BrUru

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4. BrUru (Basado en hechos reales.)

Sebastián unta mantequilla en las rodajas de pan que acababa de tostar y luego las coloca sobre un platito. Tomo dos tazas, puso un saquito de té en cada una, vertió agua de la pava en ellas y por último agregó leche. Ubicó todo esto sobre una bandeja de madera, al lado de las medialunas que había comprado hace un par de horas. Como toque final, pone una flor en un florero. Sonríe, satisfecho con el resultado.

Con cuidado, toma la bandeja en sus manos y se dirige hacia su habitación. Abre la puerta y amplía su sonrisa al ver a Luciano durmiendo plácidamente en la cama matrimonial. Se acerca y deja el desayuno sobre la mesita de noche. Se mete dentro de la cama y comienza a acariciar los cabellos morenos de su esposo; suelta una risita divertida cuando este se acerca más a él, aún dormido.

Luciano trabajaba en la noche, Sebastián durante la mañana. El uruguayo llegaba a la casa a eso de la una del mediodía y su esposo siempre se encontraba durmiendo. Solía almorzar solo para dejar que el moreno durmiera hasta tarde y cuando despertaba, lo recibía con un beso en los labios y la comida lista. Pero esta vez quiso hacer una excepción y prepararle un desayuno, despertarlo, desayunar con él, mimarse un rato y luego dejar que siga durmiendo.

Luciano murmura su nombre en sueños y el aludido se sonroja en sobremanera para luego soltar una risita boba.

Aún recuerda perfectamente el día cuándo el moreno le pidió matrimonio. Todo comenzó en una conversación cualquiera, como muchas otras que solían tener, en Skype. Acababan de ver una película con la opción de compartir pantalla y estaban comentando sobre ella animadamente. Hasta que Luciano soltó un "Me voy a casar contigo en un futuro" y Sebastián le siguió la corriente. Ambos habían hablado del tema con tanta naturalidad que, luego de colgar la video-llamada esa noche, ninguno pudo conciliar el sueño por andar pensando en aquella charla. El tiempo fue pasando y su relación parecía volverse cada vez más solida y resistente; tenían más confianza entre ellos. Hacían todo lo posible por demostrarse cariño de cualquier manera posible. No era fácil teniendo en cuenta que vivían en diferentes países y que lo suyo era una relación a distancia; pero ellos no dejaron que aquel detalle se convirtiera en un obstáculo. Encontraron maneras de hacerse pequeños regalos y hacérselos llegar al otro. Escribían sus sentimientos y lo que les gustaba del otro y se lo enviaban en un mensaje, se dedicaban canciones, pedían la opinión ajena y se vestían con la ropa que el otro quería —Sebastián se vistió con lencería para su primer aniversario. Pero eso es un detalle que usted, lector, debe ignorar para no arruinar el ambiente cursi—, también se enviaban un paquete cada mes con cartas, chocolates, flores y demás cosas. Se habían hecho miles de promesas y no rompieron ninguna de ellas, eran completamente honestos el uno con el otro y su amor era de lo más puro.

En su tercer aniversario, consiguieron el dinero suficiente para pagar un pasaje de avión y alquilar un departamento donde vivir juntos. Luciano vino a su país para quedarse. Se abrazaron, se besaron, lloraron juntos, creyendo que la realidad era un sueño de lo irreal que parecía. Y luego, sin que Artigas lo viera venir, su novio se puso de rodillas, sacó una cajita de terciopelo rojo y le pidió matrimonio en pleno aeropuerto.

Sebastián no puede evitar sonrojarse y ensanchar su sonrisa al recordar todo aquello. Dirige su vista nuevamente hacia su novio y besa su frente con cariño.

Antes de despertarlo, toma un sorbo de una de las tazas sobre la bandeja de madera.

Queda paralizado. Lentamente deja la taza en su lugar. Luego sale corriendo hacia la cocina y escupe el té con leche en el lavamanos. Con fastidio, revisa el sache de leche que había utilizado y comprueba así que estaba vencido. Frunce el ceño y tira el pote al suelo.

—LUCIAAAAAANOOOOOOOO —Grita tan fuerte que de seguro también se escuchó en China.

A los cinco minutos un moreno, con cara cansada y somnoliento, aparece en la puerta de la cocina.

—¿Qué pasa, cariño?

—¡Nada de "cariño"! ¡¿Qué te dije el otro día?!

—¿Que en vez de masturbarme te la metiera?

—Sí, también, pero eso no. Te dije que revisaras la fecha de vencimiento de las cosas cuando vas al supermercado —Se cruza de brazos—. ¡Compraste la leche vencida, tarado!

El moreno se revolvió los cabellos y se talló el rostro con ambas manos, tratando de despabilarse. Luego se acerca al rubio y besa sus labios con suavidad.

—Buenas días, Sebas... —susurra y le sonríe.

El aludido se sonroja de nueva cuenta y desvía la mirada. Intenta mantenerse fuerte pero se le escapa una sonrisa y le devuelve el beso.

—Buenas tardes, querrás decir.

Le responden con otro beso.

—¿Cuál es la diferencia? —Lleva una de sus manos al cabello ajeno y juega con los mechones rubios, ganando una risita por parte de Sebastián.

—Uhm tenes razón: no hay diferencia, sos igual de tarado a la mañana que a la tarde —Luciano hace un puchero ante esas palabras y Sebastián lo besa en los labios, divertido—. Te amo, Lu...

El aludido sonríe ampliamente, con las mejillas rojas. Afirma el agarre en la cintura ajena.

—También te amo, Sebas... —Lo vuelve a besar.

N/A: Este fue más una especie de futuro de nuestro rol u///u

Y está basado en hechos reales porque perdí la cuenta de la cantidad de veces que puse leche vencida en mi bendito té :(

~♥~

Créditos del hermoso dibujo a Zu

Link de la imagen: http://zu-art.tumblr.com/post/6753395252/sketch-a-day-4-lu-thinks-sebby-is-cute-u

Amores torpes (LH) [ 2016 ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora