Capítulo 1: Ojos

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¿Una historia? ¿La historia? No quepo en mi impresión. Los humanos mortales buscan dinero, logros, honor, un nombre, un lugar en la historia. Es la primera vez que escucho de algo así. Puedo negarme, la vela que sostienes no es infinita y no soy la única que lo sabe, entre las sombras hay más de uno que está esperando pero decido no hacerlo, estás haciendo bien en parecerme interesante, hace mucho tiempo que no pienso en cosas así.



Podría comenzar por el principio pero no ¿Para qué? Las cosas terminarían demasiado rápido, lo mismo de si comenzara por el final. —Como quieras. Respondo, evidentemente no puedes ver mi sonrisa. Si quiero hablar sobre lo que he visto indudablemente comenzaría por allí. Aclaro mi voz y comienzo a hablar con el tono de una amante en una noche de pasión. —Esto será largo, espero puedas sobrevivir...



El mundo siempre se ha jactado de tener dos facetas, una que ves y otra que no puedes ver. Siempre se ha pensado lo impensable sobre aquella que no puedes ver, incontables cosas se han dicho y se dirán, buenas, malas, que hay un millón, que hay una sola, que son infinitas o que no existe ninguna. Es un tema de intenso debate desde el inicio de la humanidad y antes de eso, bueno, no para una persona.


Ojos ambarinos, la marca de aquel que puede ver tras las barreras de la realidad. Ojos especiales que de alguna manera filtran bajo ciertas condiciones lo que debería verse para mostrarse lo que está detrás de ello. Han existido por mucho tiempo, solo una persona puede tenerlos cada vez y a veces no hay ninguna en absoluto, pero no estamos aquí para hablar de quienes no lo tuvieron sino de quien lo tuvo.



Marina era su nombre, una señorita de la clase alta, no fue hace mucho tiempo que estuvo entre nosotros, adolescente, como muchas, queriendo experimentar lo que el mundo tenía para ofrecerle pero a la vez confinándose en sus habitaciones o comunes rutinas diarias, lo único interesante de ella además de sus hermosos ojos dorados era su hermosura, largos cabellos del mismo color finamente peinado, cuerpo si bien poco desarrollado también bello y bien vestido. Un día como cualquier otro desayunaba fuera cuando notó que otra chica de una edad similar a la suya la miraba desde otra mesa.


En un principio le prestó poca atención, cabello corto, castaño, ojos negros, con camisa blanca y pantalón negro, parecía cualquier tipo de trabajador que hubiera visto. La chica no dejaba de mirarla, comenzaba a irritarse por lo que una vez terminada su comida dejó el dinero y se fue por la puerta principal. Ya daba el encuentro por perdido cuando vio todo blanco por un momento seguido por el sonido de una cámara fotográfica, miró a la izquierda, de donde vino el sonido y allí estaba la "chica trabajadora" sonriéndole con una cámara bajo el ojo derecho para luego guiñarlo.


Tras eso, ahora ya molesta del todo apresuró el paso mostrándose indignada por la molesta conducta de la contraria. —¡Hey! Pese a que no conocía su voz ya intuía de quien se trataba. Suspiró por la nariz y sintió que la tomaban por el hombro, no era algo brusco, era más bien suave sobre su piel. Se volteó y se trataba de aquella chica quien sonriente se disculpaba —Creo que soy algo molesta cuando quiero. Se excusó, Marina por su parte hizo una mueca —Lo eres. Confirmó de manera algo cruel, desvió la mirada en dirección a un callejón, un amplio paraje con tierra que parecía hecha de nubes de color violeta, en el horizonte la inmensa oscuridad delimitada por lo que parecían ser estrellas ¿Qué era lo que estaba viendo? Las palabras de la otra se le hacían distantes, apenas las escuchaba, las escuchaba de fondo, como si vinieran de una persona al otro lado de una pared.

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