Domití

1.2K 58 26
                                    

5. Domití (Culpa a estos dos de que tarde una década para terminar esto. No sabía qué hacer con ellos</3)

René suelta un bufido. Se acomoda el cabello y mira de reojo al castaño que estaba a unos metros lejos suyo.

—¿Es en serio, Gregorio? ¿De verdad?

El aludido sonrío socarronamente.

—¿Cuántas veces voy a tener que repetírtelo, querido? —Amplía su sonrisa al ver cómo el rubio fruncía el ceño—. No seas quejica. Anda, trata de encontrarlo. No quieres llegar tarde a tu nuevo trabajo, ¿verdad?

Gregorio se ríe y René quiere lanzarse sobre él y golpearlo, pero se contiene y continúa con su búsqueda.

La situación era tonta y hasta ridícula. El haitiano maldecía el día en que pensó que compartir un departamento de dos ambientes con Gregorio era una buena idea. En un principio creyó que sí. Ambos eran amigos hace muchos años y, aunque la mayoría del tiempo se la pasaran peleando, se querían y se entendían bastante bien. Pero los problemas llegaron incluso antes de lo que esperaba. Su compañero de cuarto hacía bromas. Demasiadas bromas. En un comienzo, René le devolvía las bromas y hasta se podría decir que se divertían juntos. Pero, disculpen el vocabulario, Gregorio se fue a la mierda. Se fue a la puta. La broma más leve fue poner tinte verde en su shampoo, broma que lo dejó con el cabello pintado por dos semanas enteras. 

La broma de ahora no era tan mala en comparación a las anteriores, pero René ya estaba harto. Gregorio le había escondido el portafolios donde tenía todo el papeleo del trabajo. No podía ir sin ese maldito portafolios o su jefe lo mataría. Y si su jefe lo mataba, él lo mataría a Gregorio.

Estuvo un rato buscando hasta que una lamparita se encendió en su cabeza y fue al armario. Prendió la luz y no se contuvo a gritar un "¡Al fin!" cuando encontró el bendito portafolios. Lo tomó en sus manos y revisó que no faltara nada adentro —Gregorio era capaz de esconder cada cosa guardada allí en un lugar diferente de la casa—. Suspira de alivio al encontrar todas sus cosas allí. Estuvo a punto de dar media vuelta e irse a su trabajo para no llegar tarde pero algo en el interior del armario le llamó la atención. Se agachó y extendió su mano hasta el fondo de armario hasta que sintió algo solido y pesado y lo tomó, atrayéndolo hasta él. Abrió los ojos en sobremanera al ver lo que era.

Gregorio tenía un pequeño jardín en el balcón, con muchas masetas y muchas flores de diversos colores y especies en ellas. René casi nunca iba al balcón, las pocas veces que fue no le dio importancia a las flores porque hace un tiempo Gregorio le había dicho que estaba cuidando las plantas de María mientras ella estaba de viaje y René creyó sus palabras.

Hasta ahora.

Tenía enfrente un florero algo improvisado, se notaba que estaba pintado a mano con acrílicos y temperas de varios colores —Para ser más exactos, de azul, blanco y rojo(1)—. Estaba, además, decorado con listones dorados y moños carmesí. Y una tarjeta color beige, escrita a mano, que decía "Para René". Pudo reconocer la caligrafía de su compañero de departamento.

Dentro del florero había muchas, muchísimas flores. Eran tantas y de tantos colores diferentes que René quedó estático, mirando maravillado aquel hermoso ramo. Por más que la variedad de colores fuera bastante, ninguna parecía fuera de lugar, cada color contrastaba de manera hermosa con los otros que tenía alrededor. La variedad también presente en las especies de flores ayudaba mucho a darle ese toque que lo había dejado atontado mirando el obsequio en detalle. Jazmines, girasoles, rosas. Rojo. Amarillo. Violeta. Todo era tan diferente e inexplicablemente encajaban bien juntos. No había errores, todo parecía estar perfectamente calculado. René se preguntó cuánto tiempo debió haberse tomado el castaño para ordenar las flores en su lugar. No pudo evitar imaginarse a Gregorio acomodando las flores una y otra vez, con dedicación y cuidado; se lo imaginó también tomando fotografías a las combinaciones para luego elegir entre todas. Sonríe ante su propio pensamiento.

No podía quitar su mirada de las flores, estaba intentando reconocer cada especie y cada color que había allí pero la tarea era muy difícil.

—¿Te gusta? —La suave, y hasta tímida, voz de Gregorio lo sacó de sus pensamientos.

El rubio se giró hacia él. Le miro por un largo rato en silencio hasta que sonrío ampliamente y soltó una risita.

—Eres un tacaño —fue lo único que pudo contestar, sin borrar su sonrisa. No lo decía con la intención de despreciar el regalo, al contrario—. ¿En vez de comprar un ramo, plantas tú mismo las flores? —Se para sobre su lugar y se acerca a él—. ¿Quién hace eso?

El castaño le devuelve la sonrisa.

—Al parecer yo —contesta con el mismo tono de voz suave de antes.

—Son preciosas. Me encantan —Se acerca otro poco. La voz del castaño le resultaba muy dulce y quería escucharlo más de cerca—. ¿Con esto quieres compensar todas tus bromas o qué esperas?

Gregorio amplía su sonrisa.

No. Quiero invitarte a salir.

Aquella propuesta le ganó un sonrojo y una sonrisita a René.

—Estoy libre el sábado.

N/A:
(1) Azul y roja es la bandera de Haití, la de la Rep. Dominicana es azul, roja y blanca. El nene pintó el florero con los colores de las banderas :3

~♥~

Créditos del hermoso dibujo a Hensuuno ♥

Link de la imagen: http://hensuuno.tumblr.com/post/101555026078/no-me-gusta-subir-cosas-en-la-madrugada-pero-estos

Amores torpes (LH) [ 2016 ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora