V. Licaón

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El lugar era menos civilizado que Roma. Habían llegado a una especie de bosque que se extendía hasta el horizonte. Enormes árboles se alzaban imponentes hacia el cielo, pareciendo tocar las nubes, la temperatura era mucho, pero mucho más fría que en Roma, los pinos tenían una fina capa de nieve encima mientras que en el suelo había unos diez centímetros, el frío era tal, que cuando Dennis respiraba, su aliento formaba vaho en el aire.

Aun conservaba un pitido en los oídos que iba disminuyendo poco a poco a causa del viaje. Las piernas las sintió como de goma por el agotamiento, y se tambaleó, aunque logró mantenerse en pie. Esta vez todos aterrizaron sin tantas repercusiones, incluso Clarisse pareció poder controlar las ganas de vomitar.

—¿Dónde estamos? —preguntó Clarisse, con una mano en el estómago, empezando a llevarse la otra a la boca—. Ya vuelvo. —Se dio media vuelta y fue hacia unos arbustos.

Dennis hizo una mueca de compasión al verla descargando la comida tras los matorrales. Miró de reojo a Winnie y alzó ambas cejas a modo de pregunta.

Ella miró el lugar. Suspiró.

No lo sé, zing-zing, dijo la loba en su mente.

«Ahora se te da más sencillo comunicarte por el collar.»

Él sonrió y le tomó una pata, ella lo miró y esbozó una sonrisa, por más que Dennis quisiera acceder a las emociones de la lobuna, no podía. Eso lo confirmaba, Lilito le atrofió el collar.

Ambos miraron a Wilbur quien estaba analizando el lugar, movía las orejas en varias direcciones y olfateaba el aire.

—Esto es uno de las Taigas de Rusia —aclaró el lobo—. Solo que no sé cuál de las tres.

«¿Taiga? —le preguntó Dennis a Winnie, por el pensamiento—. ¿Qué se supone que son?»

Taiga creo que significa lugar inhabitado, dijo ella. Como un bosque.

—No se siente ninguna energía de ninguna parte —dijo Clarisse, un poco mejor—. ¿Seguro que estamos en el lugar correcto?

—Supongo. —Dennis sacó el mapa de la mochila y lo ojeó; el punto dónde se encontraban estaba marcado como una de las tres fuentes de energía; miró a su alrededor y notó que amanecía—. Debe ser porque está amaneciendo, por lo general los monstruos salen de noche, y por ende, supongo que quien sea que provoque el subidón de energía lo hará de noche —apuntó.

—Tienes razón —agregó Wilbur—. ¿Qué hacemos ahora?

Todos miraron a Dennis expectantes de una respuesta. En ese momento él cayó en cuenta de algo y se preguntó si era el que estaba al mando de todo esto. Carraspeó un poco y se rascó la nuca. Ciertamente no sabía que debían hacer.

«¿Me echas un cable, Winnie?»

Vale.

—Tal vez buscar algún refugio hasta que llegue la noche —propuso ella.

Todos miraron a Winnie y asintieron.

Empezaron a caminar por el bosque. Winnie dejaba pequeñas marcas en los troncos de los arboles con sus garras para tener una guía y no terminar dando vueltas en círculos, Wilbur, en cambio, caminaba delante de ellos junto a Clarisse. De tanto en tanto, el lobo giraba la vista hacia ella cuando la morena mostraba algún signo de agotamiento o cansancio, incluso una vez pareció que se ofreció a hacer algo, pero ella negó con la cabeza sin decir palabra. «Debieron haber hablado telepáticamente a través de los collares.»

¿Qué pasa con ellos?, le preguntó Winnie.

«No lo sé», pensó Dennis, negando en un gesto de impotencia. «Yo lo veo normal.»

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