1 - Degroth

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Los hombres de Degroth siempre fueron incapaces de reunirse sin terminar a los golpes. A diferencia de lo que cualquiera pensaría, no peleaban a causa de disputas por mujeres o por lealtades a los distintos reyes que controlaban el planeta. Ni siquiera como resultado del consumo prolongado de athelís, bebida azul brillante fabricada mediante la fermentación del jugo del fruto del athelísi que inspiraba en quienes aguantaban su amargo sabor una violencia y lujuria imparables. No. Los hombres de Degroth acababan a los golpes cada vez que discutían, completamente sobrios, sobre historia, sobre filosofía o sobre el origen del mundo.

Los hombres de la montaña insistían en que los primeros hombres bajaron desde las cimas. Decían que tenían hielo rodeando todo su cuerpo, que medían más de tres metros y que se vieron obligados a bajar a las faldas de las cumbres persiguiendo a los rebaños de cabras de Zorth, animales del tamaños de un hombre moderno que atrapaban entre los brazos y apretaban con fuerza hasta que morían asfixiadas. Decían que los primeros hombres tocaron la luz del sol por primera vez y la capa de hielo que los rodeaba se derritió y su cuerpo se secó y se empequeñecieron. Buscaron a la doncella dorada que yace en el desierto y poblaron con ella el mundo.

Sostenían los occidentales hombres del bosque que los primeros hombres vivían en los árboles, trepados con sus grandes brazos peludos y controlando a todas las bestias con sus voces de viento. Decían que un día el sol decidió dejar de brillar sobre sus cabezas y que los hombres debieron bajar de los árboles y buscar el límite del enorme bosque para vislumbrar el cielo y arreglar el problema. Pero cuando llegaron al final del bosque vieron el cielo negro y el sol, que se tapaba con una capa oscura, brilló y los encegueció y los maldijo para siempre. No podían volver a la oscuridad del follaje pues sus ojos no se acostumbraban a la penumbra. Sin saber qué hacer, vagaron y buscaron a la doncella dorada que yace en el desierto y poblaron con ella el mundo.

Los orientales de las praderas decían que los primeros hombres vivían debajo de la tierra. Que cavaban túneles con sus manos desnudas y sus largas uñas. Que no necesitaban comida ni aire ni sol para vivir. Que rompían las rocas subterráneas con los puños y que calentaban con su aliento las columnas de vapor que surgen del suelo. Pero un día la tierra tembló y sus cuevas cayeron sobre sus cabezas triangulares y tuvieron que escapar al norte  y huir nadando dentro del fuego líquido que mana de la tierra de las montañas. Una vez fuera, en la superficie, buscaron a la doncella dorada que yace en el desierto y poblaron con ella el mundo.

Los habitantes de las tierras del mar del sur aseveraban que los primeros hombres habían surgido del agua salada y verde. Que solían vivir creando olas con sus bailes y cabalgando a lomos de las enormes bestias marinas, conjurando truenos y tormentas con sus voces y salando las aguas con su sudor. Pero un día los seres marinos los traicionaron y las aguas se tiñeron de rojo y las pieles de los primeros hombres escocieron y picaron y debieron escapar a tierra firme para que el agua venenosa no los tocara y se lavaron los restos de ella usando sus lágrimas. Sin saber adonde ir, buscaron a la doncella dorada que yace en el desierto y poblaron con ella el mundo.

Por esto peleaban constantemente los hombres de Degroth. Pero, mientras los gigantes del norte golpeaban a los enclenques de las praderas y mientras los fornidos hombres del oeste amenazaban a los sureños con sus arcos y sus flechas, nadie se atrevía siquiera a mirar al rincón en el que, no importa dónde estuvieran reunidos, siempre había uno o dos hombres del desierto agasajando a una mujer.

Nunca nadie se metía con los hombres del desierto. Nadie se atrevía a desafiar sus ojos inmensos ni a golpear sus cuerpos elásticos y felinos porque uno nunca sabía cuál de esos hombres besados por el sol era príncipe y cuál era campesino. Todos vestían la misma ropa simple pero cara, todos se comportaban con modales impecables, todos hablaban con la más fina retórica. Y molestar a alguien importante del desierto equivalía directamente a traer la ruina a tu pueblo.

Nieve del desiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora