Capitulo 3

4 1 1
                                    

Lydia

Salí de mi habitación poniendome la capa torpemente sobre el camisón. Después de horas tratando de dormir, me rendí ante el insomnio y salí de mi habitación rumbo a la biblioteca de la familia. Cuando era pequeña y no podía dormir, Padre me llevaba a la biblioteca a hacerme leer para él hasta que terminaba exhausta y él me llevaba en brazos a la cama, desde entonces, la biblioteca era mi lugar preferido para las noches de insomnio. Dudé un segundo frente al portón de madera tallada donde no solo era una biblioteca, también era el viejo despacho del abuelo, siempre que entraba ahí podía sentir su presencia, como si de pronto fuera a aparecer en su escritorio leyendo un libro o escribiendo alguna carta, pero al final me decidí a entrar. Encuanto cerré la puerta a mi espalda los retratos de mis antepasados parecieron burlarse de mí mientras caminaba hacia las estanterías.

Me acerque a uno de los estantes, y en él busque cualquier cosa que pudiera sonar interesante, pero lo único que habia eran loa viejos libros sobre absurdas técnicas de combate en esgrima y maquinas extrañas que el abuelo coleccionaba.

- Las novelas estan de este lado. - Di un respingo mientras giraba en redondo al escuchar una vos desde el escritorio del abuelo.

Encontré a Petter sentado el escritorio de madera con las manos metidas bajo el escritorio y usaba unos pantalones rojos de seda, que le hacían parecer mayor de lo que en realidad era, en realidad parecía mi abuelo cuando joven.

- ¿Qué haces aquí? - pregunte casi susurrando con las manos en el pecho sintiendo mi acelerado corazón mientras me acercaba a él. - Me diste un susto de muerte.

- Perdoname, esque no podía dormir. - Me miro mientras caminaba hacia él, con cierta fascinación en sus ojos. - Me puse a explorar y encontré este lugar ¿Y tú?

- Suelo venir aquí cuando no puedo dormir... - Una media sonrisa apareció en sus labios, o tal vez ya estaba ahí, pero la tenue luz de la vela frente a él apenas me la mostró. - Pensé que tal vez funcionaria esta vez.

- Podríamos buscar el sueño juntos ¿Te parece?

- Sería lindo.

Me acomode en el mullido sillón frente al escritorio, lugar que solían usar los amigos del abuelo cuando visitaban en busca de consejos. Observé el escritorio con la misma curiosidad que tenia desde pequeña.

- Ese era el escritorio del abuelo. - Dije para dar un tema de conversación.

Me levanté del sillón y camine hasta el escritorio sintiéndome observada. Los ojos curiosos de Petter se movían decidiendo si verme a mi o los cajones del escritorio. Entonces de uno de ellos, sacó una caja dorada del tamaño de un libro que pertenecía al abuelo. Petter levantó la mano y en ella llevaba el anillo plateado del abuelo en el dedo incorrecto. Levante la vista hacia él notando que tenia las mejillas sonrosadas y una triste mirada de culpabilidad.

- Estaba bajo un par de libros, lo iba a regresar cuando entraste. - Le sonreí y le saque el anillo del dedo para ponermelo yo.

- Va aquí, tontuelo. - le enseñe la mano con el anillo en su lugar mientras bailaba de un lado al otro en mi delgado dedo anular y el río por alivio más que por gracia. - Era de mi abuelo, también.

- ¿El hombre de la pintura? - Preguntó señalando un retrato sobre la chimenea de detrás de él, era una escena del abuelo y la abuela de cuando eran jóvenes.

- Sí. - Sonreí bajando la cabeza hacia el anillo. - Lo usaba para esconder una extraña quemadura al rededor de su dedo, nunca me dijo con que se lo había hecho.

- Es muy lindo. - Dijo señalando mi mano mientras extendía una mano para tomarla. - Y te queda grande.

Me lo sacó del dedo lentamente y lo regresó a su lugar en la caja junto con viejas y extrañas medallas sobre una tela roja.

