Corazón de león

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Era la tarde-noche, y Kate, Sam y Lily estaban acomodadas en medio de la sala con un montón de almohadas desperdigadas alrededor de ellas.
—Yo soñé que estaba en una selva... -habló Kate, respondiendo a la pregunta de Lily- Casi no pasaba nada, sólo corría y corría. Luego, soñé que un animal me atacaba, pero no pude ver qué era. Pero yo no lo llamaría una pesadilla, de hecho, me gustó soñarlo.
—Conmigo pasó todo lo contrario—suspiró Lily, sentándose a los pies de sus amigas. — Soñé que perdía el control sobre mi misma, era horrible, y...
—Yo ni siquiera me acuerdo de lo que soñé—expresó Sam con una sonrisa, restándole importancia a la conversación.—No es la primera vez que me pasa, aunque siento que sí he estado soñando estos últimos días.
Las tres guardaron silencio de nuevo, pensando sobre cómo habían llegado a hablar de ese tema en particular.
—¿Nadie tiene hambre?— se le ocurrió decir entonces a Lily.
—¡Me leíste el pensamiento!—saltó Kate inmediatamente.
—¿Quieren palomitas?— preguntó Sam, poniendo los ojos en blanco ante la implacable gula que a veces presentaban sus amigas. Pero éstas ya no respondieron, pues se habían abalanzado la una encima de la otra intentando inmovilizarse y ahora yacían forcejeando en la alfombra. ¡Y todo por ver quién llegaba primero a la cocina...!

Una media hora, dos peleas de almohadas y tres rondas de palomitas acarameladas después Lily y Kate estaban rendidas. Sam seguía más o menos inmutable, a excepción de que sus cachetes habían enrojecido como tomates maduros de tanto reírse, justamente, de la inmadurez de Lily y Kate. A pesar de todo, todavía había palomitas suficientes como para saciar a una muchedumbre así que fue inevitable que las tres se sentaran a charlar un buen rato.
—¿Están cómodas en el salón que nos tocó? — preguntó Lily.
—Seh—respondió Kate, recostándose boca abajo en la alfombra sin dejar de masticar palomitas ni por un instante. — No veo la manera de mejorarlo ni de empeorarlo...
—¿Que no?— interrumpió Sam, fingiendo ofensa— ¿Y que me dices de esa maldita suripanta de cuarta que anda todo el día pavoneándose? Yo a ésa la cambiaba por un chango...
—¿Kelly?—inquirió Kate sin demasiado interés.
—Sí, ésa...—Sam hizo una mueca de asco al recordarla—No me digan que a ustedes no les choca...
—Pues sí, a mi no me cae muy bien que digamos...—confirmó Lily.
—Por mí, ésa puede andar por ahí mostrándole los calzones a quien le plazca, pero hasta que no se meta conmigo directamente (o bien con ustedes) no planeo hacerle el menor caso.— declaró Kate, volviendo al instante con su tarea de exterminar a todas las palomitas del tazón.
—Yo sí me la llevaría contra ella si fuera tú—dijo Lily, bajando de tono,— le anda coqueteando a Jayce...
Tanto Lily como Sam clavaron su mirada en Kate, esperando ver su reacción. Y a pesar de que Kate ni si quiera parpadeó y siguió comiendo como si nada, ellas sabían que habían dado en un punto sensible.
—Jayce no me gusta— articuló Kate con lentitud y aparente calma, sin voltearlas a ver— Pero no creo que sea tan idiota como para dejarse hechizar por esa estúpida.
Lily y Sam intercambian miradas cómplices.
—¡Aww, no te preocupes!—dijo la última exagerando la entonación. Sam se inclinó hacia donde estaba Kate y la abrazó fuertemente.— Estoy segura de que su amor triunfará.—Kate gruñó y se retorció en sus brazos, pero le resultó imposible librarse del abrazo. Sam se rió, triunfante, y finalmente la soltó.
—Sigan engañándose...—refunfuñó Kate, a lo que sus dos amigas rompieron a reír.
—¡No nos engañas!—dijo Lily— Es obvio que se gustan.
—¿Ah, en serio?—Kate respondió con un tono que rozaba lo maligno— Lo dices como si yo fuera la única que, según ustedes, ya tiene a San Valentín en la mira...
—Bueno, pero al menos yo admito que Eric me gusta—se defendió Lily.
—¿Entonces porqué no mejor se preocupan por él y no por Jayce?—dijo Kate, casi gritando.
Después de eso las tres se callaron por unos segundos.
—¿Y tú Sam?—preguntó entonces Lily.—¿No te interesa James?  Pareciera que le gustas un poco...
—Pues sí...—respondió Sam sin el menor escrúpulo.— Quizá yo le guste pero no creo que funcionemos, sinceramente.
Kate y Lily se miraron.
—Deberías darle una oportunidad—murmuró Kate por lo bajo.—No es un mal chico.
—¿Y no estamos muy chicas para estar pensando en esas cosas?—dijo Sam en un intento de cambiar el curso de la discusión.
—No...- dijo Kate, se podría decir que en un murmuro.—Ya no lo estamos.
Se miraron entre las tres con una media sonrisa.
—Cierto—suspiró Lily.

El Club CarnívoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora