1. ArgMex/ArgenMex (LA MEJOR OTP PARA EL FINAL)
Martín juega con la mano de Pedro con paciencia y cuidado. Acaricia su palma con la punta de los dedos, forma suaves círculos imaginarios con su pulgar, besa su dorso, entrelaza sus dedos con los contrarios.
El mexicano se estremecía con cada caricia que recibía, aun así no pensaba detenerlo por nada del mundo. Las manos le temblaban y las mejillas le ardían. Y eso sin contar que sentía que el corazón se le saldría del pecho de lo rápido que latía. Amaba cuando Martín hacía eso. Le gustaba la calidez que le transmitía el sentir su mano sobre la suya y el suave cosquilleo que aparecía en su vientre cuando acariciaba esta. Le gustaba el cariño que empleaba en cada una de sus acciones, con tanta suavidad y cuidado. Pero, sobre todo, le gustaba la expresión tranquila y alegre que Martín traía plasmada en el rostro cuando lo hacía y la suave sonrisa que se formaba en los labios del rubio cada vez que Pedro tiritaba en consecuencia de tanto cariño.
Pero Pedro, eso, no iba a decírselo.
—Pedro... —murmura, muy bajito, separándose un poco para mirarle a los ojos. Le sonríe con mucho cariño. Pedro tarda pero, al cabo de unos minutos, logra devolverle la sonrisa—. Me muero por besarte...
El sonrojo del castaño aumenta ante tal confesión. Desvía la mirada, avergonzado y nervioso.
—Y-Yo...
—¿Queres besarme? —pregunta con calma. Y a Pedro no le ayudaba la seriedad con la que Martín lo decía.
—M-Martín, s-s-sabes que y-yo...
El argentino baja la mirada y le suelta la mano.
—Entiendo... —murmura—. Perdón.
Pedro niega con la cabeza, despacio. Se sentía culpable. Bastante. ¿Cuánto tiempo llevaban así? ¿Seis meses? ¿Ocho, quizás? Ni siquiera eran una pareja, no llevaban el título de "novios" en cima. Pero esto no era lo que más le importaba a Martín ni lo que torturaba a Pedro. Ellos no se abrazaban en público, no se tomaban de las manos, no se miraban, no se sonreían. Sólo cuando estaban a solas, en la casa de alguno de los dos, el castaño le permitía jugar con sus manos por un rato. Algunas veces se dejaba abrazar durante unos cortos segundos y luego le pedía al rubio que lo soltara, y lo empujaba cuando este se negaba.
Nunca se han besado.
Martín siempre le insistía y parecía que no quería ni iba a rendirse. Le tomaba del mentón, de ambas mejillas, de la nuca, de los hombros o de la cintura y cerraba los ojos. Pedro quedaba estático al verlo porque, para él, se veía condenadamente hermoso con los ojos cerrados, las mejillas rojas y la expresión entre nervios y ansiedad en su rostro. Entonces, Martín se acercaba y ahí era cuando Pedro reaccionaba y se alejaba para que no lo besara.
El mexicano cada vez se sentía peor y peor. El tiempo había pasado y Martín reaccionaba cada vez más diferente. Al principio, le sonreía con determinación, diciéndole con la mirada "¡La próxima lo lograré!" y asegurándole que en algún momento iba a caer ante sus encantos. Pero, repito, el tiempo pasó. Y Martín fue rechazado una, y otra, y otra vez. El resultado siempre era el mismo: Pedro siempre corría la cara y no le permitía besarlo. De a poco, su sonrisa al ser rechazado fue disminuyendo, volviéndose cada vez más chiquita; hasta que dejó de existir y, cada vez que Pedro lo empujaba, agachaba la cabeza y pedía disculpas.
A Pedro le dolía mucho verlo así. Y le dolía aun más ser el causante. Pero no podía. Tenía mucho miedo. Tenía miedo que alguien esparciera rumores si abrazaba a Martín en público. Tenía miedo de tomarlo de la mano y que alguien se burlara. Tenía miedo de mirarlo y que los demás se dieran cuenta en cómo le inspeccionaba en detalle y en cómo se perdía en sus ojos esmeralda. Tenía miedo de estar con él en público demasiado tiempo y que todos se percataran de que no puede dejar de sonreír cuando está con Martín.
Tenía miedo de besarlo porque si lo hacía le iba a ser imposible no admitir que se había enamorado de un chico. Porque sabía que iba a sentir miles de cosas al unir sus labios con los del argentino. Porque sabía que, si se estremecía por sus caricias, sus besos iban a ser el mismísimo cielo. Y no podía asumir la realidad. Tenía miedo de hacerlo.
Mira al rubio. Lo ve con la cabeza gacha, la mirada perdida y tan, tan desanimado que Pedro quiere llorar por haberlo lastimado tanto. Lo más probable es que Martín se cansara de él, que se aburriera de esperarlo y que se marchara. Sería la decisión más sensata, piensa el mexicano. También que una vez que ese rubicieto se hubiera ido de su vida, ya no regresaría. Y que no volvería a ver esa sonrisa radiante, ni esos ojos brillantes y profundos. Ya no volvería a sentir sus caricias sobre sus manos y sus cálidos brazos rodeando su cuerpo. Ya no estaría para pedirle que lo besara. Ni tampoco estaría para hacerlo reír, para alegrarle cada día y para hacerlo sentir amado.
Pedro lo sabe. Sabe que lo está perdiendo. Y no quiere hacer algo al respecto porque Martín se merecía algo mejor. Se merecía a alguien que no le importará más la opinión ajena que el estar con quien amaba.
Sabía que se iba a ir. Y él iba a dejar que se vaya para que pueda ser feliz. Quería que él fuera feliz y sabía que a su lado jamás lo sería, pero...
Pero lo amaba, lo amaba tanto...
—Martín... —murmura muy, muy bajito. Aun así, su acompañante logra escucharlo y alza la cabeza para mirarlo.
—¿Sí? —La respuesta llegó al instante.
Pedro no dice nada. Se acerca un poco y se sonroja al instante. Se acerca otro poco y se sonroja más. Se acerca aun más y siente sus mejillas arder.
Se siente mareado y le cuesta respirar por los nervios. Estaba tan concentrado en sus acciones que no le había prestado atención a Martín. El rubio estaba igual o más sonrojado que él. Sus parpados levemente cerrados, a penas dejando ver los ojos esmeralda brillando más que nunca. Era un brillo de ilusión. Estaba ilusionado y se notaba mucho.
Los latidos de Pedro se aceleran aun más al verlo. Pero esta vez no fue por los nervios. Fue porque nunca antes Martín le había parecido tan, tan, tan hermoso como ahora. Quedó atontado mirándole, casi hipnotizado. Inconscientemente bajó su vista hasta los labios ajenos para notar que estos estaban ligeramente abiertos, invitándole a eliminar los pocos centímetros que los separaban.
Escuchó su nombre dicho en un susurro suave, algo suplicante. Martín le ruega y, luego de eso, Pedro ya no pudo pensar más.
Lo besó.
Y tenía razón. Efectivamente, se había enamorado de un chico. Y no era cualquier chico. Era Martín.
Y sólo porque era Martín, haría una excepción por él y lo besaría todo el tiempo. Sólo porque era él, recordaría todos los días, con una sonrisa, que se había enamorado de un rubiecito caprichoso e infantil. Sólo porque era Martín, ignoraría todo lo demás y, cuando estuviera a su lado, dejaría que el resto del mundo a su al rededor desapareciera. Y que sólo existiera Martín y nadie más.
Sólo por él. Porque lo amaba.
~♥~
Créditos de la hermosa imagen a Cocky ♥
Link de la imagen: http://cockismybusiness.tumblr.com/post/43110617947/feliz-d%C3%ADa-de-san-valent%C3%ADn-luh-3-cyda-3

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Amores torpes (LH) [ 2016 ]
Fanfiction✰❁【 ArgMex, ArgChi, EcuPer, BrUru, Domití y ArgPara 】❁✰ Recopilación de Drabbles y One-shoots para mi linda @Sar0u0 ¡Feliz cumpleaños (atrasado)! :3 NINGÚN PERSONAJE ME PERTENECE Hetalia es de Himaruya. Martín Hernández (Argentina), Manuel Gonzá...