Capítulo 8

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Emma llegó a Santiago de Compostela una tarde fría y soleada. Lo primero que hizo al llegar, fue ir a la catedral. Quedó encantada con lo grande que era, y la mezcla del estilo Romántico con el Barroco. Se sentó en un banco y se puso a pensar en su vida, y en el viaje que acababa de hacer caminando. Había logrado lo que quería, había llegado a Santiago a pie.

Millones de momentos se cruzaron en su cabeza. El año que vivió con Ingrid. Los meses de amor y los robos con Neal. El tiempo en prisión y la pérdida de su embarazo. Las drogas y el alcohol. Dormir en su auto. El conocer a Ruby y August. Trabajar sin parar para poder realizar el viaje. Sacar el pasaje de avión. Tomarse un vuelo a París. Haber conocido a la familia Nolan. Philip y su molesta entrevista. La ayuda de Walsh y Marco. El escapar de Peter y Félix. La conexión y la felicidad de lo compartido con Killian. El intercambio de historias con Elsa y la diversión con el trío de amigos: Arthur, Eric y Jefferson. Los amaneceres y los atardeceres.

Y allí, sentada en la catedral tuvo una pequeña revelación. Quizás había perdido personas a lo largo de su vida, que jamás había pensado que iba a perder. Incluso en algún momento se había perdido ella misma, lo cual era peor. Pero ella no era eso. Ella no era sus errores, sus intentos fallidos, ni las opiniones de los demás sobre su persona. Ella no iba a estar dañada para siempre.

¿Qué pasaría si se perdonaba a ella misma? ¿Y si se perdonaba a ella misma aún sabiendo que había hecho cosas que no debería haber hecho? ¿Y si todo lo que era, era lo que necesitaba y quería? A pesar de estar arrepentida de muchas cosas, si podría volver el tiempo atrás no cambiaría nada.

Todo lo que había vivido la había llevado a estar allí. Ella era producto de sus experiencias y sus aprendizajes, y le gustaba creer que atravesar cosas horribles te hacía crecer. Ella era la persona que sobrevivió las tormentas, y siguió caminando. Y creía, que atravesar muchas tormentas, era lo que finalmente te hacía estar limpio.

Se secó las lágrimas que caían de sus ojos y salió de la catedral. ¿Qué iba a hacer con su vida ahora que no tenía donde ir? Fue al teléfono público y llamó a su amiga. Había prometido que iba a llamarla cuando llegara a Santiago, así que era hora de cumplir la promesa.

- Hola. – Saludó Ruby al atender su celular.

- Hola extraña. – Saludó Emma.

- ¡Emma! ¡Que bueno escucharte amiga! – Exclamó Ruby reconociendo la voz de la otra. - ¿Estás en Santiago? – Preguntó.

- Si, llegué hace un rato. – Contestó Emma.

- Que bueno, sabía que ibas a lograrlo, estoy muy orgullosa de ti. – Dijo Ruby con aprecio.

- Gracias. – Agradeció Emmma. – Aunque ahora no sé que voy a hacer con mi vida. – Comentó dando un largo suspiro.

- Ahora podes hacer lo que sea que quieras. – Dijo Ruby animándola. – Busca un trabajo, y cuando tengas dinero nuevamente vas a saber a donde ir. – Aconsejó.

- ¿Y si quiero ir a otro lugar que no sea Bostón? – Preguntó Emma, con cierto temor en su voz.

- Emma nosotras siempre vamos a ser amigas, vivamos en la misma Ciudad o no. Yo quiero que seas feliz, tenes que hacer lo que te hace feliz. – Respondió Ruby.

- Pero... ¿Y si me arriesgo por algo que después no consigo? – Insistió Emma, todavía indecisa por los pensamientos que rondaban en su cabeza.

- Eso no importa, lo que vale es intentarlo. – Aseguró Ruby.

Ruby le contó sobre como habían estado las cosas en Bostón desde que ella se había ido, y Emma le contó algunas anécdotas del viaje. Una vez que estuvieron satisfechas, se despidieron y cortaron el llamado.

Rocky RoadsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora