffrey me miró, con esa típica chispa paternal de sus ojos marrones, para después dejarme allí con Jennifer e ir dentro de la casa, con una mano ya armada. —No hagan nada hasta que regrese.

Eso había pedido mientras entraba a inspeccionar el lugar.

—A-Alex... —Al parecer Jennifer estaba a punto de un colapso nervioso. La miré, y sus ojos azules tenían algo diferente.

—Regresemos al auto.

Los minutos parecían eternos allí dentro. Jennifer se debatía entre si llamarle o no a mi padre, a lo que le aconsejé que lo mejor era calmarnos y confiar en Jeffrey. No se haría nada hasta que él volviera. Jayson se había cambiado al lugar del copiloto, dejándome a mí con su madre en los asientos traseros.

A pesar de lo que estaba pasando, aun tenía cabeza para pensar en ese estúpido mal agradecido. En todo el tiempo de camino y hasta entonces no se había dignado a dirigirme la más mínima atención. Tampoco es como si me importara, no, en lo absoluto. Por mí mejor, de todas maneras, lo que ese sujeto estaba haciendo era lo que yo planeaba hacerle a él y a su madre...

¡Mierda! ¡ESE IDIOTA ME ESTABA JODIENDO! ¡YO IBA A IGNORARLE, NO AL REVÉS! ¡PORQUÉ MALDITA SEA ME CABREABA TANTO!?

—¿Alex?

Levanté la vista hasta la portadora de esa voz. Jennifer me miraba preocupada, y de nuevo... al ver esos ojos, lo vi a él. Esa mirada, esa mirada era la misma de Jayson cuando nos vimos por primera vez. Bajó la vista hasta mi mano izquierda –aquella que no tenía yeso– y posó la suya sobre la mía. Tuve el leve presentimiento de que era observado, pero extrañamente ignoré la sensación y me centré en los ojos de Jayson, o más bien, en los de quien él los había heredado.

—Jeffrey está tardando mucho.

Reaccioné inmediatamente al escucharlo hablar. Miré hasta su lugar y vi que estaba con la mirada fija en su madre, ignorándome a mí por completo. Eso me hizo rabiar más de lo que hace poco había estado.

—Si te aburre estar aquí puedes ir a buscarlo, anda. —Dije con son de burla. Jayson seguía sin verme. —¿No? Bien, entonces aguantate.

—No te hablaba a ti.

Dolió, lo admito. Esas palabras más su indiferencia hacia mí me impulsaron a salir del coche e ir a abrir la puerta del copiloto. Ignoré completamente los gritos de Jennifer cuando agarré a Jayson del cuello de la camisa que traía con mi brazo bueno y lo sacaba del coche. Aun así, el aún no me miraba.

INTRUSO [ + ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora