Capítulo 11

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Un domingo más y la mansión Midorima ya comenzaba recibir a los

integrantes de la familia para el acostumbrado almuerzo de ese día.

Midorima ya se encontraba en el salón junto a sus mellizos cuando

escuchó que por el pasillo alguien se acercaba silbando una canción.

Él se quedó sorprendido al ver que, esa persona que tan animadamente

continuaba silbando, era su amigo Aomine.

Midorima lo miró con curiosidad.

Aomine venía casi iluminado por la

felicidad que irradiaba desde su interior, aunque tenía un golpe en su

pómulo, sus ojos brillaban risueños, algo muy bueno le había pasado a su


amigo para que estuviera en semejante estado, pensó Midorima.

―Vaya Nanodayo, qué feliz estás, si solo te falta entrar bailando como en las

comedias musicales-Dijo Midorima Acomodando sus anteojos

―Qué dices ―dijo George quien se agachó hasta alcanzar a su


sobrina para cargarla en brazos―, yo estoy como siempre-

―Sí, claro. Eso no te lo crees ni tú, qué le pasó a tu

cara. Qué pasó para que, a pesar del golpe, estés tan feliz... no me digas

nada Nanodayo... Kise, ¿verdad?- Aomine no dijo nada, solo sonrió de lado y siguió jugando con su

sobrina.

―Es Kise, ¿Qué hiciste? ahora ―dijo Midorima susurrando y acercándose más a Aomine.

―Yo no he hecho nada. ―respondió Aomine negándose a contarle

algo a Midorima.

No quería decirle a nadie lo que había pasado con Kise, no quería que nadie se inmiscuyera más en su relación con el rubio.

-Nanodayo, solo te diré una cosa, Bakao se contuvo una vez de

cortarte la pelotas por hacer sufrir a su amigo del alma, si lo haces sufrir

otra vez ahora nada detendrá a Bakao, ni siquiera yo, ¿me entiendes?-Aomine tragó en seco y asintió lentamente con la cabeza.

Pero nada

de eso sucedería, el no volvería a hacer sufrir a Kise, él lo amaba y quería hacerlo inmensamente feliz.

La hora del almuerzo llegó y ya estaban todos en la mesa, Aomine agradeció que ese día sus padres no almorzaban en la mansión así se

evitaría las incómodas miradas y preguntas de su madre sobre el golpe en

su cara y por su notorio estado defelicidad.

Él sabía que pronto tendría que enfrentar a su madre si quería estar

tranquilo con Kise, pero no quería tener esa conversación ese día, ya la

tendría luego y debía estar preparado para enfrentar a Sadako.

En la mesa todos hablaban divertidos mientras que Aomine no oía

nada de lo que decían ya que sus pensamientos estaban lejos de ahí, con

Kise, recordando su cuerpo y sus besos, si hasta llegó a soltar un par de

suspiros que llamaron la atención de todos los comensales.

―Y bien Kazu-Chan, ¿Cómo va todo en la revista? ―preguntó la abuela

Mi Rubia DebilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora