LEYENDA DEL MAÍZ

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En guaraní, el nombre del maíz es avati, que literalmente, significa: nariz de hombre; por: Ava, hombre, y ti, nariz.

Una de las versiones de las leyendas, sobre éste noble producto alimenticio, cuenta que durante un ataque enemigo, habían muerto muchos ava kuéra (plural de ava). Ya al anochecer, rechazado el ataque con muchas pérdidas humanas, enterraron a los caídos. Por la avanzada noche no fue posible concluir adecuadamente la piadosa tarea. Entre otros, el cuerpo de un guerrero ava, había quedado con la nariz fuera de tierra. Cuando llegó el alba, encontraron aliado de la insepulta nariz, una planta que luego fructificó en espigas con muchas semillas. Era el avati.

Otra bella versión es la siguiente:

Un mburuvicha llamado Ava, amado, generoso y valiente, gobernaba con entereza y serenidad un populoso táva guaraní. Los grupos enemigos de las vecindades temían, tanto a su sabiduría y determinación como a la fuerza de sus brazos cuando empuñaba la lanza o la macana. Su bravura y prestigio originó la envidia de algunos ambiciosos de su propia tribu que esperaban el momento propicio para atacarlo y matarlo.

Mba'e pochy, el espíritu colérico, buscaba la forma de dañarlo porque el valeroso Jefe respetaba a Ñanderu Tupâ. Buscaba la forma de dañarlo incitando a los corazones enemigos de Ava, saturándolos de odios y de iracundia. La traición no se hizo esperar. Al amparo de unos árboles que bordeaban una senda, lo acecharon en una alevosa embocada. La primera flecha, cortó de un solo tajo la nariz de Ava. Otras, lanzadas por la espalda, le dieron muerte. Su cuerpo cayó cerca de su propia nariz. La expedición de caza de Ava, fue truncada por el cobarde asesinato. Su solitario cadáver quedó en el silencio del bosque.

Habiendo pasado todo el siguiente día sin que el Jefe de familia regresara al hogar, su mujer y su hijo, compelidos por el desasosiego, decidieron buscarlo por los montes donde acostumbraba ir en busca de la caza. Lo encontraron tumbado en un cruce de caminos, acribillado por traicioneras flechas.

Mucho lloraron ante el cuerpo yaciente, hasta decidir enterrarlo en un rozado cercano. Por lo avanzado de la tarde, pasaron allí la noche. Al día siguiente, se preguntaron cómo vivirían sin el querido Ava, que les proveía no sólo cariño y seguridad sino también el diario alimento.

De pronto, un raro pájaro, de gran tamaño, llegó hasta la tumba recién removida de Ava, y escarbando un hueco con sus patas, depositó en él la nariz que había quedado perdida en el bosque. Tapó el hoyo y voló graznando, hasta perderse de vista. Pareciera ser un raro enviado de Ñanderu Tupá, si no fuera Él mismo.

Apenas el pájaro se hubo alejado del lugar, comenzó a emerger sobre el túmulo una planta de verdes hojas que parecían lanzas. La misma fue creciendo rápidamente ante las asombradas miradas de la mujer y su hijo. Enseguida, aparecieron varias espigas que parecían réplicas de la lanza y la emplumada maza de Ava. Todo ocurrió con rapidez, en la misma mañana. Con mucho asombro, arrancaron una de las espigas y, al separar su chala, descubrieron que estaba llena de unos granos cobrizos, como el color de la nariz de Ava. La espera, llena de sorpresas y cargada de angustias, se vio compensada con el regalo de esos granos que se convirtieron en principal y valioso alimento para toda la tribu.

Cuando informaron a los demás lo acontecido, todos lamentaron la muerte del Jefe. Pero, al comprobar el novedoso suceso de la aparición del maíz, lo festejaron con grandes muestras de alegría considerando que era la herencia que les había dejado el amado y respetado Mburuvicha. El avati (nariz de Ava), sigue alimentando, junto con la mandioca y otros productos, a las generaciones que le sucedieron.

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