Capitulo 4

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Elizabeth

Cerré la puerta de un golpee frente a Madre, se había puesto morada al escuchar de las criadas que Jacke había dejado a Sonya. Creía que era mi culpa, aunque a decir verdad no estaba del todo equivocada, pero ella estaba convencida de que yo se lo había pedido como a un amante, y en eso se equivocaba.

Algo parecido a una risa amenazó con salir de mi garganta mientras escuchaba a madre aporrear la puerta para que la abriera, gritaba mi nombre cual desquiciada, seguida de más de sus gritos para traer a las damas de compañía. Yo solamente veía la madera de la puerta moverse a lo lejos mientras la golpeaba con la cólera moviendo sus manos.

- No abriré hasta que te tranquilices. - Grite entre risas desde el otro lado de la habitación.

- ¡Abreme Elizabeth! - Grito desde el otro lado tan furiosa como nunca.

- No. - Grite en respuesta imitando su vos.

- Bueno, solo abre a Sonya para que te aregle como es debido. - Dijo de pronto más tranquila al recordar que había invitados en casa y que las paredes no eran antiruidos.

Al escuchar el nombre de la antigua promerida de Jacke, un escalofrío recorrió mi cuerpo desde la cabeza, pero no me negué más, gracias a la culpa. Dejé entrar con cuidado a Sonya, y ella con una expresión sombría apretó el corsé como a mi madre le hubiera gustado hacer, y anudo mi cabello en un moño a la altura de mi cueyo. Por un segundo me creí en confianza con Sonya, hasta que hablo con vos dolida en lugar de rabiosa:

- ¿Que demonios es lo que ve en ti?

Lydia

Después de que me hube terminado de vestir, Madre entró a mi habitación y al verme comenzó a alizar arrugas invisibles a mi vestido, tenia en la cara la preocupación que casi siempre la invadía durante las mañana, pero también había algo más, por la forma en que se movía a mi alrededor deduje que era enojo lo que le formaba las arrugas en la frente en esos momentos.

- ¿Todo bien, Madre?

Me lanzo una mirada rápida antes de pararse detrás de mi y apretar los listones del vestido como si lo necesitara, hasta tal punto de hacer que doliera.

- No. - Pude sentir su alteración gracias a su manera excesiva e inesesaria de apertar los listones. - No debería decirte esto, pero los criados iniciaron el rumor de que el mozo del establo dejó a su prometida por una de mis hijas.

- Puedes estar segura de que no fue por mi... - Comencé defendiéndole, pero me interrumpió.

- Se perfectamente bien por cual de mis hijas fue... - comenzó a levantar mis chinos para amarrarlos en una coleta alta en mi cabeza, pero fue una tarea imposible gracias a que sus manos solo temblaban en mi cabeza sin poder armar algo contundente. - debemos dar la impresión de que nada pasa a los Ponttiel, en dos días se casa tu hermana y no podemos dejar que se arrepientan.

El enojo comenzó a calentarme la cara y temí que se notara. Cada vez que mencionaban el compromiso de mi hermana la cólera me imbadia impidiendo mi razonamiento. Cuando por fin logró hacer un moño perfecto con mi cabello salió del cuarto casi corriendo conmigo a rastras detrás.

Llegamos a la puerta de cristal donde esperaba Elizabeth con una dama de compañía alizandole el vestido con las manos y acomodando cabellos sueltos de vuelta en el moño. Del otro lado de la puerta estaba el jardín donde la nieve había dejado el pasto blanco y así mismo las copas de los arboles. Sonya, la dama de compañía de Elizabeth, le colocó su capa sobre los hombros y Penny hizo lo mismo conmigo.

Camine sin desviar la vista de enfrente hasta el otro lado de la terraza y sin pedir permiso ni disculpas, bajé por los escalones hasta hayarme en otro de los inmensos jardines de padre. Escuche a Madre decir mi nombre como un quejido inaudible a oídos humanos gracias a la agudes de su vos, se disculpo por mi y trato de segurme hasta que porfin me alcanzó.

Egoista: La Vida Que Escogí Para MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora