Capítulo 3

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Dallas en multimedia*
***
El chico al que he fichado tiene el pelo castaño claro, los ojos verdes y parece bastante simpático. Llamadme acosadora, pero en cuanto paga su café y se encamina hacia la salida de la cafetería voy tras él, es mi oportunidad. Justo cuando sale yo también lo hago y finjo tropezarme y cuando se da cuenta y gira, parte de mi café se derrama en su jersey.

Me "estabilizo" y finjo sorpresa.

—Oh, Dios, lo siento—le digo.

Él se separa un poco el jersey y me vuelve a mirar sonriendo.

—No, no importa.

—Dios mío, de verdad lo siento. Debería comprarte otro jersey o algo.

Él suelta una pequeña risa muy tierna y niega con la cabeza.

—No, de verdad, no pasa nada—insiste—Además ya estamos en paz.

Frunzo un poco el ceño, confusa.

—La semana pasada fuiste a la fiesta de la hermandad Kappa Nu ¿verdad? Esto... me acuerdo de ti porque yo te tiré la bebida y salí corriendo—se explica.

Oh, creedme que recuerdo aquello. Sin querer mi vista se fija detrás de él cuando un chico que ha estado a punto de entrar a la cafetería de repente se frena y me mira. Tardo un momento en reconocerlo, pero cuando lo hago, aprieto la mandíbula instintivamente. Ojos azules, sonrisa electrizante: Derek. Hay decenas de cafeterías por la zona y él tenía que venir a esta. Abro bien los ojos en cuanto veo que él, vez de continuar su camino, se queda ahí plantado mirándome. No sé qué pretende pero no me huele bien.

—Sí, lo sé, tremenda coincidencia—dice el chico al que dejé de prestar atención hace unos segundos.

Recobro la compostura a medias e intento hablar bajo la mirada expectante de Derek.

—Sí, esto...vaya casualidad.

—Soy Eric—dice alzando la mano tímidamente para que se la estreche.

—Yo...

Estoy a punto de decir mi nombre cuando de pronto la voz de Derek lo dice por mí.

— ¡Sarah!—se acerca a mi lado y me rodea los hombros con su musculado brazo—Gracias por comprarme el café, cariño.

No-ha-hecho-eso. Ahora sí que estoy completamente paralizada, reprimo el impulso de 1) abrir la boca de sorpresa y 2) estamparle algo en la cara. Eric esta notablemente incómodo por la aparición de Derek así que hace una especie de mueca imitando una sonrisa.

—Bueno, un placer verte de nuevo Sarah, espero que la próxima vez no nos tiremos nada encima.

Retoma su camino hacia el parking. Intento reír su chiste pero no me sale.

Derek se separa de mí y estalla en carcajadas. De pronto me hierve la sangre y sin impedir el impulso le empiezo a pegarle repetidas veces en el brazo. Sus carcajadas se apagan dejando paso a un quejidos y un par de maldiciones.

—Joder, para. No te pongas así, creí que después del incómodo encuentro de la semana pasada y de tu estratégica huida te vendría bien un poco de humor.

Me vuelve a mirar y ve que mi cara no está precisamente riendo y eso por lo visto sí que le hace gracia porque sonríe de nuevo haciéndome enfurecer más.

—Oh, como echaba de menos hacerte enfadar—comenta.

— ¿Qué cojones te pasa eh?

— ¿A mí? Nada, solo estaba dando un placentero paseo y me topé con tu malísima actuación. El truco de tirarle en café es pésimo, y además, eliges mal.

— ¿De qué hablas?

Estoy confusa, ¿qué hace aquí? Aparte de incordiarme, claro, su actividad favorita. ¿No le quedó clara la indirecta de la fiesta? Verlo solo me dan ganar de arrancarle la cabeza.

—Podrías haberte puesto a hablar con ese tío del banco que lleva mirándote el culo desde que apareciste—miro de reojo, y sí, de ese ya me había percatado—Pero sin embargo fuiste a por el plan difícil y elegiste al tío que parece decente. Eso es porque no buscas un rollo ¿Me equivoco? Pues eliges mal, porque el de la pinta decente engaña. Gírate y mira su culo—me ordena.

— ¿Qué? —digo confusa.

—Oh vamos, no me digas que no estás tentada.

Obedeciendo, giro y miro su culo tambaleante mientras abre la puerta de su coche.

—Fíjate en ese pequeño bultito en el bolsillo izquierdo, es demasiado pequeño para ser una cartera.

Entrecierro los ojos para fijarme bien, y en efecto, ahí está.

—Es un condón—adivino derrotada.

— ¡Bingo! ¿Por qué llevaría uno tan a mano y tan evidente? Porque espera tirarse a la primera que caiga.

— ¿Espera follarse a alguien a primera hora de la mañana?—digo intentando buscar grietas a su teoría.

—Espera no cambiarse de pantalones hasta esta noche—repone él.

—A lo mejor solo es precavido—añado.

—Si fuera precavido, lo llevaría en la cartera como todo el mundo.

—Habla por ti, aun quedan tipos decentes ahí fuera cuya primera necesidad no es el sexo.

Encaro de nuevo a Derek y me encuentro con la misma sonrisa de suficiencia que tenía hace dos años. Casi no ha cambiado. Tiene el pelo más largo por arriba y corto por los lados, y la mirada intensa pero sigue siendo el mismo capullo de siempre. Suspiro sorprendiéndome de que aún no haya huido de él.

— ¿Por qué me has ayudado?

—Porque me dabas pena. Bueno, y porque ha sido genial volver a hacerte rabiar después de que prácticamente hayas desaparecido durante dos años, es bueno saber que sigues viva.

Prefiero no añadir nada. Lo sigo mirando esperando que diga algo más.

—Podría ayudarte con tu búsqueda del chico perfecto—me ofrece.

—No necesito tu ayuda.

—Ya, ya lo he visto—comenta con ironía.

Han pasado dos años y tengo que decir que me sorprende con la confianza y soltura que me habla, como si ese periodo no hubiera sido más que dos días.

— ¿Por qué siquiera estamos teniendo esta conversación?—le pregunto sin venir a cuento.

—Porque la has cagado con ese tal Eric y te aseguro que el siguiente capullo encubierto de chico decente no será tan descuidado de llevar el condón tan a la ligera, te enamorarás, te acostarás con él, le dirás adiós a tu virginidad y te dejará tirada.

—No soy virgen, idiota.

— ¿Y entonces porqué buscar a un chico decente?

—Porque me estás dejando muy claro que no quiero a chicos como tú.

—Todas las chicas buenas dicen lo mismo, al final siempre acaban con el chico malo, es un absoluto cliché.

—Ah, ¿sí?—me acerco unos pasos a Derek sonriendo—A ver como cuadra esto en tu cliché—sin que se cuenta desenrosco la tapa de mi café—Yo no soy una chica buena.

El resto de mi café va a parar a su pelo y a su cara y a su camisa. Abre la boca por el repentino asombro y vuelve a abrir los ojos que había cerrado.

—Joder—se queja y empieza a soltar maldiciones mientras yo empiezo a caminar. Al final me he quedado sin chico, ni café, pero con una sonrisa en los labios que no desaparecerá en mucho tiempo.

***

Besos de Queen C.

Shades of madnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora