Capítulo 28

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            Capítulo 28

Daiki y Ryouta estaban felices con Hana la Tía de Daiki y la rápida organización para la boda, todo estaba a tiempo y, ya tenían sobre la mesa de la sala, las invitaciones que debían empezar a ser entregadas.

Ryouta revisaba la lista de invitados y le ponía visto bueno a las que ya estaban listas hasta que llegaron a los padres de Aomine y ella tragó en seco.

―Daikichii esta es la invitación de tus padres ―Aomine tomó el sobre entre sus manos y fijó la vista en el nombre que se mostraba en el trozo de papel.

―Creo que debería ir personalmente a dejar esta invitación-

―¿Quieres que te acompañe? ―ofreció Ryouta, pero él negó con la
cabeza.

―No, Ryouta debo ir solo, además, no quiero que pases un mal rato con mi madre en tu estado-

―¿Le dirás lo del embarazo?-

―Sí, creo que debería ellos son mi familia, aunque mi madre no esté de acuerdo con lo nuestro, pero mi padre de seguro estará feliz-

Nadie salvo Kazunari y Shintarou sabían que Ryouta estaba embarazado. 

Estaban esperando realizar la boda por la iglesia para soltar la bomba a su familia, pero Daiki, suponiendo ya que su madre no iría a su boda, decidió que ese día les daría la gran noticia a sus padres, aunque solo uno de ellos se alegrara de ser abuelo.

―Sí, es lo mejor ―dijo Ryouta mientras apoyaba su cabeza en el hombro de Daiki y él soltó un suspiro cansino.

―Mañana iré a verlos y les dejaré la invitación vamos a qué pasa-

Al día siguiente Daiki entraba en casa de sus padres los cuales se
encontraban almorzando en el comedor.

―¡Hijo! ¡Qué sorpresa! ―saludó Daisuke levantándose de su silla y abrazando a su hijo.

―Hola, papá ―recibió el abrazo de su progenitor para luego mirar a su madre que seguía sentada y lo miraba seriamente―Hola,
madre.

Daiki se acercó a Sadako y le besó la mejilla para luego sentarse en una silla.

―¿Quieres almorzar? ―preguntó Sadako― Te ves más delgado, ¿te estás alimentando bien?-Daiki sonrió y negó con la cabeza.

Era claro que, ese comentario, era en alusión a Ryouta y a su destreza como amo de casa, pero él decidió ignorarlo para llevar la fiesta en paz, pero no sabía hasta cuándo iba a aguantar si su madre seguía soltándole más pesadeces.

―Estoy bien, mamá no tengo hambre, pero gracias por tu preocupación-

―Y cuéntame, hijo, ¿cómo has estado? ¿Cómo está Ryouta?―preguntó su padre mientras que su madre se atragantaba con un sorbo de agua al escuchar el nombre de el rubia lo que le provocó un ataque de tos.

―Excelente, papá estamos muy bien-

―Me alegra mucho hijo, se te ve radiante ―Daisuke dio una mirada a su esposa que tenía la cara roja, por la tos y de seguro que por
escuchar el nombre de Ryouta.

―Sí, así me siento pero bueno, yo venía para contarles algo y a
hacerles una invitación…―

-¿Una invitación? ― preguntó Sadako un poco sobresaltada―¿y a dónde?-

―Bueno, mamá, papá… ―Daiki metió su mano dentro de su chaqueta y sacó un sobre que dejó sobre la mesa―… me encantaría que me acompañaran en mi boda por la iglesia es dentro de veinte días en la iglesia central de Tokyo y…-

―¡Jamás! ―gritó Sadako― Cómo se te ocurre siquiera pensar que yo podría ir a ver cómo mi hijo se casa con ese… ese… chico-

―¡Sadako! ―la reprendió su esposo.

―Tranquilo, papá. Sabía que mamá no aceptaría de muy buena gana mi invitación, pero de igual forma quise intentarlo… como dicen por ahí, la esperanza es lo último que se pierde-

―Y si sabias de mi reacción no debiste venir a restregarme esta boda en la cara.-

―Por favor, mujer, ¿quieres parar con el drama?-

―No, papá, déjala., deja que hable lo que quiera, no me importa.-Daiki se levantó de la silla y miró a sus padres pasó sus ojos de su padre a su madre y viceversa.

Ahora tenía que darles la otra noticia antes de marcharse de ese lugar ya que estaba seguro que, por lo menos con su madre, no tendría otra oportunidad de hablar.

―Bueno, creo que me iré a casa les dejo la invitación por si quieren asistir a la boda, me harían muy feliz además quería  contarles otra cosa  contarles a ustedes que, son mis padres, y que sepan antes que nadie que, dentro de unos meses más, serán abuelos-

Sadako quedó con la boca abierta y paralizada mientras que Daisuke se levantó de golpe y sonriente abrazó a su hijo para felicitarlo.

―¡Felicidades, hijo! Vaya, voy a ser abuelo, ¿no estaré muy joven para eso? ―sonrió el hombre mientras sus ojos se tornaban brillosos de la
emoción.

―Gracias, papá. ―Daiki miró a su madre que no movía ni un solo de sus músculos y decidió de una vez marcharse de esa casa― Bueno, será mejor que me vaya. Que tengan buena tarde… adiós.-

Daiki se despidió de su padre y salió del comedor y de la casa de sus padres con un mal sabor en la boca.

Era obvio que no esperaba que su madre hiciera saltos mortales de felicidad por él y por su nueva vida, pero esperaba que, por lo menos ella hubiera aflojado un poco y ya estuviera más asumida en cuanto a lo de Ryouta, pero no fue así.

Daisuke padre miró a su mujer que parecía estatua de cera sin moverse ni pestañear.

―Sadako, ¿estás bien?-

―Sí… sí… ―dijo ella y de pronto se puso a llorar.

―¿Por qué eres así con él, Sadako?¿Por qué no aceptas de una vez que tu hijo se enamoró, que es muy feliz y que eso es lo más importante?-

―No, nunca voy aceptar eso, nunca, nunca-

―Solo te diré una cosa, Sadako: si sigues con esta actitud con él solo conseguirás que se aleje cada vez más de ti. ¿Es eso lo que quieres?-

―Claro qué no, pero no puedo Daisuke, no puedo…-

―Bien, entonces me tocará ir solo a la boda de Daiki y Ryouta-

―¿Qué? No, tú no vas a ir a esa boda-

―Claro que sí, es mi hijo el que se casa, tengo que estar a su lado tú no quieres ir, pero yo voy a estar presente en ese día tan importante
para él―

-No, tu no harás eso…-

―Sadako, deja ya de tratar de dirigir la vida de todos claro que iré y disfrutaré de la felicidad de Daiki y Ryouta y, cuando nazca mi nieto,también estaré ahí, y en su cumpleaños y en los actos de la escuela y en todo lo que pueda estar en los años que me de la vida, porque amo a mi hijo y, si él es feliz me hace feliz a mí… eso es lo que tienes que entender-

Daisuke salió del comedor dejando a una Sadako que lloraba desconsolada, pero tan testaruda que, no cambiaba de opinión.

Mi Rubia DebilidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora