Leenah

5 0 0
                                    

Los ojos de Leenah vagaban por la oscuridad.

La celda de al lado había comenzado a oler hacía un par de días. Su vecina de al lado no sólo orinaba y defecaba yaciendo inmóvil, sino que también ahora también había comenzado a sangrar. La habían devuelto. Eso nunca pasaba, pero aún así había regresado. Su cuerpo estaba totalmente amoratado. No había un sólo centímetro de pálida piel que no fuera azul, violeta o peligrosamente verde.

Había vuelto por su cabello, Leenah lo sabía. Era el más blanco de todos. era lacio y perfecto. No importa lo azul que estuviera, las guardianas esperarían a que volviera a ser blanca, la lavarían y ella saldría de vuelta.

Leenah nunca había podido salir. Todas querían salir: las guardianas les habían contado del mundo de afuera. Les habían dicho de los amos que las sacarían de ahí, que sólo ellos podrían hacerlo, que si ellas se iban por su cuenta morirían. Les habían enseñado a complacerlos con sus bocas, sus manos y sus cuerpos.

Ninguna había vuelto, Leenah solía creer que tenía sentido que no lo hicieran: afuera debía haber tanto... Seguramente habría cosas bellas y luz y podrían complacer a sus amos y dormir calientes con el estómago lleno.

Pero ahora Leenah no sabía.

Su vecina tenía la piel azul. La piel azul significaba dolor. Leenah la había visto antes de que se fuera, antes de que la guardiana la tomara del brazo, la lavara concienzudamente y le sacara los vellos del cuerpo una última vez; entonces su piel era blanca y suave, su pelo blanco brillaba y sus ojos poseían el mismo fuego que Leenah sabía que los suyos tenían.

Ahora su pelo estaba sucio, su cuerpo estaba azul y olía mal, sus manos temblaban y sus ojos estaban vacíos.

Lo que sea que hubiera afuera no era tan bueno como las guardianas dijeron. Leenah no sabía si el mundo era peligroso y el amo de su vecina no había sido capaz de protegerla o si el peligroso había sido el amo. La sospecha de que fuera el amo consumía el pecho de la joven, pero no preguntaría, no era tan estúpida. Su propia piel se había tornado azul bajo la mano de una guardiana en más de una ocasión por preguntar cosas que no debía. No caería en eso otra vez.

Una guardiana entró a la habitación. Su sombra, corpulenta y ancha, evitaba que la luz detrás de ella bañara las celdas. Varias muchachas levantaron la cabeza ante el sonido y la luz. Tenían muchos años menos que Leenah; ella había llegado en su tercer cumpleaños, el rostro de su madre se había borrado de su mente, el tono de su voz y el color de sus ojos también habían desaparecido, pero los gritos, lamentos y ruegos el día que las separaron seguían plagando su mente. Desde ese día habían pasado ya catorce inviernos. Recordaba cómo contar, su madre le había enseñado y ella lo hacía para calmarse en las noches cuando el frío se colaba como la mano de un fantasma en su celda, era por eso que sabía que tenía diecisiete inviernos. Ninguna chica duraba diecisiete inviernos. Su vecina tenía quince, otras se iban con trece, o incluso con doce. Muchas se iban antes de sangrar, cuando su pecho seguía plano y sus mejillas eran aún redondas. Leenah solía alegrarse por ellas: sus amos serían como nuevos padres, las protegerían y no las obligarían a complacerlos... Ahora no estaba tan segura.

-¡Arriba! ¡Vamos! ¡Muévanse! Tienen clase, hoy usarán sus manos. Si son buenas tendrán cena.

Ante la promesa de comida las jóvenes se levantaron presurosas. Leenah dudó: su estómago dolía, no le había ido muy bien en la clase del día anterior y no le habían dado cena. No era su culpa, estaba bastante segura de que el cuerpo de un hombre se sentiría en su boca similar a un dedo o a besar su propia piel, pero tenían prohibido tocar a un hombre hasta que su amo las sacara y la madera pulida con la que practicaban era incómoda y seca. Le había tocado una estación de entrenamiento especialmente horrenda y se había rendido después de que la tercera espina se le clavara en un labio.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 15, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Nieve del desiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora