La auténtica felicidad; para Beatrice, era un invento latente de la gente que trataba de ocultar lo infeliz de su vida, una forma de hacerle creer a la sociedad que alguien podía sonreír sin tener ninguna preocupación de por medio, la felicidad, era un sueño inalcanzable...
Porque ser feliz no cabía de alguien más, tampoco de algo, cabía de uno mismo, y de cómo uno superaba sus problemas, por eso, era que ella jamás iba a ser feliz, porque sin importar que soleado se encontraba el día, ella aprovechaba la más mínima sombra para crear un panorama grisáceo ante sus ojos.
¿Era eso acaso ser infeliz?
No, porque ella no lo era, solo era miserable, pero no miserable por alguien más, miserable por ella misma, por sus propias palabras, sus propios sueños rotos con sus propias manos, por sus propias esperanzas que ella había aniquilado.
Si, la auténtica felicidad no existía, o eso al menos era lo que le había demostrado el mundo.
Y en aquel momento, sabia, que ya no había forma de que su panorama cambiara.
-¿¡Casarme?! ¡¿Estas demente o qué?!- no podía evitar gritar, se encontraba indignada, golpeaba la mesa con un rencor y odio que ni siquiera el objeto inanimado merecía.
-Cariño, escucha, esta puede ser una buena oportunidad para la familia y yo pensé...-
-¡¿Pensaste que?! ¡¿Que yo aceptaría por mis propios medios si me rogabas con aquella mirada de completa hipocresía que pones cada vez que quieres que haga algo?!- en ese momento no media sus palabras, estas salían como cuchillos filosos, directos al pecho de aquella mujer que le dio la vida, sabía que estaba mal, sabía que no tenía derecho a juzgar sin saber el porqué, pero no pensaba callarse, no esa vez -Pues estas muy equivocada madre, no soy tu títere-
A la mujer, se le habían llenado las pupilas de lágrimas, en lo más profundo de su ser, sabía que algo así pasaría, solo quería ignorarlo, no quería tener que preocuparse por ello hasta el día en el que tuviera que decirlo en voz alta, y ese día había llegado, y se arrepentía de no haber tenido un plan "B".
-Mírame Beatrice...- su voz temblaba ante cada palabra aunque eso no hizo que la joven castaña se apiadara, al contrario, solo le provoco mayor enojo que antes -Soy una mujer vieja, ya ni siquiera puedo valerme por mi misma, ¿No quieres que tus hermanos tengan una vida mejor a la que yo sola les puedo otorgar?- la necesidad en su voz era evidente.
-¿Crees que esta es la mejor opción?- la furia seguía en su voz, tan impotente y permanente que asustaba a la mujer frente a ella -Yo no hare esto ¿¡Entiendes?!- y así, había abandonado la habitación, los sollozos de la mujer de avanzada edad se presentaron en el silencio de la sala mientras el fuerte portazo de una de las habitaciones hacía eco en el pasillo.
Le dolía, le dolía ver como uno de sus hijos le dirigía aquella mirada propia de aquellos retoños que ahora, cursaban una edad promedio, llena de odio y rencor, aquella mirada que parecían haber desarrollado juntos para el momento en el que la necesitaran; con solo pensar en eso, sentía que su mundo se venía abajo.
¿Que hizo mal?
Ella siempre había creído que el mundo era un lugar hermoso, que aquellas piedras que se colocaban en el camino de cada persona era pequeños obstáculos que solo te hacían ser mejor más, cuando la maldición cayó sobre ellos, no supo que decir, no supo cómo reaccionar, solo sabía que en ese momento, la culpa no era de nadie y no sabía cómo transmitírselo a su afligida hija que por todos los medios, intentaba remediar su error.
Sintió los brazos de su amado esposo rodearla por completo, sabía que si solo ella hablara con la castaña, sin gritos, sin pensamientos negativos, tal vez, y solo tal vez, entendería el porqué de la situación.
-¿Quieres que hable con ella?- negó con la cabeza al escuchar la pregunta de su marido, estaba al tanto de que era su culpa y no pensaba meter al hombre en aquella horrible pelea que ella y su hija llevaban, como un enfrentamiento interminable que ella esperaba parar de verdad.
-Hay que esperar un poco- su voz continuaba melancólica mas se esforzaba por que sonara neutral y tranquila -Ella todavía está molesta- seco los restos de lágrimas de sus mejillas y camino hacia la cocina del hogar, su lugar cálido y tibio, el lugar en donde podía preparar los mejores postres que en su tiempo, podían arreglar cualquier conflicto.
Como deseaba que eso volviera a ocurrir.
-Ay Beatrice...- suspiro su padre en un tono melancólico, había observado la inminente pelea y, aunque pensaba en intervenir, con solo recordar el pedido de su esposa, aquel pensamiento se esfumaba.
"Por favor, sin importar que, no intervengas, quiero hablar con ella, de mujer a mujer"
Él era un hombre de palabra y se negaba a romper aquellos lazos de fidelidad que habían mantenido su matrimonio en aquel pequeño pero mantenido voto de silencio, aunque, para aquel entonces, el ver como aquellos unidos lazos de madre e hija que ambas mantenían se rompían, le hacía querer interferir, sin importar que su esposa estuviera en desacuerdo, él pensaba arreglar las cosas entre ambas mujeres.
O almenos esa era la idea que mantenía antes de pararse frente a la puerta y debatirse entre tocar la fina madera o mantener su palabra intacta y dar media vuelta.
Al final, el orgullo es más poderoso que cualquier promesa dicha.
-Beatrice, cariño, debemos hablar- silencio, tan amargo que sintió un escalofrió recorrer su espalda, volvió a tocar la puerta esperando una respuesta de su hija aunque esta nunca llego –Por favor, hija, esto es verdaderamente importante, para tu madre y para mí, dime que lo entiendes amor- nada, parecía que estuviera hablándole al aire, suspiro y se recargo en la madera.
-Escuchame Beatrice, el mundo puede ser cruel a veces, ¿Lo sabes verdad?- nuevamente, completo silencio, aunque para ese momento, el hombre ya se había resignado al voto de silencio que su hija mantenía contra él, y suponía, contra su mujer también –El hecho, es que nosotros no estamos bien económicamente, necesitamos de tu ayuda princesa, no queremos darles una vida de puras miserias, quiero que disfruten su vida, tú y tus hermanos, Lo entiendes ¿No?-
El hombre nuevamente recibió un amplio silencio a cambio de su sinceridad, esto lo enojo ligeramente aunque simplemente trato de calmarse, no quería empeorar la situación con su hija, con cuidado, tomo el pestillo de la puerta y comenzó a girarlo esperando a que su hija no se percatara de esta acción.
-Cariño...-susurro con calma antes de echar una mirada a la habitación.
Vacía.
-Beatrice...-volvió a susurrar viendo como la ventana, que abierta de par en par, dejaba entrar aquel ligero aire invernal que su hija tanto odiaba -¡Beatrice!- grito con todo el aire que sus pulmones podían contener, aunque algo le decía que eso no serviría de nada.
No, en verdad no serviría de nada.
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Over The Garden Wall: Like a Nightmare
Fiksi PenggemarTiempo era de lo que escaseaban, bajo la impertinente luz de la luna, dos jóvenes de vivos ojos y sentido voraz caían en la oscuridad máxima, postrandose a los pies de lo desconocido...por segunda vez.