Capítulo III

30 3 1
                                    

"Ve hacía el fin del mundo que se llenó de amor", esa frase solo se puede estar refiriendo a un solo lugar en este planeta. La granja del viejo McDougal, aunque hallamos odiado ese sitio con el "alma", los dos le empezamos a tomarle el gusto luego de trabajar un mes allí. Al que nunca le tomamos cariño fue al viejo, no pasó como en las típicas películas que unos chicos se llevan mal con un viejo solitario o que directamente le temen y al final descubren que este era carismático. No, definitivamente esa no es nuestra historia, nosotros nos llevamos mal desde el primer día hasta el último, pero en verdad fue mucho mejor para nosotros que para él, ya que nos encargábamos de hacer su pequeña vida una miseria más que grande. Tom y yo teníamos la costumbre de hacer todas las cosas que nos encargaba de la peor manera posible, hasta que nos pidió, no muy gentilmente, que nos fuéramos de su casa y no volviéramos jamás. El viejo murió cinco días después de nuestra partida. La gente comentaba en el pueblo que nosotros le habíamos causado la muerte por un pico de estrés muy grande. Nuestros padres se sentían culpables de habernos enviado a trabajar para él. Nosotros a diferencia de todos nos sentimos bien por saber que un anciano cascarrabias, sucumbido en su soledad, con muchas miserias internas y con muchos malos hábitos, finalmente estaba bajo tierra, donde podría descansar y no molestar a nadie más.

La gran complicación de esto es que yo sola tengo que recorrer una granja de más de diez hectáreas, sin ningún rumbo específico, sin idea de que podría estar buscando y mucho menos con tiempo para hacerlo. El receso de invierno recién comienza, pero son doce pistas las que tengo que encontrar y estoy demasiado segura que Thomas Radswell no me la hará fácil o quizás gracias a la gran conexión de nuestras mentes se me facilite todo, pero lo más probable es que él cause una confusión grandísima dentro de mí, tanto que voy a llegar al punto de la desesperación.

Los efectos de Thomas son post y pre muerte, pero ambos se mantienen, aunque él no esté conmigo, ellos me siguen afectando. La forma en la que lograba ponerme nerviosa sigue estando, su manera de hacerme sentir especial todavía está ahí y la mayor de mis tristezas sigue estando ahí, mas no hay una mínima forma de hacer que esta desaparezca de mí vida. Lo amaba, lo amo y lo amare, eso es más que seguro, pero una pequeña parte de mi corazón se mantenía triste y otra feliz, son como dos hemisferios totalmente opuestos de una misma persona, sin embargo sé que podré controlarlo, jamás dejaré que uno de los dos lados controle todo lo que soy yo, no me lo puedo permitir. Un mundo al igual que una persona tiene que estar en equilibrio, ni mucho bien ni mucho mal, solo lo necesario para un balance perfecto y aunque los últimos días predominaron más mis sentimientos tristes, los culpables son los recuerdos de su vida en mi memoria, quienes están haciéndome sentir mejor, sobre todo en aquellos en los que sonreía. Su sonrisa me hacía sonreír y me hacía experimentar una sensación de seguridad que no volveré a tener otra vez conmigo.

— ¿Hola? —Se escucha del otro lado de la línea — ¿Quién es? —mis palabras no salen, estoy nerviosa y no entiendo porque, pero lo estoy y mi voz tiembla ante la idea de hablar —Sí no me respondes tendré que colgar —el miedo penetra en mí.

— ¡No! —De no decir nada a echar un grito hay una línea sumamente fina que acababa de romper con mis pequeñas manos —no me cuelgues Meg —haber pasado por dos tonalidades diferentes en menos de treinta segundos de la llamada me hace sentir como una lunática.

— ¿Tessa? —desgraciadamente esa soy yo.

—Sí Meg, soy yo —estoy un poco incomoda, porque así es como me hacen sentir las personas que no conozco.

— ¿Qué ocurre?, ¿Todo bien? —su preocupación me provoca una reacción de agrado hacía su persona, lo que es muy poco común en mí, pero eso no significa que no pueda ocurrir.

—Solo quería saber si esta noche... ¿me puedes acompañar a un lugar?

No pienso ir yo sola, simplemente no puedo ni imaginármelo. El miedo con solo pensar en ir a la granja del viejo McDougal me paraliza, me hace querer cambiar de planeta en este mismo instante y aunque amo la idea, la voy a resistir. Ya dije que iba a hacer esto, no me puedo tirar atrás ahora. Sobre todo porque la intriga está comiendo mi cabeza, no puedo creer que Thomas tenga un secreto tan oculto que ni siquiera yo lo sé, pero así es y no debe de ser nada bonito, lo cual otra vez vuelve a captar mi interés y aunque todavía no haya comenzado esta aventura verdaderamente tengo ganas de hacerla. Por más de que mis miedos estén a flor de piel, por más de que no quiero salir de mi cama y por sobre todas las cosas que me quieren impedir que deje mi casa lo voy a hacer. No voy a poder dejar este misterio sin resolver, necesito descubrirlo para poder llenar un poco de vació en mi alma.

¿Quién conoció a Tom?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora