Ya empezamos

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Borrachos! 

Eso es lo que estábamos. No parecía tan mala idea irnos a casa cuando salimos de la fiesta como ahora que estamos en medio del monte. No es que tenga miedo de que nos pueda rodear. Me preocupa más la persona de la que voy acompañada. 

Lo quiero mucho. Como un hermano. Pero es que tiene cosas que me preocupan. Ya desde niños. Es capaz de hacerme hacer literalmente cualquier cosa y siempre en los momentos que menos me espero. 

Llevamos andando ya unos veinte minutos zigzagueando por la carretera. Total, no pasa ningún coche por aquí ni de día. Ya queda menos para estar en casa. No sé como fui capaz de pensar razonablemente con el pedo que llevaba encima. 

Intento apartarme de él, que cada vez está más y más cerca. También parece cada vez más y más borracho. En toda esa niebla que tengo en la cabeza, saltan las alarmas. 

Ya empezamos. 

-Ven! Ayúdame que no consigo andar bien y tengo el brazo todo rascado de chocar con la pared esta de mierda.

No tengo más opción que acercarme y apoyarlo un poco sobre mi. Joder, no es que yo estuviera mucho mejor que digamos, pero así fuimos. 

-Espera que tengo que mear. 

Lo acerco a la pared para que se pueda apoyar sin caerse y que se mee encima. 

Debe de ser algo tan natural que hasta parecía que no estaba borracho. En unos dos segundo ya tenía la polla fuera, pero no salía nada. Como para salir algo. Estaba empalmado. 

Ya empezamos.

-Ven! Ayúdame también con esto.

No me importaba mucho la verdad. Tampoco es que fuera la primera vez. Yo lo ayudo. Él me ayuda. Un pequeño juego morboso entre dos tontos salidos.

Acabo el trabajo sin problemas, disfrutando además. La bebida ayuda. Y que no haya gente. Pero como ya dije. Por ahí no pasa nadie ni de día. Solo hay un problema. 

No se le baja. Sigue ahí, peleón, en todo su esplendor. Lo miro. Luego miro la cara de él. Que cara por dios. Este seguro que no está borracho. Este seguro que lo que está es salido.

Se le ve en la cara. Quiere más. Me caliento. Yo también quiero. No hace falta que digamos nada.

Me levanto. Se me pega. Muy muy cerca. Lo siento enterito. Yo también quiero. Será que hoy es la noche?

-Vamos. Estamos cerca de casa, aunque si quieres aquí mismo, no me importa. Yo te como en cualquier sitio.

No digo nada. Le cojo la polla y se la meto en los boxers. Lo entiende. Esos cinco minutos no es que fueran cortos que digamos. Andando uno al lado del otro rozándonos sin disimulo alguno. Lo bueno de vivir en medio de la nada. 

Cuando llegamos a la entrada de la casa, él ya estaba casi en bolas y yo sin camiseta y la falda de cinturón. Todo eran tocamientos, lametazos y muchas muchas más cosas, pero sin besos. Nosotros nunca nos besábamos. 

Hizo lo que me prometió. Varias veces. Y yo a él. Pero era la noche. Lo supe con certeza cuando sacó el condón. 

Entonces pasó lo que no debería de haber pasado. Me asusté. 

Él no se lo tomó muy bien. Más bien lo ignoró. Entonces sí que me besó. No me lo esperaba. No era bueno. No era como debería de ser un beso. Era sucio. 

Me asusté más. Estaba sobre mi. Los dos medio desnudos.

Intenté apartarlo. No pude. Tenía la punta rozándome. Era mi primera vez. No quería. No así. No con él. Lo nuestro era solo un juego. No me lo esperaba, pero me miró y paró. Levantó la mano para acariciarme la cara. No. No la estaba acariciando. Me estaba secando las lágrimas. 

Estaba llorando. Lo malo es que al moverse para secarme las lágrimas, entró un poco. 

Estaba temblando. Él lo notó. Salió. Intentó convencerme que no pasaba nada. Que era como cualquiera de nuestros juegos. 

Me lo saqué de encima. 

- No pasa nada. Ven! Lo quiero. Mucho. Pero no tenemos porqué. 

Yo lo miro. me tranquilizo un poco, pero aún así no me acerco.

- Ven! Tengo hambre.

IncompleteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora