Epílogo

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12 años después...

La calle estaba atestada de personas con historias, sueños y momentos. Pero solo dos de ellas nos importan.
Eran dos adultos de unos treinta años. Caminaban con la cabeza en alto y sus ideales de frente. Uno de ellos iba acompañado con lo que ahora eran las personas más importantes de su vida. Otro iba solo, pero no por ello menos acompañado.
Iban en sus mundos, pensando en sus historias y en sus sueños. Hasta que... ¡BUM!

—Lo siento, venía distraido.

—No, fue mi culpa, estaba en las nubes.

Cuando se miraron a los ojos, en su mente algo hizo ¡CLICK!

—¿Nathan?—preguntó ella con lágrimas.

—¿Bianca?—preguntó él feliz.

Se abrazaron sin que les importara nada, porque ya habían perdido la esperanza de volver a verse pero lo habían conseguido. Ella lloraba un poco (bastante), desde hacía tiempo había dejado a sus sentimientos fluir. Él estaba muy emocionado, pero no era de llorar.

—Pensé que no te vería nunca más, que te habías mudado de país o algo así.—dijo Nathan con la sonrisa más grande del mundo—Esa carta de despedida fue algo cruel, ¿no lo crees?

Ella rió—No sabía como desiertelo, me iba en un momento malo y no sabía como ibas a reaccionar.

—¿Cómo creías que iba a reaccionar? ¡Bien!—dijo él girandola.—Feliz porque por fin te liberabas.

  La chica vio detrás de Nathan a una niña y una mujer. Ella se sorprendió un poco, pero luego sonrió.

—¿No me vas a presentar a tu familia?—dijo Bianca con una enorme sonrisa.

  Nathan, con la emoción del momento, por poco olvida que venía acompañado. Sonrió a su hija y la tomó en brazos.

—María, ¿te acuerdas que te conté la historia de tu nombre?—preguntó. La niña asintió.

—Una princesa encerrada en una torre de cristal y ella logra liberarse sola, aunque con ayuda de un plebeyo que le consigue la llave.

—La princesa se llama Bianca, ¿no hija?—ella asintió—Esta chica adelante nuestro es la princesa. Vos te llamas María en honor a tu abuela y Bianca en honor a ella.

La chica ya lloraba a moco tendido, eso era lo más lindo que le había pasado.

—Hola princesa—dijo la niña riendo.

—Ho-Hola—dijo tartamudeando por las lágrimas.

  Cuando se calmó, él continuó presentando a su esposa.

—Seamos sinceros, en un principio me creía  enamorado de vos, Bianca.—ella asintió recordando aquellos momentos—Pero luego me di cuenta que no, que solo era un amor fraternal. De ese en que lo único que queres es proteger y ayudar.

<Cuando te fuiste no fue fácil, me faltaba alguien. Hasta que Tania llegó y ahí descubrí el verdadero amor.

<Amor, te presento a Bianca.

  La mujer tenía una sonrisa cálida y unos ojos hermosos. Su atractivo físico no era el mejor, pero se veía que en su interior ella era una gran persona. Ella se sentía feliz de que su amigo haya conseguido una chica así.
  Tania la abrezo como si fueran grandes amigas. Al principio le incomodó, pero luego de dejó llevar por el momento.

—Gracias por ayudar a mi Nathan. Él me habló mucho de vos.—susurró ella. Bianca no pudo más que asentir, se le había formado un nudo en la garganta.

Después de las presentaciones, Bianca tenía una duda en su cabeza. Nathan también tenía una, pero era diferente.

—Dime Nathan, ¿has cumplido tus sueños?

—¿Me ves como un hombre que no lo hizo?—dijo extendiendo sus brazos y señalando a su esposa e hija.

Ella se encogió de hombros—lo debía preguntar.

—Dime Bianca, ¿has dejado de ser invisible?—ahora era su turno.

—¿Me ves como una chica que lo sea?—dijo de la misma manera mientras reia y giraba.

Se miraron un instante recordando viejos momentos. Todo lo que les había tocado vivir no estaba olvidado, pero si superado. Habían conseguido una vida en donde eran verdaderamente feliz y ambos se alegreban por el otro.

—Algun día deberíamos juntarnos a cenar.

—Si, algún día.

Se saludaron con la mano y cada uno siguió su camino. No necesitaron darse el teléfono o una gran despedida, ahora ellos sabían que se volverían a encontrar. Sus caminos estaban unidos, porque eran el salvavidas del otro.
  Ahora ya no habían medias sonrisas y sentimientos ocultos, pero siempre hay obstáculos que superar y mejor superarlos acompañados.

Media sonrisa sobre su caraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora