Capítulo 4: Estrellas Oscuras

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Esta vez no me distraje, no podía, si, los pensamientos, los recuerdos de una época pasada perdida, olvidada y censurada pasaban por mi memoria pero a la vez mis ojos, fuera de mi onírico mundo pasado, te miraban fijamente, buscaban tus facciones entre aquel mundo de oscuridad solo encontrando más de lo mismo, tus facciones cubiertas por la sombra, con la luz de una vela protectora casi acabada a tus pies.

No cuestiono tu determinación ni mucho menos el deseo que te ha traído hasta aquí, es ya muy tarde para eso. Simplemente busco algo en tus ojos. Busco un sentimiento, pude ver tu miedo y pude ver tu determinación, pero este primero es controlado por tu alrededor y este segundo nace de tu mente y es moldeado por tu alma como oposición a lo que te controla, busco algo más puro.

He buscado valor en vano así como también lo he hecho con odio e incluso me he aventurado a buscar felicidad o anhelo al estar ya tan cerca de lo que parece tu objetivo final. Un sentimiento tan puro como el suyo, tan transparente, he fallado en encontrarlo en el presente pero en el pasado puede que lo haga. Ecos de un momento y lugar, caos tras una promesa de paz, vana al final, no existe la paz y mucho menos cuando nace de un lugar acostumbrado al conflicto. La paz no puede nacer de la guerra como la pureza no puede nacer del caos.

La vela a tus pies desaparece contigo pero su resplandor perdura mientras los ecos de la historia que anhelaba ser reconocida, esperando pacientemente su turno para elevar su voz en un presente construido en mentiras. Querían presentarse y hacerse notar aún para una persona que no tenía futuro, esto como prueba de su determinación, contraponiéndose a todo, a las meras primicias en las que todo se sostenía, decididas a traer la verdadera luz para hacer desaparecer a su impostora.

La tenue y frágil luz se convirtió en un poderoso destello, la infinita oscuridad se expandió, permitiendo que de la tierra muerta crecieran estructuras de piedras que con un trabajo conjunto perfecto y milimétrico, mantuvieran esas ofrendas a sus creadores en pie. Esas estructuras rodeaban un vacío pequeño vacío.

La tierra era invisible, había sido sustituida casi en su totalidad por cabezas humanas, el silbido del viento había sido consumido por gritos y numerosas voces que expresaban odio, miedo, desdén y, por sobre todas las cosas, una soberbia generalizada, oscura con el carbón pero de la misma era imposible que naciera la hermosura o algo que no fuese un insulto a cualquier otra creación.

De entre el lago de cabezas blasfemas se alzaba otra estructura de piedra, mucho más pequeña y de forma cilíndrica, un pilar que se extendía casi por sobre las demás estructuras, desde donde se podían ver muchos otros semejantes en forma a su propio ser.

Las voces se acallaron súbitamente por un momento, por un instante y miles de ojos miraron hacia arriba, el silencio casi reinó el lugar de no ser por el enorme destello de luz que poco a poco se iba desvaneciendo a la vez que lo hacía un grito reinante por sobre todos los demás pero con un sentimiento muy diferente.

La luz se desvanecía, el grito cesaba, los minutos pasaban y el sol seguía sin salir de las densas nubes grises que poblaban el cielo de aquella enorme ciudad que se extendía por kilómetros alrededor de aquel lugar. Pocos ojos eran los impasibles, los furiosos y asustados eran los dominantes.

La luz desapareció, los dejó, sus rostros dejaron de parecerse al tuyo revelando una apariencia asquerosamente humana al desaparecer las sombras. Imperfectos, cambiantes, desagradables a la vista. El más desagradable de todos estaba en la cima del pilar: un hombre vestido en piel blanca y cabellos robados los miraba desde el firmamento como una deidad.

A sus espaldas, su oponente forzado, un manojo de largos cabellos blancos teñidos de rojo, atados a un enorme pedazo de piel y carne pulverizada y ultrajada, su color original era desconocido: blanco, rojo, azul, violeta, negro, un oscuro arcoíris inverso pintaba aquel cadáver ciego cuyas facciones habían quedado congeladas.

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