- ¿Era un soldado? - Observó las medallas durante un largo instante, como si temiera romperlas si las tocaba, y yo lo observé a él tratando de absorber su belleza.

- No lo se. - le respondí acercándome más a él para aparentar observarlas también. - Para cuando lo conocí estaba todo el tiempo en casa y nunca me habló de su antiguo trabajo.

- ¿Porque nunca preguntaste nada? - Giro la vista hacia mí y yo desvíe la mirada a al escritorio.

- Porque no es digno de una dama. - cerré la caja y la levanté para devolverla a su lugar. - Tampoco estar de noche a solas con el prometido de su hermana.

- Aj... - Me gire de nuevo para verlo y él se sujetaba la frente con una mano mientras la otra se aferraba al escritorio. - No me lo recuerdes.

- ¿Acaso no te gusta mi hermana? - Pregunté aún sabiendo la respuesta.

- No, no es eso... - me miro un momento y luego bajo la vista a un libro que tenia en frente. - Es solo que no es la Señorita Brovermott que quería para mi.

Mi corazón se aceleró a mil por hora mientras repetía una y otra vez esas palabras en mi mente, al tiempo que me acercaba a él, tanto que mi pecho encontró su hombro cuando se enderezó sobre el respaldo. Lo miré fascinada de la secuencia en que sus pecas formaban adorables figuras sobre su nariz respingada.

- Lee algo para mí. - Dije mientras me acomodaba sobre sus piernas en la enorme silla tipo trono del abuelo.

Él me sujeto de la cintura con una mano y un libro con la otra. Podía sentir mi corazón palpitar tan fuerte que temí que él pudiera escuchar lo acelerado que estaba. Comenzó con la lectura algo apresurado, casi nervioso, pero al momento se volvió lenta y con sus pausas correspondientes. Al principio, la histioria sonaba interesante, pero después de un rato dejé de ponerle atención y me quedé observándolo, fascinada. Me recargue aún más en él y me deje llevar por la sensación de su pecho subir y bajar con cada exhalación.

Elizabeth

No podía evitar sentirme culpable cada vez que veía por la ventana, y fue ese sentimiento el que me obligó a permanecer despierta durante el inicio de lo que parecía ser otra fría noche invernal. Aún llevaba el incomodo corsé que había ajustado Jacke, no había podido quitarmelo por la culpa hacia él, y me contemplaba en el espejo de cuerpo completo que ocupaba gran parte de la pared de a un lado de mi cama.

Resignada, comencé a desatar los nudos del corsé convencida de que eso era lo que no me permitía dormir, a pesar de que ya había oscurecido hacia horas. Comencé a sacarme lentamente el corsé por la cabeza, tratando de buscar el alivio que siempre me traía, pero solo lo obtuve unos segundos antes de que la culpa regresara y se apoderara de todo mi cuerpo de nuevo.

Las lágrimas amenazaron con salir antes de escuchar los pasos de alguien en el pasillo pasando de largo la puerta de mi habitación. Asome la cabeza por la puerta y pude ver a Petter caminando con Lydia en brazos como solía hacerlo Padre después de hacerla leer para que durmiera, ella se veía muy cómoda abrazada de su cuello mientras en sueños sonreía.

Entonces la culpa se hizo más intensa porque sentía que le estaba arrebatando su futuro a mi hermana. Ellos se habían vuelto perfectos el uno para el otro, el rojo cabello de mi hermana incluso combinaba con la clara piel pecosa de Petter. No pude evitar sentir envidia por ellos, por no tener lo que ellos tenían, a pesar de que en un principio había sido impuesto, ellos habían llegado a quererse.

Vi salir a Petter de la habitación de mi hermana y cerré la puerta para que no me viera, durante un largo tiempo me quedé pegada a la puerta hasta que porfin lo escuche pasar de largo por enfrente de mi. Por un momento quise salir gritarle que me amara a mi, porque debía hacerlo, pero no llegue muy lejos. Solo me paré del otro lado de la puerta sobre el pasillo y lo vi alejarse en la oscuridad, dejandome de nuevo en mi inmensa soledad.

Egoista: La Vida Que Escogí Para MiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora