Capitulo 1

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Lydia

El olor de la comida recién preparada inundaba completamente el ambiente mientras era transportada al comedor, cuando en la puerta de entrada se encontraban los integrantes de la familia Ponttiel. El vestido que me habían obligado a usar me impedía respirar sin sentir que me explotarían las costillas en cualquier segundo, aunque a diferencia de Elizabeth, yo no lo hacia notar moviéndome como si llevará puesta paja en lugar de un vestido hecho de algodón.

Un suspiro incontrolado salio de entre mis labios cuando el joven Petter Ponttiel atravesó hacia nosotras para saludar con la cortesía que siempre mostraba, con un beso en nuestras manos. Madre, al darse cuenta de mi reacción, me jaló de los listones del vestido, haciendo que el aire se escapara incontrolablemente de mis pulmones, para acercarme a ella y susurrarme en el oído: - Comportarte, Lydia.

Pude respirar otra vez en cuanto me soltó, pero solo fue durante unos pocos segundos, ya que al instante Petter dirigió su mirada a mi acompañada de una sonrisa, haciendo que el aire escapara de mi cuerpo de nuevo. Le devolví la sonrisa tímidamente justo en el momento en el que Padre comenzó a hablarnos:

- Jovenes, porque no van al jardín un rato. - Mis dos hermanas menores salieron dando brincos hacia afuera en cuanto Padre había mencionado los jardines - Los adultos tenemos cosas importantes que hablar.

Obedientemente, los mayores, salimos en fila hacia los jardines traseros, desde donde llegaba la brisa del frio invierno hacia nosotros, acompañado del aroma de las plantas que comenzaban a cubrirse de nieve bajo la suave luz de la tarde. Pude escuchar a la Señora Ponttiel hacer un comentario sobre la comida que se estaba sirviendo en el comedor en el momento en que Elizabeth y yo nos poniamos las capas sobre los hombros, ella tenia la mala costumbre de alagar todo el tiempo a Madre, lo cual solo la hacia refunfuñar.

Mis manos temblorosas tardaron más de lo que esperaba para lograr atorar los botones en el costado del cuello, hasta que decidí darme por vencida y sujetarlo con las manos, pero de pronto unas manos suaves sujetaron las mías y acomodaron perfectamente los botones sin problemas, me gire para agradecer cuando vi a Petter observando mi rostro aún con las manos en mi cuello.

- Gracias. - dije mientras sentía el calor inundar mis mejillas.

- No es nada. - comenzó a caminar a través de la puerta mientras me empujaba suavemente con la mano en mi cintura para guiarme. - No quiero que te congeles.

Elizabeth caminaba por enfrente de nosotros con la cara hacia el cielo mientras veía los primeros copos de nieve de después del medio día caer sobre su rostro. Su casi lacio cabello rojo estaba convirtiéndose en un imán para la nieve haciendola ver como un pastel glaseado que caminaba hacia el laberinto del jardín y, sintiendo que me veía igual, pasé mis manos por mis chinos para eliminar la nieve que se había acumulado sobre mi.

- Linda ¿Verdad? - casi pude escuchar a mi corazón romperse en mi pecho, ya que yo estaba viendo a mi hermana.
- ¿El qué? - Pregunté con una repentina tristeza.
- La nieve.

El alivio recorrió mi cuerpo hasta el punto en que me hizo soltar un suspiro, mientras caminaba sin dirección alguna sobre el pasto helado.

- Ya lo creo. - Respondi antes de que una de mis hermanas menores pasara corriendo frente a nosotros mientras se escabullía de la más pequeña de nosotras, haciendo que tropezará al chocar contra mi. - Aj ¡con cuidado, Louryn! - Grite a mi hermana mientras me levantaba del suelo alisando mi vestido.

- Solo es una niña divirtiéndose. - Me respondió Elizabeth desde la entrada al laberinto, sin dejar de caminar hacia dentro.

Se le notaba evidentemente incomoda con su vestido. Después de una pausa a su caminata se escabulló entre los arbustos dejándonos a Petter y a mí, solos entre las estatuas de mármol, que parecían estar observándonos curiosas.

Elizabeth

Casi consigo tropesarme mientras corría dentro del laberinto de paredes altas hechas de arbustos espinosos. La poca libertad que me brindaba el laberinto era algo cautivador y precioso, siempre que entraba ahí se sentía como poder respirar, necesitaba un tiempo a solas después de una larga sesión de preparación con las damas de compañía, ademas de no poder respirar con aquel incómodo corsé que hacia que sintiera comezón por todo el torso.

Mientras caminaba de un lado al otro dentro del laberinto pasé con cuidado por entre dos de los arbustos altos y bien cortados de Padre, del otro lado, estaba el pasillo que se había perdido cuando acomodaron los arbustos hasta conseguir el gran laberinto que todos conocían. Durante su diseño, no se tomó en cuenta un pequeño cuadro en un costado de el jardín, el cuál termino convirtiéndose en un pequeño refujio entre arbustos cubierto de maleza en el que podía esconderme para tener algo de privacidad. Me saqué torpemente el vestido por la cabeza y desate el corsé, pensando que Madre no lo notaría, sabia bien como duplicar sus nudos, incluso había aprendido a ajustarme sola el corsé desde que había tenido edad para usarlo.

- ¿Pero que es lo que veo aquí?

Me gire sobre los talones y vi a Jacke, el encargado del establo, parado detrás de mi.

- Oh, vamos. - me acerque a él con la capa sobre mi ropa interior. - Como si fuera la primera vez que me ves así.

Se acercó a mí y me besó lentamente, mientas sus manos buscaban en mi pecho el listón de mi camisón. Lo empuje con una mano para alejarlo de mí.

- Hoy no Jacke. - Me miró extrañado. - Hay visitas. - señale con el dedo en dirección a la casa. - Y dejé a mi hermana sola para descansar del corsé, no para tener un rato contigo.

Le di la espalda para levantar y enfundarme de nuevo el corsé arepintiendome de mi decisión y lo apreté haciendo los brazos hacia los lados, si me hubiera quedado cayada habrá podido disfrutar de un rato más largo sin esos atuendos ridículamente incomodos que Madre y Lydia adoraban como a su vida. Él me miro con algo de decepción escondida bajo una sonrisa.

- Ah... - se pegó a mi espalda y me quito la capa de encima. - Las mujeres de sociedad... - Me quitó de las manos los listones y los jaló hacia los lados obligándome a retroceder y quedar pegada a él. - quieren pero no dan.

Me ayudo a ponerme de nuevo el vestido y la capa, pero podía sentir su decepción mientras me abrochaba los botones sobre el hombro.

- Escucha, Jacke... - me gire y lo tome de la cara. - estas comprometido con una buena mujer. - Me miró con una media sonrisa. - Debes de dejar de jugar con las muñecas de tus jefes.

- Descuida, papi no se enterará.

Me dio un rápido beso antes de desaparecer entre los arbustos y yo salí tras él. Las palabras de Madre resonaron en mi cabeza mientras buscaba el camino de vuelta al jardín, le había hecho la misma metáfora que ella me había dicho una noche anterior para hacerme entrar en razón al descubrir mi relación con Jacke.

Los sirvientes son como juguetes, Liza, lo se, yo también los tuve a tu edad. Pero debes dejar de jugar con los juguetes de tu padre, sabes que es muy envidioso.

Cuando salí por el arco de la entrada al laberinto pude ver la cara ruborizada de mi hermana, mientras el Joven Petter la guiaba por el jardín mientras observaban las estatuas desnudas en el centro de las orquídeas moribundas.

- Señoritas Bovermott y joven Ponttiel... - Juliet, la dama de compañía de Madre, nos llamaba a gritos desde la entrada del jardín. - El señor y la señora Bovermott y Ponttiel los esperan en el comedor en cinco minutos.

Pude ver la exasperación en la cara de Lydia mientras se veía obligada a caminar hacia dentro de la casa, donde, gracias a la presencia de nuestros padres, seria imprudente lanzarse enzima de Petter. Hacia años que Lydia se sentía atraída por Petter, pero siempre que alguien lo decía ella lo negaba, pero todos lo sabían. Hasta apenas dos días, ella misma se había dado cuenta de que lo que sentía por Petter no era repulcion, así que durante la mañana se había tardado mucho más tiempo arreglándose del que nunca antes. Gracias a las conversaciones desvergonzadas del señor y la señora Ponttiel, supe que Petter habia admitido sentirse atraído a mi hermana desde antes de que se arreglara su compromiso, cosa que para él, había sido como un golpe de suerte.

Egoista: La Vida Que Escogí Para MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora