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Por más que Leo buscaba entender, no le encontraba claridad a lo ocurrido, las palabras de Graciella eran difíciles de digerir. La verdad lo estaba aplastando con fuerza, intentando salir ileso, pero eso se estaba convirtiendo en algo imposible. Ella se había ido, dejándolo con todas esas ilusiones en el aire, y destrozando cada sueño. No pudo evitarlo más, cayó de rodillas llorando, derrumbado, dolido y acabado.

Esos momentos eran tensos, nadie decía nada, miraban con curiosidad sin saber nada. Daniel se acercó a su amigo Leo, poniéndole una mano en su hombro, mientras que Dafne dejaba escapar unas cuantas lágrimas.

—Lo siento mucho

—Será mejor irnos— la chica se acercó tomándolo por su brazo, con la intención de levantarlo pero se negaba.

—No— fue la primera palabra que logro articular

—No es sano que estés aquí

—Me quiero quedar

—Leo, es mejor que nos vayamos

—¡YA DIJE QUE NO!

—Por favor— suplicaba Dafne

—¡Déjenme en paz!— se levantó del suelo, dirigiéndose hacia el sacerdote

—¿Dónde está la novia?

—La boda se ha suspendido— dijo Leo dirigiéndose a todos los presentes, escuchándose los típicos cuchicheos de todos— ya no hay nada que hacer aquí.

—¿Qué ocurre?— pregunto un señor— ¿Dónde esta mi hija?

—Se largo— respondió apenas en un susurro

—¿Cómo?

—Se fue

—Ella no sería capaz, te amaba

—Nunca me amo— respondió demasiado dolido— sólo fueron viles mentiras de su hija

Pero antes de que le respondiera, Leo se alejó dejándolo bastante inquieto. Por su parte, su madre Lyra quiso acercarse a él para apoyarlo y consolarlo, era lo que más temía, rehuyó de ella.

No tenía intenciones de estar acompañado, deseaba estar solo.

Siguió caminando por la plaza, todavía decorada para la ocasión; todo lo veía muy lejos, la felicidad que se imaginó simplemente desapareció. Sin pensarlo Leo llegó al lugar en donde sería la fiesta, con pequeñas mesas redondas decoradas con flores, todo listo cuando los novios llegaran.

Podía sentir correr por sus venas la ira y la tristeza, sin pensarlo con demasiado dolor comenzó a revolcar las mesas, tirando los adornos, rompiendo las copas y platos que estaban ahí, aventó las sillas.

Se acercó a la mesa grande en donde se sentaría con su esposa, agarró las copas y las lanzó, las flores las deshizo una a una. Todo quedó destruido, una de las personas que se encargaría de atender a los invitados se asustó al ver al chico.

—Señor, deténgase— pero Leo estaba harto de que le dijeran lo que tenía que hacer, lo golpeo, tirándolo al suelo.

—¡Detente!— Daniel llegó justo antes de que se le abalanzara al pobre mesero.

—Suéltame—forcejeaba con su amigo con tal de zafarse, Dafne se encontraba muy asustada

Cuando su Leo se calmó, lo soltó, él camino hacia en donde se encontraban las bebidas, tomando una botella del mejor licor. Cómo pudo quitó el corcho y comenzó a beber, ya no le importaba nada, quería ahogar sus penas. Sus amigos se mostraban inquietos, sin saber qué hacer.

—No es lo correcto— empezó Daniel, tratando de hacerlo entrar en razón

—Déjenme en paz, quiero estar solo

—Por favor Leo— Dafne quería apoyarlo, consolarlo

—¡Dije que me dejen en paz!

Ambos chicos no tuvieron otra opción más que dejarlo solo, cuando los dos desaparecieron de la vista del chico, se derrumbó llorando cómo un pequeño niño, desahogando todo el dolor que tenía. No sabía con exactitud cuánto tiempo paso, simplemente él seguía bebiendo una botella tras otra.

Al cabo de un rato, salió del lugar dirigiéndose hacia su casa, la cual estaba sumida en un silencio. Camino hasta su habitación, en donde tenía un pequeño cuadro que mostraba el bello rostro de Graciella, y sin evitarlo de nuevo comenzó a romperlo todo, quería olvidar todos esos recuerdos de ella, sacar todos esos besos, quería arrancarse el corazón con tal de no sentir nada.

Seguía destruyendo todo, dejando hasta el último el cuadro. Se acercó y lo comenzó a golpear, sin importar que su mano se estrellara con los gruesos muros. Golpeaba y golpeaba, mientras las lágrimas caían sobre su rostro.

—¡TE DI TODO!— gritó con furia, pero en especial con mucho dolor— Jamás volveré amar, y de eso te encargaste Graciella— dijo esto antes de que el cuadro cayera quedando trisas, y cayendo en su cama totalmente agotado.

Dos Palabras: TE AMO [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora