ArgPara

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6. ArgPara (Me encanta poner a la pareja tierna a hacer cochinadas)

Cuando los besos dejan de tratarse de los labios ajenos siendo posicionados con suavidad sobre su mejilla y en la comisura de su boca, y pasan a ser besos húmedos y apasionados en los labios. Cuando las caricias dejan de ser delicados roses en su cabello y cariñosos mimos, y pasan a ser desenfrenadas y apresuradas caricias por debajo de la ropa y descarados manoseos. Cuando todo eso pasa, Daniel sabe que no habrá marcha atrás —Tampoco quiere que haya marcha atrás, después de todo—. Es por esto que simplemente se deja hacer en el momento que Martín lo empuja sin sutileza alguna sobre el sillón y se acomoda entre sus piernas, para luego prácticamente jalar de sus prendas en un desesperado intento de quitárselas lo más pronto posible. Ahí es cuando comienza una lucha entre los botones de la camisa negra de Daniel y Martín. El rubio podría separarse un poco, acabar de desabrochar los botones y luego continuar, pero él se negaba a despegar sus labios del cuello de su pareja para así poder hacer más sencilla la tarea. Daniel se ríe de su torpeza y Martín lo muerde en venganza.

Estuvieron un largo rato de esta manera. Martín era muy tonto y le llevó unos seis minutos conseguir terminar de desabotonar la dichosa camisa. Daniel quiso aplaudirlo. Quiso, mas no pudo hacerlo. Martín a penas se separó unos segundos para arrojar la ropa lejos y rápidamente volvió a atacar el cuello del paraguayo a la vez que pasaba las manos por su pecho y abdomen descubiertos, acariciando la zona con algo de brusquedad. El castaño cerró los ojos y llevó una de sus manos a la melena ajena, enredando los mechones rubios entre sus dedos para entretenerse. Segundos después, muerde su propio labio inferior tratando de contener un gemido cuando el mayor comenzó a dejarle chupetones por su cuello.

Daniel ni siquiera sabe cuánto tiempo había pasado desde que todo empezó. Y no se refería ese repentino momento de calentura, se refería a todo en general. Antes se la pasaba los días únicamente concentrado en no dormirse en clases y en ver porno sin que su mamá lo descubriera —Toda una aventura, por cierto—, y su principal problema era encontrar la manera de aprobar los exámenes sin estudiar —es decir, de copiarse—. Y de la nada, así como así, todo eso cambiaba. Ahora su principal problema era el lograr que Martín no le quite toda la sabana de la cama o que no lo tire de una patada —El pobre se mueve mucho en sus sueños. Aunque bastaba con abrazarlo y susurrarle un par de cursilerías al oído para que se calme. Daniel había descubierto aquello una noche cualquiera, cuando tenía insomnio, estaba aburrido y vio a su novio removiéndose en la cama cual pescado fuera del agua. En fin, al parecer, Martín se calmaba cuando lo acurrucaba en su pecho. Problema resuelto. Aunque ahora su problema era el encontrar una manera de levantarse para ir al baño sin que el rubio se despierte preguntando si ya estaba listo el desayuno—. Sus días se basaban en buscar un lugar alejado, bien, bien lejos, un lugar poco transitado y a donde ningún conocido suyo vaya; para así ambos poder explorar el lugar tomados de la mano y libres de opiniones ajenas a su alrededor. Y en las noches, su única preocupación era recordar cerrar la puerta con llave y taparse bien la boca para no gritar tan fuerte.

Ahora que se fijaba, el cambio en su vida fue muy drástico, casi ni podía creer que todo había pasado tan rápido y tan de repente. Aunque las señales fueron muchas. Pero Daniel no supo —o no quiso— verlas.

Todo comenzó una noche, en una de las pijamadas que solían hacer los tres primos (Martín, Daniel y Sebastián), el castaño, por mero instinto, le tomó de la mano a su primo mayor justificandose con que la película le daba mucho miedo. Y luego de esa noche, Martín eligió la temática de terror en todas las veces que se juntaban a ver películas. Y Daniel le tomó de la mano en todas esas ocasiones. No pasó mucho tiempo cuando ese simple y hasta inocente agarre de manos pasó a ser algo más: Martín comenzó a acariciar su palma y luego Daniel comenzó a entrelazar sus dedos con los contrarios. Todo inició ahí y ninguno de los dos pudo notarlo. Ignoraban la realidad diciendo que "era normal que los primos hicieran eso". Y tenían razón: era normal. Lo que no era normal eran las ansias que sentían ambos por que llegase el momento de ver la película para así tener una excusa de poder tomar la mano ajena.

Y no terminó ahí. No pasó mucho más de un mes cuando Martín le tomo la mano a Daniel mientras dormía. Mientras creía que Daniel dormía, más bien. Se dio cuenta que su primo estaba despierto unos cinco segundos después, cuando el castaño correspondió el agarre y acarició su mano. Ese fue el verdadero comienzo. Porque luego de aquel "incidente", los dos se volvieron más cariñosos entre ellos, más cercanos. Comenzaron a juntarse más seguido, a hablar sobre cosas más personales, a contarse secretos —secretos que nunca habían salido de entre sus labios antes y que nadie más conocía—, a ir a lugares nuevos, a hablar por teléfono todos los días. La relación entre ambos cambió totalmente en todos los aspectos de una manera tan lenta que no fue advertida por sus ojos. Sólo pudieron notarlo cuando, por mero instinto, Martín lo besó —No en la mejilla como acostumbraban a hacer, sino en los labios— y cuando Daniel, luego de unos segundos, correspondió y rodeó su cuello con ambos brazos. El argentino era alguien demasiado impulsivo, aun así siempre piensa las cosas mil veces antes de hacerlas o decirlas frente a Daniel porque tenía miedo de arruinarlo todo. El paraguayo era alguien precavido e intuitivo, aun así su mente queda en blanco cuando tenía a ese rubio cerca.

Daniel gime cuando siente la mano ajena dentro de sus pantalones y deja de pensar, deja de recordar el cómo había llegado a esa situación.

—¿En qué pensas, Dani? —Escucha la voz de su novio susurrarle al oído—. ¿No te gusta lo que te hago que te distraes tanto?

El castaño suelta una risita un tanto ahogada cuando el rubio pasa a masajear su entrepierna.

—Pienso en vos.

—No digas boludeses. A mí me tenes acá, no en tu cabeza.

Daniel rueda los ojos, divertido. Aunque en parte tenía razón.

—Cómo te gusta que te preste toda la atención, eh...

El rubio se ríe porque sabe que es verdad.

—Bueno, entonces —Se relame los labios y se acerca más a su pareja— parece que voy a tener que hacerte sentir muy bien para que me des bola.

El castaño sonríe y se deja besar, rodeando las caderas ajenas con sus piernas y tomándole de la nuca para que no se separara.

Le encantaba todo de Martín, en realidad.

~♥~

Creditos del hermosisisisisimo dibujo a Cocky ♥

Link del dibujo: http://cockismybusiness.tumblr.com/post/100710602476

Amores torpes (LH) [ 2016 ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora