Capítulo extra: No me pasa nada

1.5K 93 8
                                    


Su nombre era James, tenía dieciséis años. Había llegado hace dos años a la escuela y nunca dejó de ser el chico tímido y callado al que todos molestaban sólo porque sí, aunque nunca lo vi intentar cambiarlo. Había llegado hace dos años y nunca dejó de ser el blanco de mis silenciosas miradas furtivas. Nunca supe ni entendí por qué me sentía tan cercano a él ni por qué pasaba largos minutos observándolo en silencio, abstrayéndome del resto del mundo. Nunca me di cuenta cuándo fue que se coló en mi corazón ni en qué momento sus ojos azules se volvieron mi perdición. Sólo sabía que cada vez que alguien se le acercaba y lo dañaba, en lo único que podía pensar era en gritar y matar a quien osara intentarlo. Pero nunca me atreví a hacerlo. Nunca me atreví, porque sabía que si lo veía ahí, vulnerable y asustado, no podría contener mis ganas de abrazarlo y consolarlo ni de decirle que yo lo protegería de todo el mundo si así lo quería. Me sentía tan atraído por él, que temía ser descubierto si un día decidía defenderlo. Y me aterraba, porque yo era Zayn Malik, el matón al que nadie se le acercaba, al que nadie le hablaba, al que nadie miraba si no era por una buena razón. Yo era Zayn Malik, el que conseguía cualquier chica con el simple chasqueo de sus dedos y el que jamás había sido amable con nadie que no fuera de su grupo. Pero yo sabía que también era ese Zayn Malik que jamás había querido admitir que era gay y que se había enamorado de un chico con el que jamás había hablado. Yo era ese chico que se sintió confundido por primera vez cuando tenía quince años y conoció a un muchacho torpe y nervioso que le había sonreído de la manera más hermosa que jamás había visto. Yo era ese chico de quince años que reprobó su año escolar por rebeldía, porque necesitaba volver a sentirse hombre, volver a creer que ese chico con el que chocó en el baño del Summer's Ending Fest no había sido nadie en su vida. Yo era el chico que había eliminado todo recuerdo relacionado a eso de su memoria y que nunca más se permitió mirar abiertamente a otro chico como lo hizo esa vez. Yo era el chico que se recluía a sí mismo dentro de un clóset en el cual su mayor enemigo era él mismo, escuchando desde su propio cerebro que cuando todos supieran su verdad, le mirarían con asco y se quedaría solo. Yo era el chico que prefería acostarse con chicas estúpidas y fáciles que le garantizaran su reputación como mujeriego y buen amante. Yo era Zayn Malik, el mayor idiota sobre la faz de la tierra.

Muchas veces me preguntaba qué sería de mí si decía la verdad. James era, por así decir, el espécimen más extraño de la escuela, y yo era, a resumidas cuentas, el chico malo. Eso podía servirle a las chicas buenas que andaban detrás de tipos como yo, y, probablemente, si alguna de esas chicas lograba tener la atención de un idiota como yo, todos dirían que era una historia de amor preciosa; pero tratándose de mí y de un chico como James, lo dudaba. Porque no sólo se destrozaría mi máscara de mujeriego y rebelde, sino que también destruiría por completo el personaje que me había creado para todo el mundo. Haría caer esa careta en la que lograba que nadie se me acercara, en la que yo era intocable y deseado. Y yo estaba bien con eso, no quería cambiarlo. Pero todos los días veía a James pasar delante de mí, cabizbajo, y todos los días veía a un grupo de idiotas ensañándose con él. Toda mi convicción temblaba cuando veía a James. Y estaba nervioso, completamente desesperado, porque últimamente no podía dejar de pensar en lo mismo una y otra y otra vez. De alguna manera todo me llevaba a lo mismo y ya estaba comenzando a desquiciarme. Todo se resumía a ese par de ojos azules que casi siempre estaban mirando al piso detrás de esos lentes tan grandes que me parecían casi ridículos. Todo se resumía a él, al chico que siempre miraba desde lejos con la esperanza de ser mirado de vuelta. Todo se resumía a esa sonrisa tímida que casi nunca le veía curvar, a esas margaritas adorables que me hacían querer cuidarle de todo el mundo. Todo se trataba de la ira que me carcomía por dentro cada vez que le veía irse con el labio roto, cada vez que oía las burlas hacia él. ¿Pero qué podía hacer? El simple pensamiento de ir a salvarle me hacía estremecer. ¿Cómo ir a defenderlo sin delatarme en el intento? ¿Para qué exponer mis sentimientos por alguien que quizás ni siquiera se fijaba en mí? Y peor aún: ¿cómo comenzaba una conversación con él?

No es como parece - Ziall HorlikDonde viven las historias. Descúbrelo ahora