6.

5 0 0
                                    


De nuevo Leo regresó a la realidad, con toda esa naturaleza rodeándole pero sintiendo ese escozor en su corazón, aquella apuñalada recibida. Era imposible envidiar a toda esa gente que disfrutaba de la vida, que tenían el placer de gozar la felicidad, pero para él solo veía oscuridad, dolor e infelicidad, y toda esa soledad que lo aplastaba, que tarde o temprano deseaba que lo consumiera.

Todo su ser seguía negándose a vivir, estaba cansado de luchar, el amor lo destruyó por completo, desgarró totalmente su alma. Seguía preguntándose por qué demonios estaba viviendo tan miserablemente, conocía esa respuesta y era su madre, podría ser un desgraciado y un canalla pero no le causaría un dolor así.

Dejó de observar los colores vivos de las llamas, había corrido a su mejor amigo, bien no tenía la culpa de nada pero estaba harto de que todos se preocuparan por él, había sido un error amar a alguien que nunca valió la pena. Quizás las lágrimas podrían hacerse presente pero ella no lo merecía, de alguna manera seguía manteniendo vivo su recuerdo.

Leo se mantuvo un rato más en la soledad, mientras era acompañado por un cigarrillo; hasta que pensó que sería prudente regresar. Su casa estaba en penumbra, trató de hacer el menor ruido posible para no despertar a Daniel, entró a la cocina para tomar una botella de cerveza, le daba igual si era muy temprano o muy tarde para beber. Regresó a su habitación, la cual estaba desordenada y apenas con unos cuantos objetos, los cuales solo era su cama y un simple armario.

Todas las fotos que en su momento decoraban la habitación habían desaparecido, ni siquiera figuraba alguna de Lyra, su madre o junto con sus amigos, prefería la soledad, era la única respuesta que le encontraba al dolor, esa anestesia que lo calmaba. Le dio unos cuantos tragos más a su bebida, casi estaba a punto de terminarse y él necesitaba algo más fuerte para acallar esos latidos desesperados que daba su corazón. Buscó entre sus pocas cosas, otra botella pero esta vez de un licor más fuerte; apenas le dio el primer trago pudo sentir como le quemaba la garganta, encendió un cigarrillo mientras observaba por la ventana.

― Tu ausencia me devora mi corazón― susurró dejando escapar las lágrimas de sus ojos

Tienes que ser fuerte

― Acabaste conmigo

No te autodestruyas

― ¡Te fuiste!― se terminó por completo la botella, haciendo caso omiso de esa voz que buscaba tranquilizarlo.

Leo se dejo caer en su cama, bastante adormilado por el alcohol pero en especial por ese dolor que tanto lo consumía, y antes de sumergirse en el sueño, dio una última bocanada a su cigarrillo, quedándose dormido con el recuerdo de ella.

Daniel se encontraba intranquilo, buscaba una manera de ayudar a su mejor amigo, y había jurado en no juzgar a Graciella por lo ocurrido pero tenía que admitir que sentía demasiada furia, si no decía o comentaba algo era porque también saldría lastimada Dafne, lo menos que quería hacer.

― ¿Estas bien?

― ¿Ah?

― ¿Qué pasa? ― preguntó Dafne algo adormilada

― Nada

― Por favor

― ¿Qué más va a ser?

― Leo

― De nuevo estuvo solo― respondió Daniel preocupado ―ha estado muy deprimido

― Sigo pensando que fue mi culpa

― Nadie sabía lo que pensaba Graciella

― Exactamente por ello, era mi amiga

Dos Palabras: TE AMO [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora