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Ese chico rubio ya era bastante conocido por todos, y es que una vez más se encontraba rodeados de árboles y todos la bella naturaleza; estaba sentado enfrente de una fogata, calentándose del frío tan fuerte, que nadie saldría de su acogedor hogar. Desde aquel fatídico día, siempre se encontraba en soledad, no añoraba la compañía ni mucho menos lo lograban comprender, para él era muy difícil superar todo, le dolía y demasiado.

Había algunas otras personas a su alrededor, que sólo buscaban divertirse, pero para ese chico no le importaba eso, no existía nada ya. Si se alejaba por un momento de todos, era porque Leo buscaba olvidar, necesitaba ese paz interna y encontrar esa respuesta a lo que hizo mal. Siempre pensó que todo estaba bien, que ese mundo era maravillosos pero se dio cuenta de que la felicidad no existe. Sus amigos se la pasaban preguntando una y mil veces que le sucedía, que era lo que le pasaba, siempre buscando una forma de animarlo, un hecho imposible, dejaría de vivir.

Cada día que pasaba, se sentía un desgraciado al tratar a todas por igual, pero no lo podía evitar, no sabía cómo explicarle a su corazón que simplemente lo dejo, que ya no iba a regresar, que el tiempo que paso con ella fue una total farsa, que todo había sido un simple y cruel juego de su parte.

—¿De nuevo aquí?— preguntó un chico castaño

—Quiero estar sólo

—Siempre que te veo, estás tan absorto en tus pensamientos que ni si quieras tomas en cuenta todo lo que pasa alrededor

—Nunca pasa nada interesante

—Pues te equivocas, siempre ocurre algo— contestó el chico— pareces cómo si no existieras, cómo si fueras un fantasma.

—Y eso qué más da— respondió  Leo sin dejar de mirar el fuego

—Simplemente te limitas a existir, apenas comes, apenas duermes, no vives.

—Mi vida me la arrebataron en menos de cinco minutos, de la forma más estúpida— Leo no pudo evitar reír con amargura— algo tan estúpido como el amor.

—No deberías comportarte así Leo

—¿Se te hace poco lo me hizo?— preguntó por fin despegando la mirada de la fogata

—Entiendo lo que estás pasando...

—No, no lo entiendes Daniel, nadie entiende lo que me pasa— interrumpiendo a su amigo.

—Tu madre está preocupada por ti— Daniel suplicaba, quería hacerlo reaccionar.

—¿Por qué debería de estarlo? Estoy perfectamente

—No lo estás, créeme que entendemos tu dolor

—Sólo déjame en paz, Daniel.

—No eres el único que sufre, tú tienes que tomar el control de tu vida, pero al parecer la tristeza ya te controla a ti.

—Lo que me pase es cuestión mía y de nadie más, a ti te importa un completo rábano mi vida

—Te equivocas Leo, me importas mucho, eres mi mejor amigo y por lo tanto me preocupa lo que te pase y no es sano todo esto

—Lárgate y déjame solo

—Está bien, te dejaré tranquilo, pero sabes que no es correcto que te comportes de esta manera.

Leo sabía que Daniel tenía razón, ¿cómo se equivocaría su mejor amigo? Esa persona que lo conoce tan bien. No debería de comportarse de esa manera, pero era difícil; sabía que su madre se encontraba preocupada por él, trataba de recordar la última vez que sonrió, pero era imposible, no cuando se sentía culpable por dejar claro que un chico joven sea un total amargado.

Y sin esperarlo vino a su cabeza todos esos recuerdos, el primer momento en el que la vio, en que entró a su vida, y sólo para herirlo hasta en lo más profundo de su corazón.

Es hermoso estar en el bosque, los árboles y flores llenos de vida, esos animales corriendo por todos lados se respiraba felicidad. Para Leo era tristeza, alejarse de esos lugares le resultaba muy doloroso; había vivido en ese lugar junto con su madre toda la vida, exactamente diecinueve años. Su hogar era una cabaña bastante acogedora, pero era hora de partir y vivir una nueva aventura. El chico deseaba ser alguien con un futuro, tenía el propósito de estudiar y ser algo mejor, por esa razón acordaron en mudarse para poder estar cerca de la ciudad.

"Tendría que dejar a un lado todos esos buenos recuerdos, existía demasiada nostalgia que se hacía presente en Leo, pero en especial a su madre, que ella tenía más tiempo viviendo en ese mágico lugar, Para el chico, le resultaba demasiado complicado vivir fuera de la naturaleza, digamos que era como su elemento, en especial por que tenía una cierta conexión con su padre; al final terminaron por comprar una casa en los limites del bosque y la gran ciudad.

Apenas Leo salió a dar una vuelta, jamás pensaría que algo bueno le ocurría. Se encontraba bastante emocionado y distraído por todo lo que veía a su alrededor, que terminó por chocar con alguien; y ahí estaba una bella chica rubia de ojos azules, bastante hermosa.

Lo siento mucho

No te preocupes— respondió la joven— eres nuevo ¿no?

Si, acabo de mudarme

¿De donde eres?

Te puedo responder ahora, y después cada quién que siga con su camino o...

¿Hay otra opción?

Invitarte un café y seguir platicando

Es una buena oferta

¿Aceptas?

Claro, soy Graciella

Es un placer— tomó su mano y la beso— Soy Leo

Ambos caminaron hacia un pequeña cafetería que se encontraba cerca, en la cual los dos jóvenes charlaron y charlaron hasta que se hizo tarde, lo cual Leo se ofreció a acompañarla a su casa

Te agradezco que hayas pasado la tarde conmigo

No hay de que agradecer- respondió Graciella

Espero volver a verte otro día

A mí también me encantaría volverte a ver

Y sin pensarlo, apenas conociéndose muy poco, se enfrascaron en un beso muy tierno, se separaron cuando se les acabo el aire, y sin querer disculparse por ese atrevimiento, sonrieron felices, pensando que eso fue amor a primera vista, esperando que estuvieran juntos"

No sabía que le dolía más, quería llorar, pero suponía que ya había llorado lo suficiente, derramar tantas lágrimas por su culpa; tenía en su mente cada rasgo, ese cabello rubio, los ojos azules, ese aroma que siempre se quedaba impregnado en su ropa. Su corazón latía violentamente, al acordarse de ella, no lo dejaba tranquilo, tenía tatuado en él sus caricias, cada beso, cada momento feliz.

Todo estaba acabado, se derrumbó con la misma rapidez que llegó a su vida, o más bien ella lo destruyó. Quería dejar de pensar, dejar de amarla con tanta intensidad, pero no podía, le lastimaba ese estúpido recuerdo en donde todo inició y en donde su mundo se cayó a pedazos.

Su vida estaba acabada, era un simple ser que dejo de creer en el amor, aquel que perdió las ganas de vivir, deseaba que algo sucumbiera con ese enorme dolor, pero no existía tal poder, era oscuridad.

Dos Palabras: TE AMO [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora